Ernesto Gómez Pananá
Por ahí del jueves reciente, los noticieros -y las benditas redes- dieron vuelo a lo sucedido en una secundaria de Coahuila en donde un alumno de catorce años atacó a una maestra con una navaja. Seis heridas en la espalda. Un despropósito. Una tragedia.
En esta columna he abordado machacona y fastidiosamente el tema de la violencia, sus causas y su creciente presencia en nuestra sociedad. Este caso del suceso alumno-maestra en Coahuila contiene dos elementos adicionales que permiten tal vez comprender de forma más integral este grave problema. Doy mis argumentos.
EL ABUSO
Al paso de los días, se han conocido algunos detalles adicionales respecto de los actores del suceso en la Secundaria General No. 1 de la ciudad de Ramos Arizpe. Los noticieros dieron cuenta de los comentarios que a decir de los padres, solían padecer los estudiantes del plantel en cuestión, por parte de la docente. Según algunas declaraciones que recoge la prensa, la profesora “atacada” solía expresar frente a los estudiantes valoraciones clasistas y racistas respecto de sus estudiantes, para el caso del joven atacante, quien se supo, migró con su familia de Veracruz, llegó a decir “aparte de pobre, feo”, esto, según la misma versión, luego de que el alumno le pidiera prestada su engrapadora para remendar sus zapatos rotos. “Todos los de Veracruz son feos”, se dice que decía. Terrible. Ciertamente no justifican el ataque pero permiten entenderlo más integralmente. Tras semanas de hostigamiento el alumno reaccionó. Sin duda la precaria capacidad profesional -y moral- de la “docente” también debiera investigarse y de ser el caso también sancionarse. Violencias mucho más allá de una navaja.
EL PERSONAJE
Ante lo impactante del hecho, hubo un detalle que pasó desapercibido pero que este columnista considera significativo: la secundaria donde sucedió la tragedia es la Secundaría General #1 Rubén Moreira. Si. Moreira. El padre de Rubén y Humberto, ambos ex gobernadores de Coahuila y ambos señalados por corrupción a niveles multimillonarios y muy cercanos a grupos de la delincuencia organizada. El hecho pareciera simple y sin conexión con los hechos. Puede que en la superficie no la tenga pero en el fondo, habríamos de no cerrar los ojos al hecho de que con frecuencia “normalizamos” la violencia. Así vamos por la vida cotidianamente.
Normalizar la violencia es suponer que el acuchillamiento de un estudiante a su maestra en Ramos Arizpe no tiene importancia. Pero normalizar la violencia también es suponer que la patanería, la discriminación, el clasismo de la maestra son aceptables. Normalizar la violencia es suponer que una secundaria puede llevar el nombre -así sea por homonimia- de un político de carrera vergonzante y que no pase nada. No es un hecho trivial.
La violencia es como la política. Está en todo hecho y en toda persona. Tanto en las feas como en los no feas.
OXIMORONAS 1
Escalada de violencia entre Israel y Palestina. Paradoja dramática que la tierra de Cristo sea tierra de tanta violencia y también de tanta injusticia.
OXIMORONAS 2
Dolores Padierna acaba de anunciar su incorporación a la campaña de García Harfuch. Prístino ejemplo del pragmatismo de las partes.
OXIMORONAS 3
El resto de adolescentes testigos de los hechos en Ramos Arizpe no supieron nada previo al hecho, solo escucharon a Asaid gritarles antes del ataque “¡cierren los malditos ojos!”. Pensó en sus compañeros. Asaid es un menos culpable en esta cadena trágica.