La leche y el café: La Feria

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SR. LÓPEZ

Cuando la abuela Virgen (ya sabe, Virginia, la materno toluqueña, la de los siete embarazos), exclamaba: -“¡Ya sucedió!” –todos sabíamos que algo serio había pasado: una muerte repentina, un embarazo indocumentado o el sismo de 1957 (cuando se cayó ‘el ángel’, que si se fija usted, es ángela… copa ‘D’), solo cosas así ameritaban un ¡ya sucedió! de la abuela. 

Bueno, pues, ¡ya sucedió!: entre jueves y viernes nos venimos a enterar de dos cosas, una que ya se veía venir y otra pésima.

Empecemos por la que era previsible: las malvadas ‘calificadoras’ le pusieron la primera en la frente a nuestra economía, al bajar la nota de la deuda soberana (la del país), y de Pemex, aclarando algunas de las razones para ello: la pandemia de Covid 19 que frenará al mundo entero (ni modo que no); la desconfianza de los inversionistas; el despelote de Pemex; la baja del precio del barril de petróleo; y la ‘mala dinámica de inversión’ (o sea: el increíble tortuguismo, ineficacia, metidas de pata y necedades de nuestro gobierno federal en el ejercicio del Presupuesto de Egresos, explicado al respetable -nosotros-, como prueba de honestidad, austeridad y si con eso no tenemos bastante, de pobreza franciscana).

Esta baja de calificación se traduce en que algunos pérfidos inversionistas extranjeros van a sacar su dinero de México y algunos tenochcas pusilánimes los van a imitar, porque a correr, nadie le gana al dinero; compra de dólares, presionando la paridad; intereses más altos; aumento del costo del dinero… y disminución del PIB, o sea menor crecimiento de la economía. Si seguimos como vamos, nos bajan a ‘papel basura’ (el ‘papel’, nuestra deuda) y Haití nos parecerá un paraíso (con todo respeto).

Lo de la desconfianza de los inversionistas está fundado en hechos de tiempos previrus: cancelar la construcción del aeropuerto en Texcoco, varios atropellos más (a compromisos forzosos del país), y la más reciente barbaridad, ya con el Covid 19 encima de la Patria en decúbito supino: cancelar una inversión privada, la cervecera en Mexicali, contra todo derecho.

La gente invierte su (su) dinero en donde le da la gana y nunca en donde esté en riesgo (nunca), y por si piensa que los inversionistas son unos chocantes, delicaditos que ni aguantan nada, se le recuerdan las palabras pronunciadas por el titular de Semarnat, Víctor Toledo, apenas el 25 de marzo pasado (a uno no le crea nada, están  publicadas en El Financiero):

“Esta crisis nos lleva irremediablemente a identificar otro virus mortal que existe en nuestra propia especie: el 1% que destruye el delicado equilibrio del planeta. Los 500 corporativos, bancos y magnates que lista la revista Fortune. Contra ellos será la próxima guerra”. Y remató de pecho: los empresarios son un virus mortal (no es cita textual). Se le solicita atentamente al tal Toledo un ejemplo, uno solo, de una economía exitosa sin empresarios, sin iniciativa ni propiedad privada. No existe.

Si usted tiene dinero para invertir y le proponen lo traiga acá, sabiendo que acá un Secretario de Estado piensa que usted es un virus mortal y contra usted se librará la ‘próxima guerra’… ¿trae su dinero… o mejor se busca otro país? (hay varios).

La pandemia del Covid 19 no será coartada para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador:

Nuestra economía se contrajo en 2019 un -0.1%; este año, por el rumbo que lleva nuestro gobierno de ninguna manera era de esperarse que los inversionistas trajeran su dinero para reactivar nuestra economía… y aparte, muy aparte, lo del Covid. Lo comentamos antes: no es lo mismo perder crecimiento que aumentar decrecimiento: eso es lo que ha hecho el caballero de la 4T (por algo a los seis meses le renunció su secretario de Hacienda, don Urzúa).

Pasemos al otro “¡ya sucedió!” que no era previsible al menos tan pronto (a 16 meses del inicio de la presente administración):

Gea-Isa el jueves y Consulta Mitofsky el viernes pasados, publicaron que por primera vez, la popularidad del Presidente está abajo del 50%… nomás recuerde que cuando empezó, andaba arriba del 80% de aceptación. No nos beneficia que se desdibuje la figura presidencial y mucho menos si esa evaporación la provoca él mismo, no algún bilioso opositor sino sus propios actos y palabras.

A pulso se la ha ganado. No se puede justificar con ningún discurso, que el viernes la gran noticia haya sido “México compra armas contra la pandemia”… que ni siquiera es cierto, pues la información dice (Excélsior, nota principal) que el gobierno ‘ya está en proceso de compra’ o sea, el 27 de marzo ya en proceso de compra… cuando la alerta global por el coronavirus la emitió el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud, OMS, y nada se hizo todo febrero y casi todo marzo. Pero ya vamos a comprar, ¡fíjate qué suave!

El Presidente desdeñó la alerta de la OMS por preservar la atención en él y su proyecto político; el Presidente decidió y decide asuntos de salud pública y economía, con sus peculiares ideas políticas.

Sus propios seguidores se alarman: se les fue de las manos el liderazgo, la agenda política ya no la establecen el Presidente ni ellos. A ver ahorita quién es el macho que se pone a vender cachitos de la rifa.

Morena ya se había desmoronado. Entre sus más leales hay quienes ya van por su lado y es inocultable la escisión entre diputados y senadores de ese movimiento definido por su fundador como ¡el más importante del mundo! (AMLO, 1 de junio de 2018)… bueno, se puede ser importante y pésimo, como fue la Segunda Guerra Mundial; además, qué equivocado está aquél a quien importa ser importante.

Esta crisis de salud y económica, en México mutó a crisis política.

El Presidente y su gobierno están rebasados por la gente, varios gobernadores y ayuntamientos. Nuestro régimen político es presidencialista; es grave cuando el Presidente pierde la conducción del país, el respeto de la gente y de la clase política. Eso no tiene remedio, igual que no se pueden separar en un café con leche, la leche y el café.

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