Sr. López
Tío Lucio era capaz de desesperar a San Francisco de Asís. Tía Olga, su esposa, lo aguantó cuanto pudo hasta que le pidió que se largara (eran tiempos en que las parejas se dejaban, no había divorcios). Ya con todo empacado, el día anterior a su partida, tío Lucio organizó una fiesta con todos sus amigos: -Todavía es mi casa –le dijo. Otro día le cuento qué hizo tía Olga. Los bomberos tardaron en llegar.
Da qué pensar el activismo del Presidente de la república, en vísperas del término de su periodo en el cargo (se va el 30 de septiembre próximo, en cinco meses y 11 días, a las doce de la noche… algunos que este menda conoce, lo van a celebrar como la llegada del año nuevo… a coro: ¡10, 9, 8… 3, 2, 1!…. ¡FELICIDADES!, y abrazos, brindis, risas y jolgorio).
En su extraño activismo, propone 18 reformas a la Constitución a sabiendas de que no tiene los dos tercios de votos necesarios en el Congreso para que se aprueben; empuja reformas a leyes para las que sí cuenta con la mayoría simple de votos en el Congreso, sabiendo (porque tonto no es), que en la Suprema Corte se las van a tumbar, empezando por la modificación a la Ley de Amparo que le impediría a la propia Corte invalidar con efectos generales, leyes que vayan contra la Constitución, como birlarle sus ahorros a particulares o dar amnistía a quien a él le pegue la gana, invadiendo una facultad exclusiva del Poder Legislativo; al mismo tiempo, no para de entrometerse en la campaña electoral en curso, con el cinismo propio de la impunidad. Y entre comidas, se da tiempo para inmiscuirse en asuntos de otros países (Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia, El Salvador y Colombia), enredando a México en conflictos internacionales sin contar lo de España y el Vaticano, que nomás no le hicieron caso. Sí, extraño su activismo.
Según él dice, después de entregar el cargo a su sucesora (don Álvarez, ya no sonreirá… o sí), se va a retirar completamente de la política, afirma que ni va a contestar el teléfono, que estará en su finca en Palenque escribiendo sus memorias; ¡vaya!, si esa es su intención, resulta muy raro que ande tan movidito.
O no es tan raro. Es bien sabido que el señor es taimado, pícaro, tunante, bribón, y no son insultos, quede claro, es solo tratar de describir su actuar político, propio de quien es astuto, disimulado y pronto en advertirlo todo (dice el diccionario). Y como así es y bien lo saben -y lo han sufrido-, los que han confiado en él (Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Navarrete, Rosario Robles y tantos, tantos más), pudiera ser que esta tolvanera de iniciativas y disparates, tengan el propósito de encubrir algo y sean un desesperado y tardío intento de blindarse él y los suyos, y al mismo tiempo, conseguir la manera de ofrecer protección a aquellos de sus colaboradores que en caso de apuro (a partir del martes 1 de octubre próximo), pudieran verse tentados a informar de las cosas que se cocinaron en Palacio, tratando de negociar así, no ser hospedados en algún Centro de Readaptación Social (irse al bote, pues).
Y sí, tratar de quitar a la Corte la facultad de anular leyes inconstitucionales con efectos generales, le vendría como anillo al dedo para otorgar amnistías individuales no solo a sentenciados en firme sino a quienes estén bajo proceso por cualquier delito (y nada más por eso, ya es inconstitucional su iniciativa, la amnistía se otorga para delitos específicos claramente definidos en ley que emite el Legislativo).
Mientras el país se alborota por el atraco al ahorro individual (Afores), el país se distrae. Se distrae también mirando al Presidente pleitear contra otros países. Se distrae con su defensa del Zaldívar, sus ataques a la Suprema Corte, sus insultos a periodistas, su cobijar a los impresentables de su gobierno y su entorno familiar… y tantas cosas más que invaden los titulares de la prensa y acaparan la atención del respetable. Sí, el Presidente nos trae como perico a trapazos… mientras, irremediablemente enfrenta el hecho de que se le está acabando su tiempo en Palacio.
No le pasa a los que tienen pasta de hombres de Estado. Le pasa a los que llegan a puestos de inmenso poder como la presidencia, sin las cualidades necesarias y enloquecen, actúan como si seis años fueran para siempre, como si su palabra fuera eternamente primera y última, se ensoberbecen a tal grado que se enceguecen… hasta que el maldecido calendario les hace caer en cuenta de que ya les queda muy poco con el pandero en la mano y entonces, hacen dos cosas: tratar de imponer como sucesor a alguien que creen que van a controlar o al menos los va a respetar; y a las volandas intentan arreglar sus desaguisados para borrar rastros de agravios, injusticias, abusos, desatinos, arbitrariedades y fechorías.
Los expresidentes de la república, por conveniencia política del país, son intocables. Pero eso no les alcanza para detener el juicio público de nosotros los del peladaje y eso les duele en el alma, porque durante el breve tiempo que tuvieron el poder, fueron reyes absolutos y de un minuto a otro, pasan a la nada. Y tampoco les alcanza para impedir que a sus cercanos, cómplices o no, los triture la ley (no olvidar nunca a Raúl Salinas de Gortari, 10 años preso).
El problema es inmenso cuando uno que está en vísperas de entregar el poder, sabe que sí fue cómplice de cosas inconfesables de sus subordinados y cercanos. En estos casos, se hace esencial, en primer lugar, hacer que gane su candidato, su delfín, confiando en que podrá moderar las penas de ser expresidente; de ahí la obstinación del Presidente en repetir que doña Sheinbaum va a ganar sin duda, por eso la catarata de encuestas a su favor, la desequilibrada cobertura de prensa, rogando a la corte celestial que vote menos gente. También por eso, la urgencia en conseguir otorgar amnistías (él o ella). Y por lo mismo su pregón de que se gane la mayoría de dos tercios en el Congreso.
¡Pobre hombre!, no sabe que Dios no concede caprichos ni endereza jorobados.