Sr. López
Se lo he comentado antes, en la familia materno-toluqueña de este menda, no se divorciaban, no solo por su catolicismo modelo Torquemada, sino porque era socialmente inaceptable (primera mitad del siglo pasado). Así, tío Tomás le sacó canas verdes a tía Elena, por borracho que era y no muy trabajador. Cuando ella se quejaba él respondía: -Así me escogiste, nena –y sí, así lo escogió, pero tanto va el cántaro al pozo que una noche tío Tomás al llegar a su casa, se encontró con que su llave no abría la puerta y con toda su ropa en la banqueta (sin maletas, tirada). Santo remedio.
En cualquier régimen democrático, la regla de oro es que las decisiones se toman por mayoría de votos. Punto. Y para asuntos de mucha importancia, como modificar la Constitución, se acuerdan mayorías más amplias y hasta la consulta obligatoria a la gente mediante referéndums; en México, para manosear nuestra Constitución, se requiere de dos tercios de votos en las dos cámaras federales, la de Diputados y la de Senadores, y la aprobación de 17 de los 32 congresos locales, por mayoría simple (un solo voto de diferencia basta). A la vista de las más de 700 modificaciones que se han hecho a nuestra Constitución, parece que no es tan difícil alcanzar semejantes votaciones calificadas en este nuestro risueño país.
Ahora mismo hay quienes se estremecen por las inminentes reformas que trastocarán al Poder Judicial y desaparecerán los órganos constitucionales autónomos, que fungen como reales contrapesos a decisiones y acciones del gobierno, para ya ni mencionar que se esfumará la división de poderes (el Legislativo lo tienen en un puño).
El Presidente saliente ya tiene la mayoría necesaria de más de dos tercios en la Cámara de Diputados y está a tres votos de conseguirla en la Senadores; los congresos locales son pan comido. Y doña Sheinbaum está que revienta de contento, no se vaya usted a imaginar que “in pectore”, está en contra: está que brinca de gusto, va a recibir el país, librado a su sacra voluntad y hará lo que le venga en gana, Washington mediante, que del norte pueden llegar vientos huracanados.
Como sea, no mienten los cuatroteros al decir que tienen en el Congreso, la mayoría suficiente para reformar, le-ga-li-to, la Constitución y sacar adelante cuantas leyes quieran. Es cierto. Nada más que a veces, respetando la regla de que la mayoría manda, se hacen cosas injustificables, que quedan en la historia como aberraciones, legales, sí, muy legales, pero que aseguran quedar primero, ante la gente y luego ante la historia, como facinerosos, como malhechores, nunca mejor dicho. No lo dude. Tres ejemplos:
El monstruo inmenso que fue Hitler, nunca pudo ser acusado de nada ilegal. Como lo oye. Terminó la guerra y los aliados se llevaron la sorpresa de que ese endriago se sujetó rigurosamente al marco legal que le era aplicable: jamás firmó nada ilegal ni relacionado con el Holocausto… era un tipo horripilante, pero nada tonto. Fue dictador, le-ga-li-to, mediante la ‘Ley habilitante’ que su congreso le aprobó el 23 de marzo de 1933, por 444 votos, 13 más de los necesarios, el 83% de los votos de los legisladores alemanes, habiendo ganado los nazis solo el 44% en las elecciones; y luego en 1937 le prorrogaron indefinidamente su carácter de dictador, mando único. Eso, por legal que fue, no exime a Hitler de los horrores que provocó y de haber dejado su país en ruinas, le-ga-li-to.
Otro impresentable fue el Pancho Franco, dictador de España 39 años, hasta que murió en su camita. Bueno, este insaciablemente vengativo dictador, que se ensañó contra los derrotados en la Guerra Civil, lejos de violar leyes, se las mandaba aprobar, llamándolas ‘Leyes fundamentales’, remedo de constitución (y no abusó, solo hizo siete; una por sus calzones y seis aprobadas por las Cortes; la octava, la de la transmisión del poder a Juan Carlos se publicó ya muerto). Otro que respetaba la ley, otro al que su congreso (las Cortes), hizo que sus inmensos abusos fueran cada uno, le-ga-li-to.
El tercer ejemplo le va a doler. México no perdió más de la mitad de su territorio: se le vendió a los EUA en 1848 por 15 millones de dólares (tres millones de enganche y el resto en cómodas anualidades al 6% de interés), tal y como autorizó nuestro Congreso reunido en Querétaro, al ratificar el Tratado Guadalupe-Hidalgo para firmar la paz con los EUA vendiéndoles más de medio país. La Cámara de Diputados aprobó la venta por 51 votos a favor y 35 en contra; y luego, la Cámara de Senadores lo aprobó por 33 votos a favor y cuatro en contra. Así que ya lo sabe, nada de que nos robaron más de medio país, nuestros aguerridos y patrióticos tribunos, lo vendieron contra la opinión de los legisladores que se oponían insistiendo hasta la afonía en no ratificar ese maldecido tratado y dejar que nos robaran, para poder reclamar después. Triunfó la mayoría, le-ga-li-to.
Y aquí estamos, ante el alegato tramposo de los cuatroteros (con el entusiasta apoyo de la Presidenta electa), de que las cosas se harán le-ga-li-to, que les asisten el derecho y la razón, cosa del todo falsa, la razón nunca es absurda, porque ellos respetan la voluntad de la mayoría… y mayoría tienen en el Congreso.
Nadie lo discute. Son mayoría. Ahora veremos para qué usan esa mayoría. Por lo pronto, muchos en el país, alertan sobre el peligro de detonar el Poder Judicial y los órganos autónomos, aparte de hacer oficial la militarización de la seguridad pública, aparte de la prensa internacional, las calificadoras, los grandes bancos internacionales y los gobiernos de los EUA y Canadá.
Pero, los cuatroteros van derecho y no se quitan, no les asiste la razón, sino la mayoría que sí tienen, igual que la tuvieron los presidentes del priismo modelo López Portillo al que aclamaron en el Congreso cuando nacionalizó la banca.
Doña Sheinbaum, ya en Palacio, se va a enterar que su “segundo piso” no resistió el embate de la realidad. De nada le servirá alegar que arruinó al país, le-ga-li-to.