Miedo al ridículo: La Feria

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Sr. López

Ya desde ahora dan lástima los arqueólogos, historiadores y sociólogos del futuro que tengan el mal tino de escoger como materia de sus estudios esto que ahora es nuestro país, sí, porque dentro de unos tres mil años, vaya usted a saber qué habrá en este territorio; tal vez será varios países chiquitos o un desierto, o parte de un solo país de la Patagonia al estrecho de Bering (o colonia China, porque China va a seguir siendo China, eso, seguro).
Imagínelos usted en el año 5021, limpiando con brochitas, cuidadosamente, restos arqueológicos del estadio Azteca, sosteniendo que se trata de un importante centro ceremonial dedicado a Balón, dios mayor de su mitología, representación del dios Sol, muy venerado, cuyo rito principal según todos los indicios, lo celebraban dos conjuntos de sacerdotes semidesnudos que con rigurosas reglas sagradas, en explanadas de tierra de cien por 50 metros, se pasaban ritualmente entre ellos la figura esférica de Balón, rodeados por fervorosas muchedumbres de silenciosos fieles.
O figúreselos escrudiñando una excavación de lo que considerarán fue la Casa del Actor Mayor, en la zona arqueológica Palacio Nacional del México Terminal, afirmando esos sabios del futuro, que “tres mil años atrás, conforme a numerosos rastros, acostumbraban los pobladores elegir al jefe de las varias tribus existentes, de entre alguno de los actores agrupados en los denominados “partidos” -clanes-, que competían por el cargo en torneos públicos de mentiras, recorriendo el territorio de lo que llamaban “nuestro país”, adjetivo posesivo este -“nuestro”- sobre el que no hay certeza de su significado, pues es cosa probada según múltiples evidencias que habitualmente estuvieron dominados por una poderosa tribu del norte”.
Cuando finalmente logren descifrar nuestra escritura, los filólogos informarán que “resultó tener su oscuro origen en la familia de lenguas protospaniolas; variante pobre en cuanto al número de palabras, lo que facilitó la interpretación de los documentos hallados que corresponden al periodo que va de la fundación de esta confederación de tribus cerca del año 1800 hasta el inicio de su declive en torno al 2020, Era Tardía de esa civilización desaparecida hace tanto que se desconocía su existencia”.
Aquí entra eso de que nos deben dar lástima los estudiosos del futuro año 5021, que se van a llevar algunas sorpresas al tratar de reconstruir cómo vivíamos en estos tiempos, en qué creíamos, cuáles eran nuestras costumbres.
No van a entender nada. Pensarán al descifrar la letra de nuestras canciones y algunos escritos, que éramos una población con una fuerte identidad cultural pero el excesivo testimonio de influencias ajenas, los harán dudar, empezando por la incorporación a nuestro muy limitado lenguaje de muchas voces que para ese entonces no sabrán de dónde sacamos, como alguna vez comentamos, por ejemplo: jotkeiks, nocaut, nais, penjaus, bay, reiting, set, cácher, shampú, guei (sin diéresis, de “gay”), jonrón, súperboul, oquey, valetparquing, mánayer, barman, kingsais, kuinsais, estraples y la reina de las palabras mal importadas: Beijing, que es Pekín y en el 5021 seguirá siendo Pekín, capital de China, que seguirá siendo China.
Junto con eso, establecido que “México lindo y querido”, fue una contradictoria locución de significado desconocido, pues a nadie le importaba un pito morir lejos de él y se celebraba el “jalogüín”, les desconcertará la dieta normal del habitante de estos territorios que no se corresponde con lo que dirán nuestros códices de gastronomía, pues “en la vida cotidiana incluía cosas como tortas de carne picada (hamburguesas), tortas de carne licuada con vísceras en forma de cilíndros (hot dogs), tacos extendidos de queso (pizzas), y maíz horneado (‘pop corn’ al que llamaban ‘palomitas’)”.
Se van a volver locos ante la peculiar personalidad de la gente que habitó estas tierras en estos tiempos. Pensarán primero que éramos un pueblo muy religioso, para descubrir después que las celebraciones religiosas mayores se aprovechaban para hacer lo opuesto a lo mandado, por ejemplo, la Semana Santa como tiempo de fiesta, cachondeo y fornicio, en vez de penitencia y oración. Imaginarán que nuestro respeto por la vida era ejemplar, vista la obsesiva protección a los animales, pero quedarán intrigados al descubrir que se defendía y promovía el aborto sin restricciones y consideraban un triunfo los miles que se practicaban, al tiempo que lo pobladores eran indiferentes ante matanzas que están bien documentadas y a la muerte masiva por enfermedad que coincide con el inicio del declive de esa cultura, cerca del 2020.
Pobres de esos arqueólogos, se les van a saltar las venas de la cabeza cuando comprueben que lejos de ser un pueblo amante de la ley, como parecían indicar los 33 cuerpos legislativos (la Constitución federal y las de los 32 estados), innumerables códigos y millones de expedientes judiciales, la verdad es que pocos sentían mucho respeto por la ley, se evadía su cumplimiento y se practicaba de manera contumaz el soborno.
Encontrarán a fuerza de revolver ruinas, rastros de un oscuro personaje que se creía formaba parte de cuentos y leyendas populares, y descubrirán que sí existió, al parecer oriundo de un poblado sureño del que no sabrán su localización precisa ni su nombre; individuo del que hallarán indicios de que durante un brevísimo periodo fue líder de ese extenso territorio, diciéndose poseedor de grandes poderes y hacedor de milagros.
Como sea, cuando los expertos del año 5021, encuentren y descifren restos de la prensa actual, se van a enterar de la amenaza de ese Actor Mayor de exhibir a líderes de la poderosa tribu del norte, si no aprobaban legalizar a 11 millones de migrantes, radicados ilegalmente en territorio de ellos, y los sorprenderá por ser el primero de los jefes de nuestras tribus que intentó entretener no solo a sus pobladores, sino divertir extranjeros, cosa que logró de sobra, sin miedo al ridículo.

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