La Feria/ Sr. López
Tía Cleo (Cleopatra, en serio), era una señora de Autlán que hacía hervir el asfalto al cruzar las calles y provocaba embotellamientos: era más hermosa de lo generalmente visto, y muy simpática. Vivía en una mansión con tío Emilio, su marido, al que le decíamos El Sapo: feo de ofender al género humano, panzón, calvo de inmensa boca y con el cuello más grueso que la cabeza; antipático; dedicado a ganar más dinero del mucho que ya poseía; indiferente con el único hijo que tuvieron y con la tía, a la que raramente dirigía la palabra. Una prima un día le dijo a la abuela Elena que no entendía por qué no lo dejaba, y le contestó de aire: -Nadie deja una fortuna –cierto. La vida.
A riesgo de que piense mal de la progenitora de este junta palabras, le propongo recapacitar en que a los tenochcas simplex, a la generalidad de las personas de nivel banqueta, les importa un reverendo y serenado cacahuate lo que pasa en el país. Sosiéguese, no se ofenda.
Es posible que en el extranjero piensen que el mexicano es flemático, estoico, ecuánime ante la desgracia. No nos admiran, es que se admiran porque por mucho menos de lo que aquí pasa, en otras latitudes caen gobiernos, ruedan cabezas y hacen de carne humana la estatua de Robespierre, como dice el tango de Wamba (zarzuela ‘El bateo’; música de Federico Chueca, libreto de Antonio Domínguez y Antonio Paso; estrenada en Madrid el 1 de noviembre de 1901, como sabemos).
Pudiera ser más bien, que seamos impasibles -incapaces de sentir-, impermeables, indiferentes, inconmovibles, indolentes; o nada más egoístas, dedicados cada quien a lo suyo sin que importe lo demás, ni los demás. Pudiera ser.
Nada más una breve reflexión para que le empiece a creer a este menda: imagínese qué hubiera pasado en algún otro país, si la población se enterara que por libre decisión de su Congreso, se había perdido más de la mitad de su territorio. Imagínese.
Y acá, en 1848, nuestro Congreso aprobó la iniciativa del Presidente interino, Manuel de la Peña y Peña, de vender el 55% del territorio nacional -2 millones 400 mil kilómetros cuadrados-, a los EEUU en 15 millones de dólares (una ganga, son más o menos, 450 millones de dólares de ahora, les salió a 187 dólares con 50 centavos el kilómetro cuadrado); y en facilidades: 3 millones de enganche y el resto en cómodas anualidades. Lo que vendieron esos gallardos tribunos son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona, Colorado, parte de Oklahoma, Kansas, Wyoming… y de pilón, renunciaron a Texas, total.
La opción era no vender, dejar que nos robaran el territorio para después poder reclamar, como han reclamado con mucho éxito las tribus indias de allá, ante la Suprema Corte de los EEUU, y las han indemnizado con carretadas de dinero. Pero, no, nuestro Congreso (los liberales de entonces), prefirieron hacerle al agente de bienes raíces. Imperdonable.
¿Y qué pasó?… ¿la gente se levantó?… ¿salieron multitudes a defender el suelo patrio?… ¿lincharon a los legisladores?… ¿quemaron vivo al Presidente, echaron sus restos al albañal?… no pasó nada y don Manuel de la Peña y Peña, reposan orgullosamente en la Rotonda de las Personas Ilustres, desde 1895, a donde lo llevaron con honores.
No pasó nada. La gente si acaso dijo: -… ni supe –y ya, aquí se rompió una taza y cada quien para su casa.
Pensara alguno que eso fue un pecado del tiempo, que fue hace mucho, que mejor ni acordarse. Bueno, está bien, lo pasado, pasado. Entonces ahora busque la explicación del triunfo arrollador de Morena & Cía., en las elecciones del 2 de junio de este año. En la campaña no se dijo que iban a corregir nada, al contrario, se repitió hasta el empacho del elector, que iban a seguir igual, que iban por el segundo piso de lo mismo… y ganaron.
Sí, ganaron sin que pesaran en el ánimo del tenochca con crayola, los 50 millones a los que birlaron el Seguro Popular; el desprecio y los insultos a la clase media, los académicos, la UNAM, los periodistas y los científicos.
Tampoco se le alteró el pulso a nadie por los 200 mil homicidios; las 300 mil muertes en exceso, evitables, en la pandemia y el manoseo del registro de fallecidos que fue el doble de lo que informó el gobierno, según la Organización Mundial de la Salud, ni que seamos el país del mundo con más personal de salud muerto por el Covid19; ni los 50 mil desaparecidos. Y si nada de eso pareció importarle al distinguido electorado, cualquier hubiera imaginado una reacción nacional de rabia y rechazo por los cerca de 11,000 niños muertos por cáncer, sin tratamiento. Nada. Todo en orden. No hay medicamentos en el sistema de salud, pero llega la beca, la pensión, las dádivas. ¡Es un honor…!
Así es que parece de risa la indignación de algunos por las reformas al Poder Judicial y las otras reformas que van a hacer a la Constitución, para retroactivamente asegurar los de Morena que sus caprichos y atropellos no encuentren obstáculos.
Lo hacen porque pueden y porque saben perfectamente bien que la raza cósmica es cómica. Que la raza de bronce es de barro mal cocido. Que los que rabian y despotrican, no son mayoría. Que la mayoría es indiferente. Bueno, pero…
¿Pero qué?… nada, que si les revienta la economía y se van al barranco las finanzas del país, entonces sí brinca la gente, porque la panza manda, porque la masa puede ser indiferente al millón de muertos del sexenio pasado y a la inmensa corrupción que nunca habíamos visto en este país que ha visto mucho de eso, pero no al desempleo masivo, la inflación que les esfuma el salario en las manos. Una severa crisis económica manda al diablo a cualquier gobierno, a cualquier partido, por más humanista que sea, por más que predique una revolución pacífica (se solicita información).
Si doña Sheinbaum se enterca (más), ya se va a enterar de lo que es capaz el tío Sam. Los EEUU la van a apretar no por ayudarnos, no, sino por sus intereses. Si no quiere hundirse y con ella el país, la realidad yanqui la obligará a ponerse modosita.