Los indestructibles: La Feria

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SR. LÓPEZ

Tal vez no sea en todo el país pero cuando menos en Autlán, ‘Sancho’ es el nombre genérico de quien pone cuernos en la testa de un marido. La costumbre generalmente aceptada -en Autlán-, era que el cornudo podía matar al artífice de sus astas, sin dar explicaciones (a la esposa, menos). Así las cosas, se contaba que tío Tomás, hermano mayor de la abuela Elena, se hizo amigo del ‘Sancho’ que le tocó. Ya doncel este López, preguntó a la abuela si era cierto pues en esa rama no se andaban con bromas en tal materia de suyo tan delicada. Ella sonriendo, atajó: -No amigo… bueno, un poco sí… -y muy sosiega contó que ya advertido tío Tomás de las actividades extra curriculares que su señora esposa realizaba en su propia casa, mientras él bajaba reses de la montaña, alejándose del domicilio conyugal hasta por semanas -facilitando que el ‘Sancho’ disfrutara a sus anchas de lo que ya imagina usted-,  discurrió decir que salía al monte, para regresar a medianoche y de golpe, entrar a sus aposentos, cosa que hizo, pero en lugar de echar bala contra el ‘Sancho’ o soltar insultos, gritó: -¡Fuego!, ¡fuego! -pues el granero estaba en llamas. La oficiosa pareja de inmediato suspendió el ayuntamiento en curso, y la señora (en cueros), sin formalidades ni presentaciones, bajó con su marido (vestido), junto con el ‘Sancho’ (en cueros), para salvar las cabalgaduras y baldear la lumbre entre los tres. Terminado el fogoso evento, tiznados los tres, tío Tomás dijo a su esposa (en cueros): -El señor se retira, ve por su ropa… y usted –se dirigió al otro (en cueros)-, como sea, gracias –y remató la abuela: -En esas, qué te importa si el bombero es tu peor enemigo, hijito –y sí, claro.

El 28 de agosto pasado, en su noticiero ‘Así Las Cosas’, de W Radio, Carlos Loret de Mola, informó que el director General de la CFE, Manuel Bartlett, es propietario de 23 casas y dos terrenos valuados, según dijo, en más de 800 millones de pesos, lo que es poquito más de los 51 millones de pesos en propiedades que declaró ante la Secretaría de la Función Pública (SFP).

Como en nuestra risueña patria eso es inaudito y no se tiene noticia de cosa igual, se armó una escandalera: gritos, sombrerazos, periodicazos, achuchones y desmayos. No era para menos.

Un día después, la titular de la SFP, Irma Eréndira Sandoval, declaró que Carlos Loret sacaba de contexto la información y que “(…) se tiene que revisar… son cuestiones que ocurrieron cuando no era funcionario público”. ¡Ah, bueno!

Cinco días después, en su primer informe de gobierno, nuestro Presidente, reconoció la firme postura de Bartlett para resolver el conflicto (inexistente), de los gasoductos. Más se encresparon las aguas: ¡lo estaba respaldando!

Catorce días después (ayer, 11 de septiembre), nuestro Presidente, en su mañanera, dijo: “Estos reportajes tienen que ver con los grupos de interés creados que lucraron con la llamada política neoliberal, por eso los ataques de Bartlett”. También dijo que respeta el derecho de disentir y se va a investigar todo, pero agregó: “Estoy muy satisfecho con el trabajo de Manuel Bartlett, me ayuda mucho en limpiar de corrupción la CFE, podría parecer un contrasentido, porque nuestros adversarios, los que se dedicaron a saquear, que ahora son opositores, quieren confundir y hacer creer que somos iguales y no es así”.

Está muy satisfecho… ¿ya o más?

Bueno… Marco Levario Turcott, director de la revista Etcétera, nos refrescó a todos la memoria, pues antes de ser nuestro Presidente, Andrés Manuel López Obrador, dedicóa don Bartlett un poquito de su libro “Entre la historia y la esperanza” (Grijalbo, 1995), refiriéndose a sus prendas morales:

“En ese sexenio (1970-1976), por hablar sólo de un negocio, los terrenos de Manuel Bartlett Díaz, que había heredado de su padre, Manuel Bartlett Bautista, fueron urbanizados de una peculiar manera (…) se asoció con el yerno de Trujillo, Ignacio Cobos, y ambos acordaron que éste se encargaría de introducir todos los servicios públicos (pavimento, agua, drenaje y energía eléctrica) y una vez concluido el trabajo se dividirían por mitad el nuevo fraccionamiento residencial Framboyanes. Así ocurrió, pero claro está que todas las obras de infraestructura se hicieron con cargo al erario”. O sea: según nuestro Presidente, sí es corrupto… pero, seguro ya no.

Uno debe entender que no es cosa fácil sentarse en La Silla y mucho menos con todo el aparato del poder político nacional en contra. Nuestro Presidente lo hizo. Seguramente estaba convencido (y está), que iba a recibir un gobierno y un país al borde del precipicio, cosa relativamente cierta y relativamente falsa, sin dejar de mencionar que en al menos dos cosas parece que todo el peladaje estamos de acuerdo: erradicar la corrupción estructural y recuperar la seguridad pública. No hay tenochca que se oponga.

Tal vez por eso, porque sabemos que nuestro Presidente sí piensa que estamos en llamas, nadie objetó algunos nombramientos de personas sobre las que ha dicho y escrito cosas que a la luz de la congruencia (virtud porfirista), parecen extraños, por decir lo menos.

Deje de lado tanta ave rara que hoy habita en la jaula del poder, solo repasemos lo que nuestro Presidente dijo a Proceso (entrevista con Armando Guzmán; 14 diciembre de 2017), sobre Esteban Moctezuma Barragán, cuando era secretario de Gobernación de Zedillo (hoy su importantísimo secretario de Educación):

“Fue perdiendo autoridad política y moral hasta rebelarse como un hombre sin palabra, que en política cuenta mucho.”

Recapacite en que no estamos hablando de un gobierno federal con cinco años ejerciendo el poder, con el desgaste que eso significa: van nueve meses y doce días. En el libro ya citado, dice nuestro Presidente: “(…) lo indispensable es poseer autoridad moral y autoridad política (…) mientras no haya ambiciones de dinero y no estemos pensando nada más en los puestos públicos, seremos políticamente indestructibles”.

Bueno, ahora con ustedes: ¡los indestructibles!

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