Penas y tribulaciones: La Feria

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Sr. López

Como ya sabe usted, en la familia, el barrio y todo Toluca, el primo Danielito tenía fama bien ganada de ser tonto, pero tonto de escandalizar a un caracol de jardín. Bueno, una vez, Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, con su inteligencia superior, dijo a este López: -Pues tonto, tonto, pero conserva lo que heredó y vive bien… no es tan tonto -él usó una palabra que rima con azulejo. Tenía razón.
Aunque sea divertido escribir sobre los estúpidos (pasando siempre por alto a los mediocres y sus enredos), en sentido contrario, comentemos sobre la inteligencia, sobre la realidad abrumadora de que los inteligentes también cometen estupideces.
Esto, claro, por doña Sheinbaum, quien asumirá como presidenta de la república el 1 de octubre próximo y de cuya inteligencia no se puede dudar: licenciada en física con maestría y doctorado en Ingeniería en Energía, con una estancia de cuatro años en el Lawrence Berkeley Laboratory, de California, EUA; investigadora titular del Instituto de Ingeniería de la UNAM; miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de la Academia Mexicana de Ciencias; egresada del Programa de Estudios Avanzados en Desarrollo Sustentable y Medio Ambiente del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales; egresada del Programa de Estudios Avanzados en Desarrollo Sustentable de El Colegio de México; integrante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, en el que fue autora del estudio ‘Mitigación del cambio climático’ y colaboradora del Capítulo 7 (Industria), grupo galardonado con el Premio Nobel 2007; y es autora de más de cien publicaciones de alta especialidad. El mundo científico la reconoce. Es extraordinariamente inteligente. Luego le dio por la política… y ya ve a dónde llegó.
¿Y luego qué?… por ser tan inteligente, la señora ¿tenemos garantía de que su gobierno hilvanará un rosario de éxitos?… no, de ninguna manera. La inteligencia alguien ha dicho, es como el motor de un coche, cuya potencia no asegura nada, necesita volante… y frenos.
Para ahorrar teclazos y evitar las marañas de teorías por comprobar, recurramos a los ejemplos:
¿Napoleón era estúpido?, no y siendo muy inteligente y un soberbio talento militar, metió la pata imperdonablemente en la Batalla de Waterloo (18 de junio de 1815): no persiguió al ejército prusiano que derrotó dos días antes y dejó escapar a Wellington que le tendió una trampa, lo atrajo a Waterloo, que conocía bien, agazapó a 250 mil soldados, ingleses y prusianos, y esperaron a los 75 mil de Napo. Lo hicieron papilla. En una batalla, el fin de la era napoleónica.
¿Vladimir Putin es el baboso de Moscú?, no… y se fue a meter a Ucrania, pensó conquistarla en unos diez días y la cosa va en más dos años, sin visos de triunfo.
Hay más ejemplos de jefes de Estado que sin tener un pelo de tontos incurrieron en incomprensibles estupideces (¿qué tal Mao que por combatir gorriones provocó una hambruna que se estima provocó la muerte de no se sabe si 15 ó 50 millones de chinos?… o Hitler creyendo que podía abrir el frente ruso y ganar la guerra a dos fuegos).
Pero también hay gente común que siendo muy inteligente ha metido la pata hasta la ingle, por ejemplo Steve Jobs, cofundador y presidente ejecutivo de Apple, tipo genial que a los 27 años ya era millonario habiendo empezado su negocio en la cochera de su casa, bueno pues don Jobs, cuya empresa registró más de 300 patentes, fue diagnosticado con cáncer de páncreas, se rehusó a seguir los consejos médicos, decidió curarse con acupuntura, jugos naturales y sesiones de espiritismo… se murió.
También Edison y su terquedad de que la corriente directa era mejor que la alterna (la que usa todo el planeta); o Henry Ford II que ya terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1948, rechazó quedarse casi gratis con la Volkswagen, porque no le vio futuro. Y le podríamos seguir con estupideces mayúsculas de tipos como Albert Einstein y el colosal Tomás de Aquino, tal vez el hombre de mayor genio de la humanidad que en su magnífica ‘Summa theologica’, escribió que “la mujer es defectuosa y mal nacida (…) no debió ser creada”… ¡órale!
Como se acaban las dos reglamentarias cuartillas entremos directo a que la capacidad intelectual, la inteligencia, no tiene relación con la capacidad de tomar decisiones correctas. Eso es otra cosa. La trampa de la inteligencia es que el inteligente, cuando se equivoca, tiene la inteligencia necesaria para defender y sostener sus decisiones, contra toda evidencia. Pasa.
La verdad es que la inteligencia a secas es una capacidad que puede (o no), transformarse en sabiduría, que es la capacidad de discernir entre lo cierto y lo falso, lo bueno y lo malo.
Sí, cuando la inteligencia deriva en sabiduría, a querer o no, se relaciona con la moral y se actúa con buen criterio, lo que es casi imposible sin cuatro virtudes necesarias en la vida e indispensables en el ejercicio del poder: justicia, prudencia, fortaleza y templanza (el primero en decirlo fue Platón, no anda este menda robando ideas; busque por su cuenta en San Google, verá que es cierto). Y sin sentido de la justicia las otras tres virtudes languidecen, desaparecen.
Como es fácil comprender, no sabemos si nuestra próxima Presidenta de la república cuenta con esas prendas; toda su vida política hasta la fecha ha sido subordinada; ahora tendrá ella todo el poder para decidir y mandar, ya sabremos qué armas porta y tenga presente que hemos tenido presidentes muy inteligentes que dañaron mucho al país (Echeverría y López Portillo, son casos de estudio).
Un primer indicio es la selección de los integrantes de su gabinete. Ayer anunció seis. La cosa va bien, ninguno es un radical 4T y todos califican bien, muy bien para sus cargos. El mercado reaccionó de inmediato y el peso se apreció, poquito, pero mejoró. Es esencial a quien nombrará Secretario de Gobernación. Ahí sabremos para donde sopla el viento y si nos esperan penas y tribulaciones.

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