Fallarle a la historia: La Feria

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Sr. López

En la familia materno-toluqueña nadie tenía duda de que el peor marido del mundo era tío Alfredo, quien encima de todos sus defectos, era pobretón y tuvo a bien enfermarse largamente y hacer cama varios años. Una tortura para tía Luisa y sus cinco hijos. Y él creía que era maravilloso como marido y padre, tanto que siempre decía: -Me van a extrañar… cuando les falte van a ver lo que perdieron –hasta que Luisa su hija mayor, harta, un día le dijo: -Danos gusto en algo, papá, nos urge extrañarte –y sí, les dio gusto. Y fueron muy felices.
Ya hemos comentado de las varias frases que se atribuyen a Benito Juárez y no son de él, en particular la que termina con lo de “el respeto al derecho ajeno es la paz”, que usó en su manifiesto a la nación fechado el 15 de julio de 1867, día de su entrada triunfal a la Ciudad de México, y como ni sospechaba que iba a acabar siendo estatua, no citó al creador del concepto, Emanuel Kant, en su obra ‘La paz perpetua’; para ni mencionar que 21 años antes, en 1846, la había dicho Melchor Ocampo, al defender en Oaxaca su iniciativa para aplicar aranceles a la iglesia. Pero es largo de contar, la noción viene desde Santo Tomás de Aquino, unos siete siglos antes. Otro día, con tiempo.
La que sí es de Juárez la escribió en su carta a Maximiliano, cuando lo mandó a volar porque el emperador de juguete le mandó recado de que lo invitaba a formar parte de su gabinete. Al final de su elegante respuesta, muy respetuosa, por cierto, Juárez anotó:
“Es dado al hombre, señor (…) hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”.
No hay constancia de qué reacción tuvo el bobo de Maximiliano, pero ha de haber hecho muina. En fin.
Suena bien: “el fallo tremendo de la historia”, entendido fallo como sentencia. El fallo de la historia, aunque no exista esa señora, doña Historia.
Entre los que saben que son una birria como gobernantes, no es raro que digan eso de que se someten al “juicio de la historia”. ¡Qué fácil!
Busque y rebusque en las biografías de los grandes personajes y los mejores hombres de Estado y no va a encontrar que se anden sometiendo al juicio de la historia. Eso es un recurso facilón: “Como sé que ya no me aguantan, que les caigo gordo y conocen mis bellaquerías, ¿saben qué?, me limpio con la opinión de ustedes y me someto a lo que piensen después, otros que no me conocieron ni me tuvieron que aguantar”. Muy cómodo.
Y entre aquellos gobernantes que han sido cuestionables, también los hay que no acuden a semejante atajo ético, el “juicio de la historia”. Le pongo un ejemplo con uno de nuestros personajes muy vilipendiado: Gustavo Díaz Ordaz, un presidente que en su momento fue merecedor de injurias y reclamos justos, pero que no era ni tonto ni cobarde y asumió el terrible suceso del 2 de octubre de 1968, diciendo: “(…) asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”. Es distinto, asumir la responsabilidad ante la historia y estar listo a quedar consignado en ella como una facha, a andar sugiriendo que ella lo absolverá. No, a lo hecho, pecho.
Sin embargo, sí es cierto que al paso del tiempo, con mejor acceso a fuentes de información, con la aportación de analistas e historiadores, aquietadas las pasiones y asentados los polvos de tantos lodos, se consigue obtener una idea más objetiva y cercana a la verdad de los acontecimientos pasados y el rol desempeñado por sus protagonistas. Si a eso le acomoda llamarlo el “juicio de la historia”… bueno, úsela como metáfora, alegoría. Tampoco pasa nada.
Contra lo que pareciera, no se refiere su texto servidor al Presidente actual de México, muy aficionado a someterse al “juicio de la historia”, como hizo desde 2005 en su discurso ante los diputados cuando lo del desafuero y en varias otras ocasiones durante su gobierno. No. Se refiere este menda a sus corcholatas.
No hay uno de los cuatro (el Noroñas y el Velasco, no cuentan), que parezca tener conciencia de lo que están haciéndole a su propia imagen ante la historia. Se prestan a un mal disimulado fraude a nuestras leyes electorales, aspirando a la candidatura presidencial, sin rubor ninguno de que en caso de ganar los comicios y verse en el trance de jurar el cargo de Titular del Poder Ejecutivo, ante el Congreso General (que así se llama cuando se reúnen senadores y diputados federales), se verán obligados a decir: Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen (…).
¿Con qué cara?, después de haberse bailado el zapateado en las leyes para conseguir que el sacro dedo presidencial, eligiera uno como candidato. Escribió ayer Jorge Castañeda: “Los candidatos no son candidatos, los mítines no son mítines, las giras no son giras, los espectaculares no son espectaculares, el proselitismo no es proselitismo, las avanzadas y séquitos no son avanzadas y séquitos, los aviones no son aviones y los acarreados no son acarreados. Nada es cierto, pero todo es tolerado por el INE renovado y aplastado: en una palabra, castrado”. Duro pero cierto. Todo es mentira y así, sobre una inmensa mentira construyen su historia.
Hablando del juicio de la historia. Ayer Reforma informó que un grupo de senadores republicanos en los EUA, urgió a la Administración Biden imponer sanciones contra funcionarios mexicanos ante la falta de acción del Presidente Andrés Manuel López Obrador en el combate al narcotráfico, así como por su política de socavar la cooperación antidrogas con Estados Unidos. Mal asunto. El tío Sam es despiadado.
Mientras, en Palacio, el Presidente preparaba con 22 gobernadores y su gabinete, el festejo del quinto aniversario de su triunfo electoral. Bonito.
No hay fallo de la historia lo que sí existe es fallarle a la historia.

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