Sr. López
Ángeles y Lucrecia, eran hermanas, primas de las de Autlán (de las guapas de ¡y retiemble en sus centros la tierra!). Nada de particular hubo en sus biografías, hasta que a Lucrecia la botó el novio, ya con fecha de boda. Simplemente la botó, así nomás, “Lucrecia, ya no” y punto. Y en esos casos, pues ya no. Lo que hizo que se desataran las lenguas viperinas y le costó a Ángeles quedar con fama de pérfida y ligera, fue que el mismo día que Lucrecia se quedó vestida y alborotada, la Ángeles anunció a sus papás que se casaba con el apenas exnovio de su hermanita, a la que pidió le regalara el traje de novia “para aprovechar”. Hay cosas que no se hacen.
Cualquier contrato, compromiso o adhesión, puede cancelarse. No hay excepciones. El sacerdote puede colgar la sotana; el casado puede divorciarse; el del América, volverse Chiva; el de un partido político, salirse.
Pero hay modos. Está feo que un cura se case por lo Civil con la vecina y regresando de su luna de miel, le avise al Obispo que lo vaya borrando de la lista. Está feo. Las cosas en lo general se pueden hacer bien o mal y lo mismo rifa para renunciar a la militancia en un partido político porque no es elegante anunciar que se deja un partido adhiriéndose en el mismo momento a otro, a otra causa. Sí, no es lo mismo renunciar que desertar.
Pero aún así (‘aún’ con tilde, que en este caso significa ‘todavía’), aún así, decíamos, los militantes de partidos opositores a Morena & Asociados, están en todo su derecho de dejar de pertenecer a esos partidos, eso no se puede juzgar, nada hay que obligue a nadie a fidelidad eterna a un instituto político, claro que no.
Lo que sí merece una reflexión es el papelazo que hace el partido en el poder (Morena, no se distraiga), al aceptar en sus filas y en no pocos casos, darles responsabilidades o candidaturas, a personas que el día anterior estaban en la trinchera de enfrente. El que deja un partido, muy libre es; el partido que lo recibe debería tener algún pudor político (¡uy!, deber y pudor, ya vamos a empezar con problemas).
No se ve bien un partido que cuelga sobre la puerta de entrada de sus oficinas un letrero de “se recibe cascajo”. Un partido que presume tener sólida estructura y gran militancia, que está en el poder y que su candidata a la presidencia (según ellos), anda arriba del 50% de su competidora, Xóchitl Gálvez, un partido así se supone que no debería estar con los brazos abiertos para incorporar en sus filas a quienes la víspera, eran sus opositores. Además, eso lo hace el que necesita votos, el que no está tan seguro de triunfar porque sabe que de ninguna manera están decididos los comicios del 2024.
Esa actitud de ropavejero de los de antes (¡fierro viejo que vendan!), la ratificó ayer el Presidente: “Todas las alianzas son buenas”.
¿De veras?… ¿todas?… o sea, se vale aliarse con corruptos y para eso, note que ayer mismo el Presidente dijo: “si son buenos o son malos, si tienen mala fama o buena fama, pues eso depende de cómo se vean las cosas”… ¡vaya!, pues sería bueno verlas como son porque habrá exmilitantes de partidos muy decentes y otros impresentables, prescindiendo de hacer tabla rasa: si dejan al PRI (al PAN o al PRD), y se suman a Morena, en ese momento las aguas sacramentales de San Andrés Manuel Bautista, los limpian de todo pecado (aplican restricciones, expriistas en Segalmex no se redimieron, se robaron más de 15 mil millones engañando al beatífico expriista Ovalle, amigo del Presidente… y pensar que a Peña Nieto la casa de 7 millones de su esposa le costó tanto, todo).
Claro que el Presidente matizó eso de que todas las alianzas son buenas, agregando “cuando tienen un objetivo superior: la transformación del país, el beneficio al pueblo”, para que luego no andemos quejándonos, clarito expuso sus prioridades, primero: transformar el país (o sea, su proclama personal de la cuarta transformación), y luego el pueblo.
Y ya está claro que los frutos de la 4T no necesariamente benefician a la gente, ahí le pregunta a cualquier deudo de los 174 mil asesinados, los 704 mil muertos por el Covid, a los padres de los niños con cáncer que fallecen por falta de medicamentos (un niño muerto cada cuatro horas, reporta la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer), y las familias de los 44,207 desaparecidos en este sexenio, según informes del mismo gobierno (Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, de la Secretaría de Gobernación), que aun si fueran solo los 12 mil que ahora aceptan en Palacio, seguiría siendo una cifra de escándalo.
También se le puede preguntar a los 84 millones 700 mil mexicanos en pobreza. Sí, no se asuste, 84.7 millones están en pobreza porque por más maromas que da el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, del gobierno), para reducir el número, lo atrapa su propia definición de que “una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una carencia social”, y para agosto de este año, ese es el número que el mismo Coneval reportó. ¡Viva la transformación!
Por supuesto no debemos olvidar a otros beneficiarios de la 4T, los 50 millones 400 mil sin servicios de salud (nada más al cancelar el Seguro Popular fue una comalada de 35 millones)… ¡es un honor…!
Claro que no todo son sombras, también hay penumbras, como los programas sociales que reciben los viejos (que no son de la tercera edad, son viejos y no es insulto), o los jóvenes, dejando un raro sabor en la boca, porque se gastan miles y miles de millones y sigue creciendo la pobreza.
Viendo este panorama de realidades tan adversas, se entiende que el gobierno y su partido reciban sobrantes de cualquier filiación y mañas. Tienen muy claro que sí pueden perder la presidencia y el Congreso.
No era así, Presidente, hay cosas que de veras no se hacen y en 2025 se empezará a saber por qué las cataratas de dinero que ha gastado su gobierno no beneficiaron a la población. Algo no checa porque algo anda mal muy mal.