¡Qué consuelo!: La Feria

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SR. LÓPEZ

El colegio en que este menda cursó Primaria y Secundaria era muy bueno para todo lo académico, pero en deportes, particularmente con el futbol, algo pasaba: nuestros equipos provocaban las muestras más sinceras de caridad, cortesía de los otros equipos. Cuando se jugaba en nuestra cancha, todo el alumnado asistíamos (dolía la cara de pena), y una vez, el Colegio Americano, en el primer tiempo ya le había anotado 18 goles a nuestra “selección”, pero el entrenador (“El Perro Gámez”: una bomba de optimismo, capaz de dar ánimos a un judío frente al horno), decía a voces a nuestros abatidos jugadores: -“Vean, vean… nadie le aplaude a los otros, están solos” –sí, claro… A propuesta del otro entrenador ya no se jugó el segundo tiempo; el árbitro anotó en la boleta un misericordioso 1-0… a favor de ellos, claro. Arde.

Hiroshi Takahashi, de “El Sol de México”, publicó ayer bonita entrevista con Jesús Ramírez Cuevas, coordinador general de Comunicación Social y vocero del Gobierno de la República.

Buena entrevista, pero igual, una entrevista con aroma a crónica de la botadura del Titanic (31 de mayo de 1911; el crucero se hundió en su viaje inaugural, la noche del 14 al 15 de abril de 1912… ¿sí vio la película, no?)

El vocero de nuestro Presidente es un señor al que le funciona bien el cerebro, obviamente, pero no hay sistema neuronal capaz de argumentar diario, contra la realidad… y en política, lo que parece es (aunque no sea).

Que la popularidad de nuestro Presidente está por los cielos, es un hecho innegable, pero flaco consuelo es para un médico que se le muera el paciente en la plancha, pero todo el personal del sanatorio le aplauda al salir del quirófano dejando dentro un fiambre. El Presidente de México no está en campaña y es menos importante, para los intereses patrios, su popularidad que el clima en la Patagonia. Los problemas del país siguen siendo los mismos y algunos se han enconado (nota: no importa quién sea el responsable de esos problemas, lo que importa es que durante casi 18 años una persona los señaló y no se cansó de repetir que él los podía resolver; o sea: ya sabemos quiénes y qué colocaron a la casta Patria en decúbito supino -postura que ocupa la dama que se encuentra tendida bocarriba, posición del “misionero” le dicen-; ahora lo que queremos es que esa persona, ya en funciones de Titular del Ejecutivo, con todos los poderes y enormes facultades legales y políticas con que cuenta, empiece a levantar el tiradero, digo, con nosotros cuenta).

Entre los problemas que se han enconado, está nuestra relación con “ya sabe quién”, el vecinito con que Dios nos obsequió, allá arriba, en el Norte. Durante algunas décadas, las maniobras y cabildeo de nuestros gobiernos y empresarios, fueron consiguiendo que las siempre malas intenciones del tío Sam, se disimularan cuando menos… y hasta consiguieron, algunos que no vamos a nombrar, que tuviéramos un Tratado de comercio no perfecto (el TLC), tal vez ni siquiera muy bueno, pero lo que no se puede negar es que catapultó la producción y las exportaciones de México (aceptando que los más beneficiados no fueron los trabajadores, eso es verdad sabida, pero México es una economía mucho más robusta -o menos enclenque-, después de ese Tratado que antes).

Se renegoció el TLC, se consiguió un proyecto de otro, el T-MEC que parece está mejorcito (o menos malo, como quiera usted verlo).

Mientras, nuestro nuevo gobierno empezó a hablar de que todo mundo sacara las manos de Venezuela (indirecta directísima contra los renegridos intereses yanquis); luego se empezó a hablar de que México “podría”, atraer inversiones de China (¡de China!, lo que le eriza los bigotes al tío Sam, ya ve qué sentido es); después, empezó la “crisis” de los migrantes y nuestro gobierno, nuestro Presidente, dio inicio a la predica de la más bondadosa caridad cristiana a favor de los pobres y desposeídos (de pie, todos), lo que es peor que darle un pisotón en los juanetes al tal Trump, que por gordo que nos caiga a todos (espera este López que al menos en eso, estemos todos de acuerdo), por vil, zafio y patán que sea (es) el Trump, sigue siendo infinitamente más poderoso que México completito y copeteado.

El canalla del Trump (no se puede poner lo que realmente se piensa de él, es una obscenidad y uno es incapaz), sin que se le desacomodara el copete de quesillo oaxaqueño que ostenta, el 31 de mayo puso un tuitazo, diciendo que o paramos a los migrantes y al narco o nos pone aranceles (puede, ¡oh, sí!) a todas nuestras exportaciones (5% al principio y hasta el 25% después), lo que significaría (si sucede), que nuestra economía se va al… rima con andrajo. Al Trump le importa un pito México (y los empresarios yanquis que van a perder hasta la camisa si nos pone aranceles, porque nosotros no estamos mancos y vamos a escupir la defensa del tráiler que nos pasó por encima… ¡uy!); Trump necesita (quiere y necesita), ganar su reelección a cualquier precio; eso o un juicio muy gordo que lo podría poner bajo arresto, aunque ande libre con fianza: está en la mira, tienen cerrada la investigación y la libra por ser Presidente, nada más.

De manera que ahora están en la capital de los EUA los enviados de nuestro Presidente, a la cabeza, Marcelotzin Ebrard, quien incomprensiblemente aseguró que hay un 80% de posibilidades de que no nos zambutan los aranceles… bueno, ayer a las 17:35 horas, la NBC de allá, informó que no hubo ningún arreglo (ayer, luego verán). Lo más probable es que el Trump nos ponga un susto de diarrea con hipo.

Y, en su entrevista el vocero presidencial, declaró muy orondo:

“Eso se lo vamos a agradecer también a Donald Trump, que al dejar huérfanas a las élites, que eso no lo dicen, ni lo recuerdan, pero Trump abandonó a la élite mexicana, a la élite empresarial, a la élite académica, a la élite política (…)” O sea, ¡gracias don Trump!, muchas gracias por hundir a México, ahora sí ya saben las élites nuestras que no son sus amigos. ¡Uf, qué consuelo!

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