Sr. López
Tía Aurora era más lista que un vendedor de coches usados. Cuando su hija, la prima Aurorita, regresó de su Luna de Miel, viéndola, supo que algo andaba muy mal. En poca plática supo que su niña había regresado tan señorita que como salió de su casa y al oírla decir que el fallido marido le pedía que fuera “paciente”, atajó: -Hijita, en esto, la primera es la última oportunidad, tú te quedas aquí en tu casa y del capón me encargo yo -¡y vaya que se encargó!, divorcio inmediato o escandalazo fue la oferta. Ya luego con otro, Aurorita se casó con seis meses de embarazo y la tía muy sonriente, bueno, las dos.
No era así. No es lo que esperaban más de 30 millones de electores. Y no tiene remedio.
La llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, representó para la arrolladora mayoría que votó por él, la certeza de que habría cuando menos, combate frontal a la corrupción que se supone tiene harta a la población (que no es tan cierto, si fuera cierto, no habría tanta pues para que haya corruptos se necesita que haya corruptores, pero… en fin); y la recuperación de la seguridad pública. Otras cosas como la salud pública, la educación, la economía, quedaron en la bolsa de siempre, la de las promesas y buenos deseos que con tantita suerte, esta vez se iban a conseguir… y tampoco.
Sobre la corrupción, el ahora Presidente siendo candidato, aseguró en mayo de 2018: “Vamos a acabar con la corrupción (…) México va a ser de los países con menos corrupción en el mundo en nuestro sexenio”, y prometió que de llegar al poder, en un año, sacaría a México del lugar 135 como una de las naciones más corruptas en el mundo. Y más: el 1 de diciembre de 2018, en su toma de posesión, dijo: “Si me piden que exprese en una sola frase el objetivo del nuevo gobierno: acabar con la corrupción y la impunidad”. Apuesta fuerte y fuerte revés.
México no estaba en el lugar 135, sino en el 117 y ahora sí está en el 135 (de 139 países), cayendo 18 lugares en el ‘ranking’ del World Justice Project; ahora somos el último lugar de América Latina y el Caribe. Somos el quinto país más corrupto del mundo abajo de Zambia y El Salvador, con niveles de corrupción pública similares a los de Gabón, Níger o Papúa Nueva Guinea. Si el objetivo de su gobierno era ese, ese ya no fue, con un agravante: muy sonados casos de posible corrupción tocan a personas muy cercanas al Presidente quien responde a esos señalamientos con desdén y palabrería que tal vez no prevalezca después de 2024. Tal vez.
Sobre la inseguridad pública, siendo candidato, en 2018, en una entrevista con Ciro Gómez Leyva, López Obrador, dijo: “Sin seguridad no hay Cuarta Transformación”. Le digo, apuesta fuerte. Y en su primer informe ya de Presidente, dijo: “Tengo confianza en que vamos a pacificar el país (…) si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”. Y otro revés:
En sus primeros 50 meses de sexenio, se acumulan 147 mil 320 asesinatos; en el mismo periodo de 50 primeros meses de gobierno, la administración anterior, de Peña Nieto, acumuló 94 mil 892; en ese lapso del gobierno de Calderón fueron 73 mil 489 asesinatos, y, en el de Chente Fox, se registraron 42 mil 337. Este gobierno afirma que ya logró disminuir los asesinatos, que su estrategia ya va dando resultados. Bueno, pues que le apuren porque a este paso van a romper todos los récords: en su quinto año de gobierno ya rebasó el total de asesinatos del sexenio de Calderón que sumó 121,613 y en unos cinco meses a este ritmo, rebasa al de Peña Nieto que en sus seis años acumuló 156,437 fiambres.
Y que le apuren más antes de que algún malcriado apunte que de 2019 y 2022, se han registrado 31 mil 725 personas desaparecidas de las que no se sabe cuántos se fueron a comprar un chicle a Laredo o cuántos están en una fosa clandestina en ese olvido perpetuo tan lacerante para sus deudos.
Como sea: la corrupción sigue gozando de cabal salud, lo que significa que no se logró el objetivo en una frase, del gobierno transformador de México: “acabar con la corrupción y la impunidad”. Y la inseguridad al menos en estos cuatro primeros años no se recuperó, lo que según la afirmación presidencial significa que en esos cuatro años no ha habido transformación. Lo demás es música de viento.
No sostiene este López que el Presidente sea cómplice activo de la corrupción ni que no tenga interés en recuperar la seguridad pública, no, de ninguna manera. Sí sostiene que no puede, no pudo y no va a poder. El tiempo ya se le echó encima. De sexenio le restan 19 meses y seis días (aunque los últimos cuatro meses ya se los puede usted ir descontando porque en junio del 2024 habrá Presidente electo y ya sabe usted como en esas, se les evapora el poder entre los dedos).
Lo lamentable de todo esto es que haya quienes celebren que nada le sale al Presidente (y faltan las sorpresas de la refinería Dos Locas y el trenecito maya, obras en las que apostó también muy fuerte), y es de lamentarse porque al él no le va mal, él está y seguirá convencido de que es un prócer… al que le va mal es al país. ¡Uno qué diera por estar comentando sonoras y sonadas victorias de la 4T!… sería en beneficio de todos el triunfo de un gobierno que igual terminaría cuando tiene que terminar.
Y se advierte con buen tiempo a los pocos pero ruidosos apasionados morenistas promotores de la idea de que los delitos del García Luna son del PAN y Calderón, que dejen el tema no por el pudor de que su gobierno, el actual, no le abrió ni una carpeta de investigación sobre los delitos que ya fue encontrado culpable en otro país que lo investigó, lo detuvo y lo juzgó; no por eso sino porque le picaron la cresta a los panistas y ya hay algunos buscando cómo aplicarles la misma receta con una diferencia: con detenidos y juzgados en México, por corrupción y por el estallido de inseguridad. Hay mucha tela de dónde cortar y les van a salir con el cuento de que la ley sí es la ley.