LA FERIA/Sr. López
Tía Maruca (de las de Autlán), tuvo 18 hijos (le vivieron nada más 15); tío Mario, su esposo, los mantenía casi en la inanición y tenía por fuera no se supo cuántos hijos más, pero no pocos… ¡ah! y era muy borracho. Ya muy viejita y largamente viuda -como dispone el Creador en su infinita Justicia-, en una sobremesa en casa de la abuela Elena, la tía dijo de su difunto, “fui tan feliz con él” y la abuela, atajó: -Por bruta… con cualquier otro hubieras sido más feliz -enmudeció el palenque.
En nuestro actual mundo, se pretende medir todo. De todo se requieren datos, información estandarizada, comparable y periódica, de progreso, estabilidad social, desarrollo, seguridad, salud, educación, gobernanza y hay clasificaciones de hoteles, de restaurantes y hay un ‘top ten’ de funerarias en México; también se mide, se ‘rankea’ (¡qué horror!), la felicidad, la familia, la popularidad y el rendimiento deportivo.
Parte de esto son las estadísticas de todo, de babosadas también: hay más divorcios entre quienes consumen margarina; la gente en promedio ríe 13 veces al día; el 85% de las mujeres usa talla incorrecta de sostén… no imagina este menda como ha hecho usted para vivir sin saber cosas tan importantes.
Tal vez sea un síntoma del materialismo que de un tiempo acá permea en algunos sectores y países, y por eso hay quien llega al extremo de afirmar “lo que no se mide, no se puede mejorar” o peor todavía, “lo que no se mide, no existe”. Sí, ir por la cantidad no la calidad, cuantificar no cualificar… y a veces ese vicio de medir todo, encubre la métrica de la vanidad, arrumbar la simple apreciación del valor. Así, lo que importa es ser primero, la victoria, la superioridad, ganar.
Se atribuye a Einstein haber dicho: “No todo lo que se puede medir importa y no todo lo que importa se puede medir”; bueno, no lo dijo, pero es muy cierto. Cómo se mide el amor de madre, cómo se miden la decencia, la generosidad, la amistad y tantas cosas importantes.
Se lo comento porque de entre en ese mar de información insulsa, no se puede dejar de lado la importancia de saber qué clase de país tenemos y sin remedio, cómo estamos respecto de otros países. Ni modo.
Por ya casi un siglo, se han impuesto los criterios económicos para clasificar los países y señalar si son o no exitosos: el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), el Producto Interno per Cápita (el PIB entre la población total), el poder adquisitivo, la tasa de desempleo. Bueno, sí dice algo esa información.
También hay quienes recurren en vez de a mediciones de orden económico, a medir la felicidad en su país y no son ningunos improvisados: el Informe Mundial de la Felicidad lo hacen entre el Centro de Investigación sobre Bienestar de la Universidad de Oxford, la encuestadora de fama mundial Gallup y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU. Entérese, este año 2025, México, nuestra risueña nación, subió quince lugares y quedó en décimo lugar entre 140 países. Agüita pa’l calor: somos uno de los diez países más felices del mundo.
Lo malo de pasar las noches leyendo de claro en claro (perdón don Cervantes), es que se vuelve uno incrédulo y se mete uno a averiguar cómo determinan esa felicidad mundial… es de dar coraje: usan una sola pregunta de la encuesta mundial de la Gallup, que es: ¿de uno a diez qué tan feliz se siente? (las otras preguntas de la Gallup son de dar rabia: ¿cena solo?, ¿cuenta con el apoyo de alguien?). Y la gente (alguna gente), se lo toma en serio: ¡es la Gallup!
Además, el primer lugar en felicidad mundial por octavo año consecutivo lo tiene Finlandia. A todo dar. Nada más que Finlandia tiene un problemón de alcoholismo y su gobierno no le atina a qué hacer para que se dejen de embriagar porque, sorpresa, en Finlandia la costumbre es esa, beber para ponerse beodo, aparte de una práctica que llaman ‘kalsarikänni’ (vaya usted a saber cómo se dice), consistente en el hábito de beber solo en casa… en chones (aunque usted no lo crea). Y sin ánimo de molestar, Finlandia es uno de los países de Europa con el mayor índice de muertes por sobredosis de drogas.
Los finlandeses, ellos tan felices, tienen otro problemita: su enorme tasa de suicidios, dos diarios en promedio, 13.65 por cada 100 mil habitantes (la media mundial es 9.15; en México la tasa en 2024 fue de 6.8; en el año 2018, era de 5.3… va subiendo, cosa tan rara si ya nos transformaron el país). Como sea, si Finlandia es el número uno en felicidad y viven beodos, drogados o se pegan un tiro, que se queden con su felicidad.
Si no es por la economía ni por la “felicidad”, ¿cómo podemos medir a México? Pues con otro indicador, el Índice de Progreso Social (IPS) que mide el bienestar. Busque en BBC News un artículo de Amanda Ruggeri, del 25 enero 2018, titulado ¿Cómo se mide cuál es el mejor país del mundo para vivir? Es revelador.
Los EUA, esa potencia económica incontestable, primer lugar en casi todo, en 2024 quedó en el lugar 19 del IPS y Canadá cuya economía es la décima parte de la del tío Sam, en el 15, arriba del ricachón tío Sam. En el IPS del año 2024 México quedó en el lugar 69 entre 133 países, el año 2023, en el 54. Caímos en un año quince lugares.
El artículo de doña Ruggeri presenta otro planteamiento, del director ejecutivo del Proyecto Justicia Mundial, Juan Botero, quien lo ilustra con el caso de Venezuela:
“Venezuela (…) pesar de que en el pasado era mucho más rico que sus vecinos, hoy día está en una crisis severa (…) se podría haber detectado antes, si se hubiera puesto atención al compromiso de las autoridades con el sistema legal (…) había estado en el último lugar del respeto a la legalidad por muchos años, incluso cuando el gobierno mantenía la apariencia de respetarla (…) Estas tendencias tienden a predecir el futuro”.
Es claro: hay una correlación directa entre el bienestar y el respeto de su gobierno a la legalidad.
Usted saque su cuatrotera conclusión de cómo vamos. No es difícil, es predecir el presente.