Por nuestro bien: La Feria

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Sr. López

La prima Pepina (Josefina, lado materno-toluqueño), fue siempre de faldas ligeras. Como sus papás eran muy católicos, muy en serio, se inventaba excusas muy bien pensadas y creíbles para atender debidamente sus asuntos de gimnasia rítmica en pareja. Sus papás, serenos. Pasaban los años, no se casaba, pero tampoco disminuían sus compromisos hidráulico-hormonales. Poco a poco sus coartadas evolucionaron a poco creíbles, fantasiosas. Sus viejos: resignados. Ya grandes sus papás, Pepina les dijo que se iba de vacaciones con un amigo y ardió Troya: -¡Si nos respetas, miéntenos, miéntenos! –le exigía su mamá. Bueno, cada quien.
A ver, fíjese bien: los problemas de México fueron causados por el neoliberalismo y la corrupción, ambos ya liquidados, erradicados, desde el 1 de diciembre de 2018, tal y como oficialmente nos informó e informa repetidamente (todo se nos olvida) la más alta autoridad nacional (¡salvados!).
Al mismo tiempo, los asuntos importantes de México, son: implantar la austeridad republicana y reparar la moral colectiva e individual, ambas cosas ya conseguidas: el gobierno federal ha despedido a los empleados caros y contratado de los baratos (bajo la directriz del apotegma: “funcionarios con 90% de honestidad y 10% de experiencia”), junto con un severo apretón presupuestal que nada tiene que ver con algunas carencias manipuladas por los enemigos de la transformación nacional, como esos que se disfrazan de papás de niños con cáncer; y también, ya se distribuyó la Cartilla Moral (bueno, hasta más clara la Luna brilla y se respira mejor).
Aparte de esas gloriosas gestas, se atienden todos los frentes: purificar la Suprema Corte; deshacer la mal llamada reforma educativa; quitar la podrida influencia extranjera de nuestro desarrollo científico y tecnológico; reeducar a la llamada clase media; desenmascarar a los que van al extranjero a estudiar y recibir grados de maestría y doctorado en el arte de robar… y tantas cosas más, algunas en proceso porque Roma no se hizo en un día, pero se trabaja en ellas, todas, incluido erradicar al INE.
Al mismo tiempo, México será un mejor México, en cuantito nos pida perdón España, aunque sea como hizo el Vaticano (que mandó una carta diciendo que no va a volver a pedir disculpas ni a pedirlas por los atropellos que han sufrido los católicos mexicanos que ya sabe usted, son repoquitos).
Nuestro presidente con esa su sensibilidad y tacto diplomático, aprovechó su discurso del 27 de septiembre para mostrar su ánimo fraternal y talante conciliatorio, diciendo que no les va a reclamar ni solicitar que nos pidan perdón, Francia ni Rusia, a Francia por la invasión y a Rusia por el asesinato de Trotsky, en el que Rusia no tuvo nada que ver, si acaso la URSS que ya no existe o en todo caso a Georgia, donde nació Stalin (por cierto, si de agravios y perdones se trataba, se le pasó mencionar a los Estados Unidos, digo, ahí para el próximo centenario).
De la misma manera, para probar su permanente estar ‘a las vivas’, el Presidente ha pedido perdón a los chinos, los mayas y los yaquis. Muy bien, para que vean que nadie se despeina ni se le rayan las uñas por ser humilde. (Nota del traductor: los mayas le hicieron la guerra a los blancos y criollos de 1847 a 1901 -Guerra de las Castas-, no fue al revés… en fin, ya les pidió perdón).
Nada más que ya en esas, tendría que pedir disculpas a los pobladores originales de las riberas del lago de Texcoco, a los que conquistaron los mexicas (que no aztecas), igual que a pobladores de Puebla, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca y parte de Veracruz, a los que también conquistaron a mandobles y luego les robaban gente para sacrificarlos y merendárselos (los españoles, no se le olvide, los bautizaban con agüita y lo de la viruela no fue a propósito). Pero lo parejo es parejo, que pida perdón.
Cuando termine de pedir perdón a nombre de los mexicas, le quedará pendiente nada más, exigir nos pidan perdón las tribus que le hicieron la guerra y le dieron mucha guerra a México, empezando por los comanches (de 1821 a 1848); a los apaches (de 1821 a 1915); y a los navajo (1821-1848).
Luego, de frente y sin retoque, que exija le pidan perdón a México -por haberse declarado independientes-, a Jalisco, Puebla y Oaxaca entre 1823 y 1824, que harto muerto hubo; luego está Yucatán, ¡ay, Yucatán!… no solo se separó de México en 1840 sino que en 1848 pidió a los Estados Unidos que anexionara la península (¡qué lindo hermoso ni qué ocho cuartos!, que pidan perdón). También nos la está debiendo Baja California que se declaró independiente y hubo que ir a echar bala en 1911. Y a Texas se le debe exigir al doble porque ellos sí se independizaron.
Cosa importante es que sin fijarse de donde es oriundo, el Presidente le reclame a Tabasco nos pida perdón por haberse independizado y hacerle la guerra a México de 1839 a 1842 (con el agravante de que pidieron apoyo a Texas, que les mandó dos barcos… ¡fregados estos!).
Otros a los que hay que exigir pidan disculpas es a los de Morelia, Zinacantepec, Dolores Hidalgo, León, Jonacatepec, Temascaltepec y Tejupilco, por la ‘Guerra de los religioneros’ (no confundir con los Cristeros), por la que hubo otro regadero de sangre. Lo de la ‘Guerra de los cristeros’, 1926-1929, se puede poner en pausa, al fin y al cabo el Vaticano ya dejó en paz el asuntito (es mejor ya ni moverle con que el Papa nos pida perdón, podemos salir raspados).
Ya vamos acabando. Nuestro Presidente no tiene por qué dejar de exigir que pidan perdón las logias masónicas: por sus necedades, causaron guerras civiles y golpes de Estado en nuestra balaceada patria diez años, de 1824 a 1834. Han de creer que ya nadie se acuerda.
Dirá algún fifí conservador que todo esto es perder el tiempo. No, señor. Pasará el tiempo y entenderemos que ante la incapacidad de su gobierno de resolver nada, se resignó a esperar su relevo, mintiendo, inútilmente. Es por nuestro bien.

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