Sr. López
Ciudadano licenciado Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación: no insulte. Sí. Este menda se siente insultado con su afirmación en la mañanera de ayer, cuando le preguntaron si era cierto que el Presidente había sufrido otro infarto y respondió: “No hay nada de eso, eso quisieran…”
No señor, nadie quiere semejante cosa… bueno, nunca falta un torcido ni un loquito, digamos, casi nadie quisiera eso y de entre todos los tenochcas con la cabeza en su lugar, ninguno, seguro. No friegue.
Una cosa es estar en desacuerdo con algunas de sus políticas públicas (con el 99.999% nada más, porque hay cosas en las que sí está uno muy de acuerdo, en el 0.001%), y otra muy diferente desearle el mal en ninguna de sus presentaciones, ni en su salud ni en la de su familia, ¡vaya!, ni juanetes le puede uno desear. De veras, no friegue.
Si le salió del alma decir “eso quisieran”, se le sugiere respetuosamente hacer examen de conciencia y con arrepentimiento sincero, pedir a los mexicanos que lo disculpemos por creer que tenemos el corazón podrido.
Se le repite: una cosa es sostener posturas opuestas con el Presidente en cuestiones de administración pública, política y hasta en su modito de ejercer el poder y otra muy distinta, alegrarse porque esté sufriendo una enfermedad o deseándole que esté grave. De ninguna manera. Muy sinceramente. De ningún modo puede desearse que esté enfermo o ser motivo de alegría sus achaques. Todo tiene límites.
No es un Hitler, un Stalin o un Mao, que eran asesinos y torturadores de sus propios pueblos (personajes por los que este tecladista lamenta mucho que no haya Infierno). No, solamente es un Presidente tropical que gobierna a golpe de puntadas, caprichos y terquedades, y que por más daño que esté haciendo a la estructura y organización del Estado mexicano, no es una sabandija; es él, el de siempre, el que eligieron 30 millones 100 mil mexicanos. Y además, entérese: todos sabemos que no es un bellaco, sino solo una persona que no estaba preparada para gobernar y que así, está convencido que a su manera y con sus proyectos, beneficia a México, sin querer ni percibir el inmenso daño que ha hecho y está haciendo al país, el principal, dividir a los mexicanos.
Es como es y por eso muchos no comulgamos con su manera de conducir la cosa pública, pero de eso a querer que la salud le haga una trastada, no, de ninguna manera. (Alegrarse del mal ajeno es un mal pecado… y muy aburrido, que puestos a pecar hay transgresiones muy divertidas, mucho muy divertidas, un día le cuento).
Otra cosa muy distinta es que usted, en su carácter de Secretario de Gobernación, sea el ciudadano más interesado de todo el territorio nacional, en que el Presidente goce de cabal salud o al menos, la suficiente para seguir ejerciendo el cargo puesto que, Dios no lo quiera, si no pudiera por incapacidad o algo peor, Usted, señor Secretario, perdería de inmediato su calidad de Corcholata, pues es precisamente el Secretario de Gobernación el que asume provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo, como manda el primer párrafo del artículo 84 de la Constitución, en lo que el Congreso de la Unión constituido como Colegio Electoral, elije al Presidente substituto, encargado de concluir el sexenio (párrafo quinto del mismo 84). Y queda impedido por siempre para llegar a Presidente elegido para sexenio completo, pues el artículo 83 de la Constitución manda que “El ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”.
Así que por buena sangre, cariño, amistad y lealtad, usted, señor Secretario, le desea lo mejor al Presidente… y allá en lo más recóndito de su mente, también, un poquito, para no ver que se le esfume de inmediato su condición de Corcholata.
Y tan nadie sensato quiere que el Presidente la esté pasando fatal, que ayer se tupieron las redes y medios de comunicación con mensajes en que tirios y troyanos le desearon pronta recuperación a Andrés Manuel López Obrador, que para estas andanzas es más importante su persona que su cargo. Hasta el villano favorito del sexenio, Felipe Calderón, tuiteó sus buenos deseos.
Claro que también vimos en las redes la infaltable expresión más rascuache del sentido del humor anónimo, haciendo gracejadas de mal gusto con asunto tan delicado. No se trata de que sienta nadie un ataque de súbito amor por el señor, no, se trata simplemente de no tener una mano de metate por corazón, alegrándose por la dolencia ajena. Todo tiene límite.
Y ya en estas: la falta absoluta de Presidente, por enfermedad o algo peor, es materia muy grave. En México no hemos tenido semejante trance en más de un siglo y en buena hora no nos ha tocado pasar semejante trago, porque significa desorden político y administrativo y en una de esas, descomposición institucional. La ambición sin el cerco que impone el natural orden constitucional establecido, propicia marrullería, cálculo egoísta y en una de esas, hasta intentos de asonada que podría intentar algún cártel. Ni Dios lo mande.
Muy lamentablemente el gobierno federal ha manejado muy mal este asunto. El mensaje vía Twitter del Presidente de la república, informando que tiene Covid-19, no parece haber sido escrito por él, él no se expresa así y el del Secretario de Gobernación en la mañanera de ayer, diciendo que el Presidente “goza de cabal salud (y) al 100 por ciento en cuanto a salud cardiaca” y afirmando que se encontraba “recuperándose aquí en Palacio Nacional”, sonó por decir lo menos, raro. Quien está sano no puede estar recuperándose… y para acallar tanto rumor, hubiera bastado un simple video de teléfono, con el Presidente sentado en su cama diciendo: gracias a todos por desearme pronta recuperación. Y ya. Nadie miente para ocultar lo bueno a menos que se trate de mentir por gusto.