Facturas pendientes: La Feria

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Sr. López

Allá por los años 50 del siglo pasado, conseguir el divorcio en México no era cosa sencilla; y si era la esposa la que lo solicitaba, era una proeza, por el machismo oficioso de entonces. Y así fue el divorcio de los tíos Palamedes y Norma, ella del lado paterno autleco de este menda y él, hijo de un tal Nauplio, que cobró venganza por su nombre al registrar a su hijo. Como sea, duró largos años el proceso y tío Palito (ni modo de llamarlo por su nombre), se dedicó a amargarle la vida a tía Norma, diario. Pero no hay plazo que no se cumpla y por fin, el abogado del tío le informó que en cosa de días el Juez emitiría la disolución del vínculo, dándole a ella la mitad de la casa escenario de las hostilidades. El día que iban ante el Juez, se fueron cada quien por su lado, ella salió temprano y él, después. Al regresar felizmente divorciada, tía Norma se encontró a los bomberos frente a su casa, totalmente calcinada. El tío no sabía perder.
Sabida es la habilidad de nuestro Presidente para cosechar enemigos. Cierto es que los tiene y de diverso pelaje, pero hay otros que no son pero él los clasifica como tales. No es maña adquirida en Palacio, no, ya desde antes es su afición señalar a quien le viene en gana, como enemigo personal de él. En su libro ‘La mafia que se adueñó de México… y del 2012’, editado por Grijalbo en 2010 (sí, dos años antes de su siguiente postulación a la presidencia de la república), hace un recuento devastador de los males nacionales de entonces y los atribuye a los neoliberales priistas que desde 1982 (Miguel de la Madrid), se entregaron a “un grupo internacional de potentados, que se sienten dueños del planeta (para) dominar a los estados nacionales y apoderarse de los recursos naturales y de los bienes de la inmensa mayoría de los seres humanos”. Y concretó su señalamiento escribiendo: “(…) son 30 personajes en total, 16 hombres de negocios, once políticos y tres tecnócratas, todos encabezados por Carlos Salinas de Gortari”. ¡Jesucristo-aplaca-tu-ira!, bendito Dios por mandarnos a Andrés Manuel López Obrador a salvar la patria.
Cuando presentó el libro ese, ya calentando motores para su siguiente campaña presidencial, le puso nombre a esos conspiradores: “Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Germán Larrea, Alberto Baillères, Jerónimo Arango, Emilio Azcárraga, Carlos Peralta”, entre los empresarios y de los políticos, mencionó a Diego Fernández de Cevallos, Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones, Elba Esther Gordillo, y como tecnócratas puso el dedo a Francisco Gil, Guillermo Ortiz y Pedro Aspe.
Estará usted pensando que se moderó al llegar a la presidencia en 2018 y sí, se moderó, tanto que ya viendo que podría ganar, declaró que si llegaba a Presidente de la república buscaría trabajar de cerca con algunos empresarios, entre los que estaban esos malditos. Bueno, es de sabios rectificar.
Y sí, el Presidente consiguió que el empresariado se porte amigablemente con él y su gobierno, que vaya a desayunar tamalitos en Palacio y le compre cachitos de la Lotería, sin que tenga nada que ver que buena parte de la iniciativa privada en nuestro país depende en gran medida del gobierno que es el regulador que les puede entorpecer toda su operación y les otorga contratos y pedidos de compra, nada despreciables, aunque sigan clamando por un estado de derecho, derecho, y más certezas oficiales para incentivar la inversión. Como sea: los empresarios, los grandotes, incómodos no están con la 4T.
Tal vez por eso y porque nuestro Presidente “no se halla” sin enemigos, es que se buscó nuevos: la clase media, los universitarios, la prensa, los papás de niños con cáncer, el INE, el Poder Judicial, las feministas, los diputados y senadores que no votan a favor de sus iniciativas (“traidores a la patria”, les llama), y ahora desde este fin de semana, los militares y sus familias que no están de acuerdo con su conducción de la lucha por recuperar la seguridad pública que básicamente consiste en ofrecer abrazos a los delincuentes y cárcel a los soldados… ¡cuánta incomprensión!
Lo que sí es novedoso es que ahora veamos a nuestro Presidente contestando a políticos de medio pelo (y de dos tercios de pelo), de los EUA, que andan muy habladores contra las políticas de su gobierno respecto de la delincuencia organizada, cosa que pudo encargar a un Director de la Cancillería o a alguno de los cónsules de México en ese país, ni siquiera al secretario de Relaciones Exteriores, Ebrard, ni a Esteban Moctezuma, nuestro embajador en Washington. Digo, para marcar distancias. Pero, no se vaya a decir que es sacón: él personalmente les contesta, con la confianza que le da saber que son guerras de babas sin consecuencias, que lo importante es lo que decida Joe Biden que ya dijo que no se va a meter con México (ni loco, para que lo inundemos de migrantes).
Ojalá alguno de los cercanos al Presidente le hiciera reflexionar en que entrega el poder dentro de un año, seis meses y quince días, el último de septiembre de 2024. Puede parecer mucho si está uno sufriendo un dolor, pero es nada desde la cumbre política nacional. Y peor: en México cambia el viento político en cuanto hay Presidente electo, cosa que sucederá en junio del 2024, que es cuando ya se tiene que inventar la solicitud de citas para que el Presidente en funciones crea que sigue en funciones; que es cuando todos los integrantes de esa nata que compone el poder verdadero, ya corteja al que será el próximo.
Lo que será nuevo en este sainete de la política nacional, es que este Presidente dejará La Silla, dejando públicamente un buen número de humillados y ofendidos, nacionales y extranjeros. Mala cosa.
Eso deberían decirle al Presidente los de su confianza, que arregle las cosas ahora que todavía tiene poder. Y si cree que va a blindarse incendiando la pradera política, para aparecer como el único capaz de meter en orden al país, que alguien le recuerde que en política nunca quedan facturas pendientes.

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