Sr. López
La prima Olguita salió como su mamá, tía Olga: pasada de guapa. Pero la prima era de muy pocas pulgas tratándose de donceles que la pretendieran. Tía Olga se preocupaba y le decía que se iba a “quedar”, porque de veras se pasaba. Hágase una idea: uno que logró la hazaña de ser su novio, un día fue por ella para ir a tomar un café (con chaperón, años 50 del siglo pasado), pero el muchacho salió por delante y Olguita desde adentro de su casa, nomás cerró la puerta (no le dio el paso: ¡abur por siempre!).
Ella es la que el día de su boda, plantó al novio al pie del altar porque pocos días antes, el casi marido, le dijo “de futbol no opines”. Sí se casó, claro, a los 23 (grandecita en esos tiempos), tuvo hijos y a buena edad (de ella), falleció su marido, como hacen los buenos maridos; la dejó guapa. Pero la vida las cobra todas y a la viuda Olguita, la hizo ver su suerte un señor que era un caballero modelo de buenas maneras… y malas mañas. ¡Qué caro pagó Olguita las que se comió! Otro día le cuento.
A principios del 2018 se publicó “Cómo mueren las democracias”, de Steven Levitzky y Daniel Zibilat, profesores de Harvard especializados en sistemas políticos, el primero de América Latina, el segundo de Europa.
El del teclado no leyó el libro (la colonoscopía democrática le da pereza), pero lo comentaron gentes muy serias: en El Financiero, Macario Schettino, el 23 de enero de 2018; Ernesto Tenembaum en El País (de Argentina), el 1 de febrero del mismo año; y en el Reforma, Roberto Newell, el 12 de abril… sí, del 2018.
Este menda dio cumplida lectura a esas sesudas recensiones, por el morbo que le causa el estado de gravidez de La Patria (la señora de la portada de los libros de texto gratuitos), cuyo próximo alumbramiento está programado para el 2024 (casi seguro es niño, Adán Augusto le van a poner… si los militares no siguen trompudos con él por el informe de Ayotzinapa, que es por eso que anda defendiendo al ejército con tanto garbo, estado por estado; Claudia sonríe, ¡qué nervios!).
Para saber si la democracia de un país está en riesgo de ir a cuidados intensivos, dicen los autores, lo primero es que el marco legal-institucional permita el acceso al poder a candidatos antisistémicos entendiéndose por eso -en el libro-, a los demagogos (si es usted muy de detalles, léase “Movimientos antisistémicos”, de Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi, Terence Hopkins, Ediciones AKAL, 1999); “antisistémico” es un concepto muy vasto, que va de anarquistas a ecologistas, pero en el libro se refieren a esos de pelaje para nosotros tan conocido, los demagogos.
Es el mayor riesgo para la democracia porque el demagogo, ya instalado en el poder, se dedica a desacreditar, arrinconar, atemorizar, controlar las instituciones democráticas para mangonearlas como dicten sus sagradas gónadas (para no escribir una vulgaridad). Schettino dice: “(…) las democracias mueren a través de las elecciones, cuando los nuevos gobiernos atacan a los árbitros, compran a los actores neutrales y alteran las reglas electorales”. Sí, ya no está muy de moda matar a la democracia mediante golpes de Estado militares. Y no se le pase que ahorita en México estamos por ver cómo reforman-alteran a nuestro INE. No se le pase.
Y no es novedad, así, usando la estructura democrática de sus países, le hicieron Hitler y Mussolini, que ya en el poder, acomodaron en decúbito supino al poder legislativo y judicial de sus países para darse su gusto; y otros como Chávez en Venezuela (al que se desea sea vecino de perol de Fidel Castro en los reapretadísmos infiernos).
El libro en su momento, fue dirigido al tal Trump (que entonces estaba en el poder), insistiendo los autores en que era un riesgo real para la democracia yanqui, como probó su intento de impedir que Biden asumiera el cargo, con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021; y también así califican a don Putin en Rusia… no andaban errados.
Otra cosa es detectar a los personajes de esa calaña, con tendencias autocráticas. Para eso recomiendo responder las cuatro preguntas que en su obra “La quiebra de las democracias”, plantea Juan Linz, sociólogo y politólogo español, catedrático de Yale:1) ¿Rechaza las reglas democráticas del juego?; 2) ¿Niega la legitimidad de sus oponentes?; 3) ¿Tolera o promueve la violencia?; 4) ¿Indica deseos de limitar las libertades civiles de sus oponentes, incluyendo a los medios?Según Linz, un político que cumpla con UNO SOLO de esos cuatro requisitos, es un peligro para la democracia.
¿Quién mandó al diablo las instituciones y dice no confiar tampoco en las organizaciones ciudadanas? (una); ¿quién dice que todos, menos él, son parte de la mafia del poder y que sus opositores son todos igual de corruptos? (van dos); ¿quién tiene un discurso de permanente violencia verbal y cuando hay violencia criminal se muestra comedido y no la rechaza? (van tres); ¿quién vive peleando contra la prensa? (el Reforma para él, es prensa ‘fifí’; El Universal es “el pasquín del régimen”)… a ver ¿quién?Piénsele: ¿quién dijo -el 21 de agosto del 2017- que las fuerzas políticas que rechazaban acompañarlo rumbo al proceso electoral de 2018, formaban parte de la mafia del poder? (cuando Movimiento Ciudadano declaró que no iría en alianza con Morena para la elección presidencial).
Ése, el mismo que siendo Jefe de Gobierno del D.F., tomó por la fuerza dos veces a la Cámara de Diputados federal, con sus asambleístas, coordinados por el tal Martí Batres, entonces subsecretario de Gobierno, para impedir la votación de reformas constitucionales que no le parecían bien… sí, señor, ¡ése!En “Cómo mueren las democracias”, se refieren a México (no olvide, es de principios del 2018), diciendo que quien más daño ha hecho en nuestro país a la confianza pública en la democracia es… (redoble de tambores)… ¡sí!: Andrés Manuel López Obrador. No dicen puede hacer, no, dijeron ha hecho.Qué caro podemos acabar pagando nuestra anemia cívica, nuestra indolencia electoral.