Mal y de malas: La Feria

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Sr. López

La abuela Virgen, la de los siete embarazos, tuvo siempre fama de tener pocas luces; pero cuando su sobrina nieta, Silvita, aseguraba que su prominente vientre era por un problema estomacal, la abuela decía: -Quisiera Dios que fuera empacho –ni ella se tragó la explicación de la prima y por eso decía “quisiera”, no, “quiera”. Y no fue empacho, era Toñito, bueno, es, que aún vive.
Un político de la vieja escuela, decía que la política era jugar ajedrez con dados; que no bastaba saber jugar bien, sino además, lidiar con lo inesperado, igual que en los toros, que “torero sin suerte es torero cogido”.
El proyecto nacional del actual gobierno federal hace equilibrios entre contradicciones; en lo económico-financiero, es netamente neoliberal, para usar la terminología del mismo gobierno, pues en nada se aparta de los paradigmas del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial, cuantimenos de los acuerdos sólidamente establecidos con los EUA en el tratado de libre comercio, el T-MEC, con una ortodoxia que le pondría los pelos de punta a Reagan y doña Thatcher. Pero al mismo tiempo que va del brazo de Carlos Slim, predica una rancia dogmática izquierdista con tufos de teología de la liberación y catequesis protestante, que lo exhibe como un conservador de tomo y lomo, tratando de imponer simultáneamente, en nombre de un liberalismo por definir, decisiones que no reconocen límites en la Constitución, las leyes, los contratos ni en los compromisos de obligatorio cumplimiento del país, como el mismo T-MEC.
Sin embargo, para el tenochca ilustrado o con suficiente edad para no confundir una papa frita con la mano del metate, está meridianamente claro que el verdadero proyecto del gobierno federal actual, personificado en el Presidente de la república, es él, el Presidente de la república. Todo parece orientado a asegurarle un lugar en la historia patria, como transformador, renovador, de ser posible mártir, mártir de la honestidad, apóstol de la austeridad, redentor de la democracia que según sus palabras, llegó con él, junto con el fin de la corrupción, decretada con fe de converso el 1 de diciembre de 2018, pues como él es honrado, se acabaron las transas, las grandes cuando menos, que por eso nos repite, ha barrido las escaleras de arriba hacia abajo y saca su pañuelo blanco.
¡Quisiera Dios!, de verdad, aun pagando el precio de vernos obligados a venerarlo como santo laico y que la fecha de su nacimiento fuera día feriado, sería fantástico que terminara con la corrupción aceptando que él se refiere solo a la corrupción estructural, esa que se urde entre altos funcionarios.
Como es difícil saber si de verdad ya no hay actos de corrupción realizados con la complicidad de los gallones del gobierno, entonces tal vez sea correcto proceder a revisar asuntos que sin esa complicidad son imposibles… por ejemplo, la delincuencia organizada. Delincuencia siempre habrá, es así la pasta humana, pero delincuencia organizada, bandas que en los hechos controlan regiones del país, bandas que realizan negocios clandestinos de gran escala, que requieren de mucho personal, armamento, equipos de telecomunicaciones e intercepción, de plantas de producción, extensos sembradíos y de transporte masivo, son del todo imposibles sin la complicidad de altos funcionarios, de algunos de ellos, no malentienda. Y eso sigue, no igual, peor y en las entidades de la república en que no es así, sabemos bien los nombres y apellidos de los que han sabido mantener las aguas en su cauce… y las prontas y malas consecuencias cuando dejan sus altos cargos. Lástima.
Para no ser severos, concedamos al Presidente que lo de la delincuencia organizada es algo que estaba tan arraigado que por más que hace (se levanta diario de madrugada), no ha podido. De acuerdo. Entonces veamos otro tipo de corrupción: no respetar las leyes o no aplicarlas (que es peor que la delincuencia organizada, mucho peor). Si los funcionarios de este gobierno no cumplieran e hicieran cumplir las leyes, entonces sería claro que la corrupción sigue. Triste. Sigue. Como nunca. No se han respetado las leyes cabalmente para cancelar programas sociales existentes para implantar los de esta administración, sin reglas de operación; tampoco para echar a andar algunas de las obras emblemáticas de este gobierno y menos se respetan con la iniciativa de reforma a la industria eléctrica, versión Bartlett, que asegura que no se pagarán indemnizaciones y se aplicarán retroactivamente, así nomás, por sus sacros calzones. Tampoco se respetó la ley al ordenar la liberación de un detenido que contaba con orden de aprehensión y solicitud de extradición, el Chapito. Atropellar al derecho es corrupción, la peor, la pésima.
Volvamos a concederle al Presidente que es inevitable romper algunos huevos para hacer unos a la mexicana. De acuerdo. Entonces veamos cómo responde esta administración ante casos particulares como la caída el 3 de mayo de este año de un tramo de la Línea 12 del Metro: se investigó sin siquiera mencionar los reportes de falla de esa trabe presentados desde seis meses antes, como informó Jesús Urban secretario General del Sindicato Mexicano de Trabajadores del Metro y Jefe de Estación de Línea 12; la averiguata hiede a encubrimiento de la negligencia del gobierno de Claudia Sheinbaum.
Y jugó mal esa carta el Presidente: no siendo del ámbito federal el accidente, él dispuso que solo él informaría del asunto, ordenando a doña Sheinbaum que cerrara el pico. Mal.
Ahora bajemos la mira, veamos qué ha pasado con casos individuales de su entorno, bajo sospecha de corruptelas: sus hermanos, su cuñada, la Yeidckol, el cuñado de doña Nahle, las denuncias de Muñoz Ledo contra Mario Delgado… y tantos más, ¿qué ha pasado?… nada.
… quisiera Dios, pero no quiso. Acaba de publicar la World Justice Project que desde el 2019 México cayó 17 lugares en la clasificación mundial de corrupción, ahora quedamos como el quinto país más corrupto del mundo. Mal y de malas.

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