Lozoya-Peña, el último golpe al PRI

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EDUARDO GRAJALES

El timing político del presidente es incuestionable. Su capacidad de asestar golpes letales a sus rivales o lanzar anuncios que conmueven a sus seguidores es una característica que hoy lo sitúa con un alto grado de preferencia ciudadana, aun cuando esta haya retrocedido unos puntos en fechas recientes, a juzgar por las últimas encuestas.

El posible encarcelamiento de Emilio Lozoya en España cae como balde de agua fría al empobrecido y demeritado sector priista que ya no ve lo duro sino lo tupido.

Esta noticia de corte internacional, llega justo a unos días de que se celebren elecciones en seis estados de la República, donde se disputarán alrededor de 50 alcaldías y varias diputaciones locales, lo que deja muy mal parado al que fuera el partido hegemónico durante más de 60 años y que lograra revivir de sus cenizas luego de la transición de 2000 con Vicente Fox, ante el pobre papel que tuvo este personaje y su sucesor Felipe Calderón, al frente de la Presidencia de la República.

El acecho del gobierno Federal a quien fuera el principal operador financiero de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto genera suspicacias en la clase política mexicana que resonará particularmente en toda la cúpula del tricolor y por supuesto en sus bases, que no se caracterizan por una lealtad férrea, ni por expedientes limpios durante sus ejercicios gubernamentales sino por todo lo contrario.

Por un lado, el hecho exhibe el alto grado de corrupción del peñanietismo que en el caso de Lozoya solo muestra la fisonomía de todo un esquema de operaciones clandestinas del sexenio pasado que desfondaron a diversas instituciones de gobierno como Pemex (Sedatu, con la Estafa Maestra y Sedesol, con un abultado padrón ficticio de beneficiarios de programas sociales, por citar algunas) lo que sirve de fundamento a los dichos de Obrador, de que le dejaron un cochinero las finanzas públicas  de la paraestatal, que representa hoy una de las prioridades de su política nacional.

Aunado a ello, el mensaje político que manda en el marco electoral, es que todos aquellos allegados al grupo de tecnócratas que fueron parte de este grupo de poder resentir el poder de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaria de Hacienda, que hoy se ha convertido prácticamente en el brazo justiciero del presidente a quienes fueron, son y serán sus enemigos políticos.

En este contexto, de comprobarse los ilícitos que se le achacan a Lozoya abren una etapa de ajuste de cuentas en la elite del poder priista, pues podríamos estar por primera vez en la antesala del enjuiciamiento –al menos público- de un presidente mexicano, hecho que solo de pensarlo avizora una nueva etapa en la justicia mexicana y en el proceso de democratización nacional.

Aunque parezca distante, el tema no debe perderse de vista, ya el abogado de Lozoya, Javier Coello Trejo, declaró con Carmen Aristegui que el ex presidente podría ser llamado a declarar si así lo requiere su representado para su defensa.

Sin dudarlo este planteamiento podría nuevamente en los cuernos de la luna al presidente Andrés Manuel que, aunque ha procurado cumplir con sus propuestas de campaña y apegarse a su filosofía política, los métodos que ha ocupado para ello y las formas en como lo ha expresado no han sido bien recibidas por ese reducido sector de la población al que todavía no termina de convencer.

En resumen, si la expectativa del PRI para este proceso electoral era mantenerse al menos en el poder en esos pequeños resquicios territoriales donde gobernaba, hoy puede dar esa idea por terminada y pensar a lo mucho en no perder el registro como partido y ver en la cárcel a sus más conspicuos personajes. Y del supuesto pacto Peña-Obrador ni hablar, al buen entendedor pocas palabras.

dialectica902@hotmail.com

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