Sr. López
Decía la abuela Elena que su tío Pancho era un señor muy tranquilo, muy decente, allá en el Autlán de principios del siglo pasado. Y también decía que nadie imaginó que iba a liarse a tiros con unos que le invadieron su rancho… y que mató a “algunos”, decían que 14. Lo bueno es que era muy tranquilo.
Para empezar, hay diferencia entre decir “guerra entre Rusia y Ucrania”, que “la invasión de Rusia a Ucrania”. Es distinto.
Como todo lo que sucede por esos rumbos, los actuales sucesos tienen mucha historia o más bien dicho, muchas historias. Lo de Ucrania (que significa “tierra fronteriza”), empezó en el año 882 (sí, hace 1,141 añitos), con la Rus de Kiev – federación de tribus eslavas-, que un siglo después era el país más grande y poderoso de por allá. Vale anotar que la palabra Rusia, viene precisamente del Rus ucraniano, y que Ucrania era conocida hasta el año 1349 como «Regnum Russiae» (Reino de Rusia).
Como sea, luego de muchos achuchones, Ucrania se desmembró entre la República de las Dos Naciones (Polonia-Lituania), los imperios austrohúngaro, otomano y el ‘zarato’ ruso (idea de Iván el Terrible en 1547). Muchos conflictos después, al triunfo en 1917 de la Revolución de Octubre, los bolcheviques rusos forzaron a Ucrania en 1919, a volverse la República Socialista Soviética de Ucrania, y en esa calidad desde 1922, miembro de la Unión Soviética (pero independiente, Estado soberano aunque alineado a la entonces URSS).
Y no pasemos por alto que las atinadísimas políticas de la URSS provocaron en Ucrania la Gran Hambruna, el Holodomor en ucraniano, en la que no se sabe si murió un millón y medio o cuatro millones y con fuertes indicios de que fue provocada por Stalin para purgar a Ucrania de independentistas. ¡Caramba!
Luego pasó lo que pasó: colapsó la URSS en 1991 y el 8 de diciembre de ese año, representantes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania (Ucrania después de un referéndum masivo), firmaron un tratado, el de Belavezha, declarando su separación de la URSS, con fundamento en el artículo 72 de la Constitución de la Unión Soviética, que reconocía el derecho de las repúblicas a separarse libremente de la URSS. Como detalle de buenas maneras, se lo informaron con un telefonazo a Mijaíl Gorbachov, el presidente de la Unión Soviética que prefirió renunciar el 25 de diciembre del mismo año y el mundo atestiguó por televisión como se arriaba la bandera de la URSS en el Kremlin. Aquí se rompió una taza…
Ya casi llegamos a la situación actual. En marzo de 2014 Rusia se anexionó Crimea y Sebastopol, que eran y son parte de Ucrania. Don Putin se montó en su macho y se robó esos territorios, enviando a sus tropas sin insignias rusas en sus uniformes (¡qué ingenioso!), y lo hizo violando tres tratados con Ucrania y el Memorándum de Budapest de 1994, firmado por Rusia, los EUA y el Reino Unido (China y Francia se adhirieron cada uno por su cuenta), que daba garantías de seguridad a Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania, frente a las amenazas o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de esos países. Nadie acepta ni aprueba ese robo del Putin. La ONU lo condenó, igual la Unión Europea y los EUA, claro.
Luego el Putin, tan fresco, ordenó el 24 de febrero de 2022, la invasión de Ucrania con entre 175 mil y 190 mil soldados, bombardeando ciudades, vías de comunicación y aeropuertos. Es la primera invasión de ese tipo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial (así de gordo es el asunto).
La invasión es condenada internacionalmente: la Asamblea General de la ONU aprobó una Resolución (la ES-11/1), condenando la invasión y exigiendo la retirada total de Rusia; la Corte Internacional de Justicia, lo mismo; el Consejo de Europa expulsó de su seno a Rusia. Muchos países impusieron sanciones a Rusia y a su aliado, Bielorrusia, y abastecen a Ucrania con armamento y ayuda humanitaria; esto, sin contar las más de mil empresas que reprueban la invasión y salieron de Rusia y Bielorrusia. Encima, la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra Putin en marzo de 2023, por crímenes contra la humanidad, por ejemplo, el secuestro de niños ucranianos (si lo puede usted creer).
Putin imaginó que la invasión a Ucrania sería un de día de campo, pero se topó con un ejército que siendo infinitamente inferior, lucha hasta el último aliento y los ha hecho fracasar en la toma de su capital, Kiev, paralizó los avances rusos y ya lanzó una contraofensiva, que ha evidenciado que las tropas rusas no tienen motivación, porque los rusos no son así, Rusia no es así y al menos en su historia moderna no invaden y por el contrario, son el martillo mundial contra invasores (pregúntenle a Napoleón y Hitler). No son verdugos y son insistentes los informes de los casos en que las tropas no obedecen a sus mandos, asumiendo terribles consecuencias.
… pero ¡hay un Dios!, la Canciller de la 4T, Alicia Bárcena en su primera visita a Washington se reunió con su homólogo, el secretario de Estado Blinken y otros altos funcionarios. Luego tuvo una charla en el Atlantic Council (un “think tank” yanqui), y ahí condenó la invasión y les dijo como solucionar lo de Ucrania. Sí señor, les dijo:
“Tenemos que dejar de hablar de guerra y comenzar a hablar de paz. Estas armas que van constantemente a Ucrania no ayudan porque hacen que el conflicto empeore”; y opinó que Ucrania y Rusia ya es momento de que “se sienten” y encuentren maneras para lograr un “alto el fuego o un cese de hostilidades”.
Tan fácil; que cese el apoyo a Ucrania y que se sienten a platicar. Una mesa de negociación modelo 4T recargada, claro. No se entiende que no se le haya ocurrido antes al mundo.
Luego de sus críticas le contestó “un” vocero del Departamento de Estado, defendiendo el derecho de los EUA a enviar ayuda militar para que se defienda Ucrania. Faltaba más.
Doña Bárcena no sabe o hace que no sabe que Rusia pone como condición para la paz, la capitulación de Ucrania o sea, que se dejen robar su territorio. ¡Fácil!