Menear el abanico: La Feria

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SR. LÓPEZ

Que nuestro Presidente tiene adversarios no es novedad lo que incluye, por supuesto que sí, a sus enemigos, pues la guanga distinción entre “adversario” y “enemigo”, es propia de ingeniosos palurdos analfabetos prácticos, en el mejor caso.

Lo deseable es que sus adversarios y enemigos, lo sean solo en el campo de la política, sin incursionar en lo personal ni desearle mal a él ni a los suyos. Larga y saludable vida se le desea a él y sus afectos. Faltaba más.

Vaya usted a saber qué andarían cocinando sus enemigos políticos como para que nuestro Presidente haya considerado prudente firmar, como hizo ayer, una carta en la que se compromete a no reelegirse en el cargo, carta del todo innecesaria considerando que al asumir la presidencia de la república ante el Congreso -los diputados federales y los senadores-, en su carácter de representante del pueblo, así se comprometió al decir:

“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.

Porque en México no se jura nada ni se pone la mano sobre ningún libro ni objeto que represente deidad o religión ninguna (somos laicos, no se le pase), y desde 1857, se “protesta”, palabra que en su primera acepción significa “declarar o proclamar un propósito”, y en la quinta “aseverar con ahínco y con firmeza”.

La protesta al cargo de Presidente de la república no es sino un formalismo, porque la verdad es que a partir de las 12 en punto de la noche del 1 de diciembre, el electo como Titular del Poder Ejecutivo, automáticamente ES Presidente del país y las fuerzas armadas le entregan (ojo: las fuerzas armadas), la fuerza del Estado y el control de la nación. Lo demás es bonito y está bien que se haga, pero es como el vals de la quinceañera, que es quinceañera con y sin chambelán ni bailada.

Tal vez algún opositor político temía que nuestro Presidente estuviera pensado cambiar el texto del artículo 83 constitucional, que reza: “El Presidente entrará a ejercer su encargo el 1o. de diciembre y durará en el seis años. El ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino, provisional o sustituto, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”.

Más claro no canta un gallo, aunque en el caso del actual Presidente, su encargo durará dos meses menos, para reducir el plazo que va de julio a fin de noviembre con un Presidente en funciones -casi de adorno- y otro electo y trabajando como locomotora  (AMLO entregará la chamba a su sucesor el 1 de octubre a las meras doce de la noche del 30 de septiembre, según reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 10 de febrero de 2017… ¡chin!, dos meses sin mañanera).

No les iba a dar el gusto López Obrador de armar una grilla de grave pronóstico con tema tan delicado en México, pues la no reelección en esta nuestra risueña patria es un dogma político, digo, después de tantos y tantos que se eternizaron en el poder y después de los ríos de sangre que costó el chiste, no es para menos. Total, por lo que sea, mejor firmó su carta.

Está bien, aunque vistas las cosas de otro modo, es el colmo que haya sido necesaria semejante cosa. Hágase de cuenta que llega usted a su casa hoy por la noche y se encuentra una carta firmada por su esposa (o esposo, según el caso), en la que le diga: “Quiero que sepas que te voy a ser fiel, que no buscaré amante ni me divorciaré de ti” (si se queda tan fresco, se le recomienda ir al médico a que le revise las glándulas suprarrenales, le falta adrenalina).

Ya hubo ayer mismo algún despistado que salió a decir que falta dar valor jurídico a la carta… bueno, es que hay gente para todo: nuestro Presidente protestó el cargo, se comprometió a eso y a todo lo que la Constitución manda. Punto. No hace falta más.

Llama la atención que la carta está dirigida a los “conservadores”; dice en una de sus partes: “(…) mis adversarios políticos, los conservadores que creen que soy como ellos, vociferan que la revocación de mandato incluye la intención de reelegirme en 2024 (…)”; en referencia a la iniciativa de ley que permitiría echarlo del cargo a medio sexenio… ajá, ¡sí cómo no!

Y remata: “Sepan pues con todo respeto, señores conservadores que abandonaré la Presidencia en la fecha que marca la ley, la ley suprema, y que en el 2024 me iré allá a Palenque, pero también les digo con sinceridad que deseo de todo corazón y con toda mi alma que lo logrado para entonces sea muy difícil de revertir y que el país no retroceda a los inmundos y tristes tiempos en el que dominaba la mafia del poder”.

Si tener que firmar una carta del todo innecesaria, fue para apagar un problema artificial, está bien, pero su lenguaje abona a la crispación, no a la concordia y habemos tenochcas que padecemos laberintitis (mareados), que no estamos en nada de acuerdo en la iniciativa de revocación de mandato, pues siendo cierto que es prácticamente imposible que la raza eche del cargo a este Presidente, ¿qué va a suceder con los que sigan?… ¿vamos a tener presidentes de tres años?… ¿el Presidente se va a echar en campaña sus primeros tres años?… mucho chacoteo.

Sin ninguna mala fe; o dejamos las cosas como están o a lo mejor ya es hora de hacer como que somos mayorcitos de edad, porque también es cierto que es un enorme desperdicio tener un presidentazo de presumir y que se tenga que ir a fuerza a los seis años. Nuestros políticos profesionales (hay) y nuestros legisladores (los que sí sean), tienen que enfrentar este asunto, tarde o temprano.

Y, nomás de despedida: Andrés Manuel López Obrador, con y sin cargo, será el líder de una mayoría inmensa, mucho más que Calles o Tata Lázaro: este señor sí sabe menear el abanico.

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