Jesucristo: Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Hoy domingo venticuatro de marzo es Domingo de Ramos y en los días venideros, quienes creemos en Cristo conmemoraremos la Semana Santa, las ceremonias en memoria de su sacrificio y de su vida hace cosa de dos mil años atrás. En sentido estricto se conmemora su resurrección, un acontecimiento más importante incluso que su nacimiento.

De Jesús es polémico hablar. La fuerza de su presencia es inocultable pero existen infinidad de perspectivas. Hoy, esta columna se pone una vez más, introspectiva y comparte una reflexión sobre el personaje.
Conocí de Jesucristo por mis padres, por mi abuela también. Era un personaje etéreo -sutil, sublime, intangible-. Demasiado divino para convertirse en ejemplo. En alguna ocasión, tendría yo unos quince años, no más de dieciocho, mi padre me dio a leer un libro de Vicente Leñero que marcó un antes y un después en mi forma de entender al predicador de Judea; recuerdo como el título fue lo primero que llamó mi atención, “El Evangelio de Lucas Gavilán”. Lo segundo que me atrapó fue el nombre y el perfil del protagonista, Jesucristo Gómez -acaso un pariente lejano-, de oficio albañil en la zona de Iztapalapa.
La lectura fue una tremenda y estimulante sacudida: un Cristo vivo y cercano -Un Cristo chilango, un Cristo mexicano- cuyos milagros no eran cosa divina sino más bien una combinación de convicción, acción y persuasión. Un tipo encabronadamente ejemplar. Permítaseme estimados quince lectores reseñar sucintamente algunos elementos de la obra:
Este Jesucristo no nació en un pesebre, nació en el portal de una vecindad pobre cerca de los tiraderos de basura en la periferia de la capital mexicana y al hacerse adulto y entender su “misión” reclutó a sus apóstoles no entre pescadores sino entre pepenadores de esa misma zona. Hasta aquí, el cambio es únicamente de escenario y contexto, de época. Lo mejor son sus milagros. Comparto el que más me impactó, mi favorito:
En la versión original, la biblia presenta la historia de una mujer moribunda para quien piden a Jesús el milagro de salvarla. Leñero aterriza el milagro, le quita lo divino y lo hace tangible:
Vecinos enterados de que Jesucristo el albañil es un gran “resolvedor de problemas”, se acercan para pedirle apoyo y así salvar a la enferma. Jesús pide que la suban a un taxi y de prisa se trasladan a la clínica más cercana, una clínica del IMSS. Al llegar, la señora es rechazada por no ser derechohabiente. Es pobre y carece de acceso institucional a la salud. Pobre y sin derechos. Aquí inicia el milagro: el albañil se avienta una profunda conversación con el director de la clínica, hablan de amor al próximo, de justicia, de derechos, de humanidad. El milagro de Cristo se concreta, el director de la clínica se convence de que lo importante no es la burocracia sino la vida de una persona en riesgo. Sin importar derechohabiencias se le atiende y se salva. Ese es el gran milagro del Cristo de Iztapalapa.
Y así el resto de la historia hasta la muerte y la resurrección. Un Cristo vivo y cercano. Un prójimo al cual podemos seguir el ejemplo. El texto -por si ocupan- se consigue en versión electrónica en Telegram fácilmente.
Felices Pascuas adelantadas. Este columnista vuelve a las andadas hasta el domingo siete.

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Pregunta para vacaciones 2. ¿Por qué habiendo tanto cantante chiapaneco talentoso -Quique Virrueta, César Gandhi, Reyli Barba por ejemplo- el señor Luis Armando Melgar lleva de suplente a el guerrerense Erasmo Catarino?

Pregunta para vacaciones 3
¿Atraparon al hacker que falsificó la voz del gobernador de Sinaloa para difamarlo poniendo en su boca las atroces declaraciones en las que señala que un multisecuestro como el de esta semana “son cosas que pasan pero la autoridad no está rebasada” en su entidad? Vaya afán de calumniar.

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