La chacha de Palacio: La Feria

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Sr. López

Tío Quique, dueño de una inmensa ferretería que era una mina de oro, ya viejo quiso disfrutar su dinero y descansar; no tuvo hijos y puso al frente a un sobrino, Pepe -el más impresentable primo que tenerse pueda-, y antes del año lo corrió porque le robaba. Entonces puso a otro sobrino, el primo Danielito, el de cerebro de molusco, pero más decente que Santa Teresita del Niño Jesús. Nadie dijo nada. A los pocos meses, Pepe estaba de regreso en la ferretería y explicaba el tío: -Danielito tan honrado me iba a quebrar y dejar endeudado… Pepe roba pero el negocio sigue ganando -¡vaya!
El buen gobierno de una república, debe perseguir seis cosas: libertad, bien común, imperio de la ley, igualdad, valores cívicos y estabilidad. Suena bien. Suena de gran actualidad. Son ideas de hace unos 500 años, del Renacimiento (siglos XV y XVI). Y en cierta medida siguen pareciendo ideales que se alcanzarán tal vez, algún día.
En nuestros tiempos eso de “república” no se entiende como en esos ayeres (república viene de ‘res publica’, en latín, la “cosa pública”), ahora a todo lo referente a la organización del gobierno, el carácter del Estado y la naturaleza de los gobernantes, se le añade la etiqueta “democrático”, aunque sea un dictador como el fétido Maduro de Venezuela o el Díaz Canel del cartel castrista nueva generación de Cuba.
Como sea, ahora que venturosamente estamos a menos de tres meses del fin de la tragicómica 4T, cobra relevancia lo que hace y dice la próxima Presidenta de México, en particular los nombramientos que va haciendo, por ejemplo, los de ayer:
Nombró como su secretaria de Gobernación a la actual secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana (no se ría), Rosa Icela Rodríguez; como secretario de Educación Pública, a Mario Delgado, el presidente de Morena y cómplice estelar del régimen en el mangoneo ilegal del proceso electoral que iniciaron desde julio de 2021, dos años y cuatro meses antes del inicio legal de precampañas que fue hasta el 20 de noviembre de 2023.
Como su secretaria de Bienestar, seguirá la que está en el cargo, Ariadna Montiel Reyes. Falta ver si doña Sheinbaum no le pide cuentas porque reporta doña Montiel en el portal de la dependencia, que la Pensión para Adultos Mayores la reciben 11 millones 841 mil 561 viejos -no es grosería-, pero el Consejo Nacional de Población -Conapo-, dependiente de Gobernación, informa que en el censo del año 2022, la población de 65 años y más son 10 millones 612 mil 344; o sea: hay 1 millón 229 mil 217 fantasmas cobrando bimestralmente sus 6 mil pesitos… 7 mil 375 millones 302 mil pesos bimestrales que se esfuman… en efectivo, sin dejar rastro. Aunque pensándolo bien, tal vez doña Sheinbaum no le diga nada por aquello que denunció Marcelo Ebrard el 16 de agosto de 2023, de que la Secretaría del Bienestar operaba “masivamente” a favor de doña Sheinbaum, con personal y dinero, mucho dinero. Y esto da otra lógica a la ratificación de la señora en esa Secretaría: amor con amor se paga o te quedas por si hay que dar explicaciones… o peor aún: ninguno me quiso aceptar el cargo con tanta mugre bajo las alfombras. No lo sabremos nunca.
¡Ah!, sí, falta mencionar a Omar García Harfuch, quien será secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, cargo simbólico, porque la Guardia Nacional se irá a la Defensa Nacional y don Omar no va a tener policías ni de crucero. Bueno, pero ni modo de dejarlo en el Senado haciéndole compañía al Noroñas (¡úchale! ¿quién se echó uno?).
Este junta palabras no se sorprende ni molesta por estos nombramientos. De ninguna manera. No es raro que el primer gabinete de los presidentes de la república sea el de pago de compromisos y acomodo de recomendados, ya luego los van echando. Y también hay quienes amarran cargo por ser cómplices estelares del gobierno saliente, esos que hay que tener cerca para que lo secreto siga siendo secreto. Así es esto, no idealicemos.
De regreso al Renacimiento, aparte de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), tan conocido (mal), hubo un tal Francesco Guicciardini (1483-1540). Igual de importantes en filosofía política.
A don Guicciardini se atribuye nada menos que el concepto de la “razón de Estado”, que describía así: “Cualquier acción política que vaya dirigida al mantenimiento del gobierno de un país debe quedar libre de una valoración moral”. Se oye horrible pero el señor no se iba a andar con pudores, aconsejaba al poderosísimo Lorenzo el Magnífico, de los Médici, que mangoneaba Florencia sin tener ningún cargo, haciendo pactos y repartiendo sobornos.
Don Maquiavelo por su lado, gozaba de la enemistad de los Médici, que le hicieron la vida de nudillos, aunque anduviera de zalamero para ganar su favor (por eso dedicó a Lorenzo el Magnífico, su obra más conocida, ‘El príncipe’). Se dice de Maquiavelo que el eje de su filosofía del poder es que ‘el fin justifica los medios’ y no es precisamente así, aunque a la hora de dar consejos tampoco se andaba con chiquitas; dice en ‘El príncipe’, que para conservar el poder “a veces, lo que parece virtud es causa de ruina y lo que parece vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad”; también se oye horrible, pero la política no es para espíritus puros. Ni modo.
Así que no nos sorprendamos por algunos nombramientos de doña Sheinbaum, ella sabrá que hay en la cacerola. Y acomoda recordar que Maquiavelo también decía: “Cuando un príncipe llega al poder a través de la suerte o las bendiciones de figuras poderosas dentro del régimen, por lo general, le resulta fácil ganar poder, pero le cuesta mantenerlo después, porque su poder depende de la buena voluntad de sus benefactores”.
Supone uno que doña Sheinbaum debe saber todo esto por haber navegado tanto en las procelosas aguas de la política, aunque no haya leído a Guicciardini ni Maquiavelo. Primero, llegar a La Silla; luego, amarrarse bien para tirar la máscara de jefa de la porra de su mentor. Eso si de veras quiere ser Presidenta y no la chacha de Palacio.

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