La prioridad del EZLN no eran los indígenas: Patrocinio

0

CARLOS HIRAM CULEBRO

CUARTO PODER

Al cumplirse 26 años de la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), José Patrocinio González Garrido, exgobernador de Chiapas y exsecretario de Gobernación se refirió al conflicto armado surgido en 1994, en una amplia entrevista en la que reveló que la prioridad del Ejército Zapatista de Liberación Nacional inicialmente, fue la renuncia del presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari y posteriormente, dieron un giro estratégico para abanderar la causa indígena.

–¿Dónde estaba Ud. en el levantamiento del EZLN y cómo se enteró del mismo?

En Tapachula con mi familia. Al amanecer del primero de enero del 94 me llamó por teléfono el gobernador Elmar Setzer para decirme que algo grave ocurría en Ocosingo, Las Margaritas y Oxchuc, aunque sin saber exactamente qué sucedía, por lo que le sugerí que se informara en la Zona Militar, la PGR y con amigos que viven en esos lugares. Le propuse que para no generar pánico, a estos últimos los felicitara por el año nuevo, aún no era la una de la mañana. Mas tarde volvió a llamarme para decirme que había grupos armados y encapuchados, asimismo, que la Zona Militar no reportaba nada extraño y la PGR estaba cerrada. Le preocupaba que se hubiera cerrado la comunicación con 150 elementos de la Policía que estaban en Ocosingo. Ignoraba que esos individuos habían sido asesinados por los zapatistas, desdeñando que los de esa corporación eran indígenas y campesinos.

-¿Qué hizo Ud. ante esa información?

Llamé al Estado Mayor Presidencial y a la Secretaría de la Defensa Nacional, en donde me dijeron no saber nada. En el Cisen no había nadie. Al llamar al presidente Carlos Salinas para comunicarle de lo que me hacía saber el gobernador chiapaneco, me pidió lo esperara en el teléfono mientras empezaba a recibir los noticias de “sin novedad”. Pocos minutos después volvió a llamarme el gobernador chiapaneco para enterarme que habían muertos en Ocosingo y que también habían tomado San Cristóbal Las Casas. Al colgar entró la llamada del presidente, quien para entonces ya tenía notificaciones sobre esos sucesos, e intercambiamos lo que sabíamos. Acordamos que enviaría de inmediato a Tuxtla Gutiérrez al secretario de la Defensa Nacional, y ahí nos reunimos con dicho funcionario, el gobernador y los jefes militares de la región.

–¿Qué ocurrió en ese encuentro?

Comentamos lo que estaba ocurriendo y coincidimos en que había más información en la televisión internacional que en la nacional. Llamamos al Ejecutivo Federal y le propusimos que el general secretario permaneciera en la zona, sin actuar hasta que él fuera informado a detalle de lo que estaba ocurriendo, y determinara el camino a seguir. Posteriormente regresé a México.

–¿Qué hizo en la Cd. de México?

Fui directamente a ver a Salinas. Era evidente que estaba impactado por lo que estaba ocurriendo. Por sus palabras supuse que buscaba culpables y no soluciones, y con sorpresa vi que buscaba opiniones diversas, en lugar de concentrar el mando y las decisiones.

–¿Qué se sabía al respecto en Los Pinos?

Que era el levantamiento de un grupo que en su origen tenía filiación comunista, con inspiración maoísta, pero esas no eran sus banderas. Que era un conflicto de carácter nacional, porque de esa naturaleza eran sus demandas, aunque su presencia se localizaba en unos cuantos municipios chiapanecos y con respaldo limitado en cuanto al número de sus participantes, en especial de indígenas. Sus reclamos eran la renuncia del presidente Salinas y la designación de un sustituto, le declaraban la guerra al Ejército Nacional y manifestaban estar organizados como un ejército, el Zapatista de Liberación Nacional. Al final de sus demandas se hacía una limitada denuncia sobre las condiciones de injusticia que padecían los indígenas. Carlos Hiram, ten presente esto último, inicialmente su principal bandera no fueron los indígenas.

–¿En qué momento se transformó en un movimiento indigenista?

Cuando se difundió la fotografía de un niño indígena muerto junto a su rifle de madera, aunque después se acreditó que esa arma se lo habían puesto para la fotografía, porque existían otras imágenes anteriores sin el fusil. Fue tal la magnitud y el éxito publicitario que les dio esa mascarada, y la solidaridad internacional que con ella se despertó, que llevó a su comandancia a asumir como prioridad número uno la defensa de los indígenas, sin por ello abandonar su lucha política nacional.

–¿Cuál fue la participación del obispo Samuel Ruiz García?

Fue evidente su solidaridad y complicidad con el conflicto. En toda su diócesis se adelantó la tradicional misa de gallo, que ese año se celebró antes de las diez de la noche, para que los creyentes volvieran a sus casas a temprana hora y no pudieran percatarse de la entrada de los guerrilleros. Además, había convocado a corresponsales extranjeros que estaban en la zona desde el día anterior al estallamiento del conflicto.

–Considerando que como secretario de Gobernación debía fomentar la paz social entre los mexicanos ¿qué hizo ante estas circunstancias?

Propuse al presidente que se formulara una declaración en cuya formulación participé y que en resumen decía que los infractores de la ley debían identificarse, deponer y entregar las armas, sujetarse a los procesos que correspondieran a sus actos ilícitos y que se otorgaría amnistía a los indígenas sin posiciones de mando en el movimiento. Asimismo, se anunciaba el establecimiento de mesas de trabajo para analizar los reclamos justos que expresaban los rebeldes.

Añadió:

Manuel Camacho Solís presionaba pidiéndole a Salinas el cese al fuego, la designación de un comisionado para la paz, y el inicio de negociaciones. Yo coincidía en cuanto al diálogo pero después de que se identificaran y entregaran las armas, con sometimiento al orden legal. Manifesté -y sigo convencido de ello- que el Gobierno debía restablecer el orden constitucional que había sido vulnerado. Era posible negociar pero dentro de la ley, o usar la fuerza si no se sujetaban a ella, pero no hacer arreglos al margen de la ley con interlocutores enmascarados, no daban la cara. Fue evidente la molestia del presidente ante mi actitud. Manifesté a Carlos Salinas que el uso de la fuerza pública no era una opción en un caso como éste, sino que constituía una de sus obligaciones ineludibles como presidente. Insistí en que de no hacerlo de esa manera implicaba violar la ley y colocarse por encima de ella. No coincidió conmigo. A partir de ese momento las reuniones en Los Pinos se convirtieron en una torre de babel, porque de repente aparecía Carpizo relatando sus experiencias en la huelga universitaria, como si el hecho tuviera paralelo alguno con lo que ocurría, otros presentaban propuestas absurdas o hablaban de asechanzas inminentes, mientras Camacho insistía en la “solución política”.

Agregó:

En Chiapas, el enfrentamiento era más publicitario que de actos de guerra. Se dio un combate en Ocosingo, donde hubo varios muertos y la guerrilla huyó. Otro fue el ataque que hicieron al cuartel de Rancho Nuevo, cerca de San Cristóbal. Conforme pasaban los días, el Ejército Mexicano contaba con mejor equipo aéreo y excelente armamento, lo que fue aprovechado para lanzar una campaña publicitaria en contra de su uso, sin considerar que se trataba de un ejército ilegal que había declarado la guerra.

Con la mirada en lo alto para evocar esos momentos, precisó:

“No al uso de sus armas”, fue el reclamo que la “sociedad” hacía al Ejército Nacional, que equivalía a no derrotar a los transgresores de la ley y a no volver a establecer la vigencia del orden jurídico. Esa fue la consigna y a ella se unieron intelectuales y comunicadores. ¡Absurdo!

Las bajas -dijo a continuación- no fueron muchas, pero quedaron impunes. La mayor parte de ellas fueron de los policías masacrados en Ocosingo. Fue consistente el avance del Ejército Mexicano y en pocos días los zapatistas fueron acorralados en Guadalupe Tepeyac, cuando Salinas dictó el cese al fuego. Desde ese momento, el objetivo de todos ha sido llegar a la firma de la paz, en una guerra que no existe y en eso siguen mientras Chiapas continúa como rehén de todos y de todo.

–¿Cuál fue la reacción a su posición sobre lo que debía hacerse?

Me criticaron con severidad y argumentaron mi desconocimiento del problema. Esbozando leve sonrisa agregó: y volverán a censurarme cuando publiques lo que te expreso.

–¿Qué sabía Ud. antes que estallara ese movimiento?

En las secretarías de Gobernación y de la Defensa Nacional, al igual que el Gobierno de Chiapas, se sabía de una serie de hechos que se habían suscitado a partir de 1993 y que iban desde el asesinato de militares, hasta la localización de campos de entrenamiento de guerrilleros. Por orden presidencial se abandonó la vigilancia y el patrullaje de la zona en que se dieron esos hechos para evitar enfrentamientos, y se apostó a la prevención del conflicto mediante acciones de solidaridad, que finalmente no frenaron un movimiento que obedecía a intereses diversos.

–¿Cómo participó la Secretaría de Gobernación para solucionar el movimiento zapatista?

Se pretendió que el secretario de Gobernación emitiera comunicados diarios en relación con los antecedentes del problema y me negué a hacerlo, encomendándole esa tarea al subsecretario Ricardo García Villalobos, quien los presentaba como recibidos de la Presidencia o formulados por el Cisen. Socorro Díaz Palacios reemplazó en esa tarea a García Villalobos, por solicitud del propio presidente.

–¿Qué más hizo en esos momentos?

Decidí hacer mi último intento. Dije al presidente que el gobierno se había empeñado en sostener que el movimiento zapatista era un conflicto local, ubicado en unos cuantos municipios chiapanecos, lo que en mi opinión era y es ajeno a la realidad. Que él informara a la opinión pública que la solución del problema quedaba a cargo del titular de la política interior del país, y que yo actuaría en consecuencia y con apego a la ley. Me preguntó si habrían muertos y le dije que sí, pero que dadas las circunstancias no serían demasiados, que se estimaba un número no superior a doscientos. Me dijo terminantemente que no, que él no derramaría sangre. Sería mi responsabilidad –le dije– y si al concluir te parece que incurrí en excesos, me podrías destituir y hasta procesar, pero ni Chiapas ni México tendrían este problema. Desechó mi propuesta y en ese momento me convencí de que no me quedaba nada por hacer en el gobierno. Tenía que irme. Desde que se decretó el cese al fuego, murieron muchos, pero mucho más que doscientos indígenas en diversos enfrentamientos con las autoridades o entre ellos, pero esa sangre nadie la vio.

Al interrogarle sobre personajes que impactaron en el movimiento insurgente su respuesta fue:

Interesante pregunta, la platicamos en otro momento.

Tratando de encontrar alguna frase que resumiera la opinión del Lic. González Garrido, ésta se encontró en la entrevista que el suscrito publicó el veinticinco de mayo de 2014 en Cuarto Poder, cuando dijo lo siguiente acerca del EZLN:

“…Se olvidaron de los indígenas. Que nunca han tenido propuestas trascendentales para su educación…del manipuleo de religiosos, liberarlos de sus caciques, hacer más productivas sus tierras y modernizar sus sociedades, sin perder lo válido de su cultura y sus tradiciones. En fin, no han hecho el trabajo de redentores que fue su propuesta cuando ganaron la guerra de publicidad, y nada más esa batalla”.

Deja una respuesta