¡Eureka!

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LA FERIA/Sr. López


Tía Jose (Josefina), era especialista en evitar discusiones… y muy lista. Como su marido, tío Luis, no era la personificación de la generosidad (era tacaño), nunca aceptó que le diera “gasto” (en esos tiempos se llamaba así al dinero que cada día daba el señor de la casa a la señora -de la misma casa, se entiende-, para la compra y los gastos). Ni un quinto le recibía. Él iba al mercado, pagaba a la “muchacha” y todo lo demás. Así, el que se quejaba de que todo estaba más caro, era él y ella la que decía: -Cuida el dinero, que no lo barres –y tan tan.

Gente con la cabeza en su lugar, dedicados a sus cosas y sin saber ni lo más básico de economía (a diferencia de este menda que sabe lo más básico… bueno, menos), se pregunta por qué hay pobreza en el mundo, si sería tan fácil que el gobierno de cada país, repartiera dinero a los pobres para que gozaran de una vida cuando menos de clase media.

Si se les pregunta de dónde saldría el dinero, contestan “que lo haga el gobierno”, total, los gobiernos hacen el dinero, ¿o no?… que impriman más billetes, los repartan y ¡listo!… pues sí, pero explicar cómo se calcula la cantidad de dinero, billetes y monedas, que debe estar en circulación sin que haya una inflación galopante -subidas incontrolables de precios-, ya no es tan fácil.

Con la inflación desatada el dinero pierde su valor; un ejemplo: en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial, para pagar las reparaciones de guerra impuestas en el Tratado de Versalles, el gobierno alemán se puso a imprimir billetes -marcos-, sin respaldo en oro (ni en producción, que no se estilaba)… y un pan que en enero de 1923, costaba 250 marcos, diez meses después, en noviembre, se vendía en 200 mil millones de marcos. Imagínese el despelote, la gente salía con carretilla de albañil, cargando pacas de billetes… para comprar un pan (corriendo, porque los precios subían por hora, por minuto).

Por eso los gobiernos cuidan cuánto dinero imprimen, porque entre más circulante, más suben los precios -siempre-, y a lo que está circulando -en los bolsillos de la gente-, hay que sumar el dinero que está depositado en bancos (números en un papel), para ser retirado en cualquier momento por sus dueños (en billetes reales); más las cuentas de ahorro, más las reservas bancarias -aceptaciones- para tener listo el dinero para pagar algo -clásico en comercio exterior, una letra de cambio emitida por un comprador para pagar a un vendedor, cuando le surta el pedido-; junto con los grandes depósitos a plazo de los bancos y los “instrumentos” de corto plazo; sin olvidar el “agregado monetario” que son billetes físicos más las cuentas de los depósitos en los Bancos Centrales… facilito no es. Los economistas le saben pero aun entre ellos hay airadas discusiones, no es de enchílame otra.

En México después de varias metidas de pata y la que nos llevó a la crisis económica de 1994 (cuando el “error de diciembre” de Zedillo), parece que nuestro gobierno aprendió la lección y hemos tenido moderadas inflaciones (pérdidas de valor del dinero).

Tal vez lo único que hizo bien el gobierno federal anterior fue eso: no tontear con el Banco de México, el mero encargado de impedir inflaciones bíblicas.

Eso importa en serio y de siempre. La inflación fuera de control, no las invasiones bárbaras, es uno de los elementos principales que contribuyeron a la caída del Imperio Romano. Y trataron de contenerla, primero se le ocurrió a Diocleciano en el año 301 d.C., imponer controles de precios a 1,300 productos -y a la mano de obra para producirlos-, causando la desaparición instantánea de las mercaderías (los comerciantes nunca son tontos), y el empobrecimiento de los trabajadores, sujetos a un salario de ley, mala idea; luego Constantino, por ahí del año 324, se puso vivo y decidió una reforma monetaria, creando el “solidus”, el “sólido”, moneda de oro puro con valor real, pero era tarde, no había suficiente oro para solventar los gastos siderales del gobierno y sus ejércitos… y se les desmoronó el imperio.

Pero siempre hay alguien creativo que propone (¡idea!), que si ponerse a imprimir dinero es suicida, que se aumenten los salarios por ley, solo a los más pobres. Se llama salario mínimo. Si hay pobres en México, que se suba el salario mínimo al nivel de ingreso de la clase media y ¡listo!, ¡ahora sí!… México sin pobres… ¿sí?, pues no.

La Constitución de 1917 (artículo 123, fracción VI), creó el salario mínimo de alcance nacional, claro. No le vaya a creer a los apasionados que hay por ahí, que fuimos pioneros en eso, no, el salario mínimo se inventó a fines del siglo XIX en Nueva Zelanda, luego en parte de Australia y por ahí de 1909 en el Reino Unido. ¿Se acabó la pobreza?, no, sí se impidieron abusos de algunos, pero pobreza había y hay. No quiere uno raspar su candor patriótico pero en México, también, con salario mínimo por ley desde enero de 1934, hay pobreza.

Ahora está de moda entre cuatroteros convencidos, presumir lo mucho que ha subido el salario mínimo desde que están en el poder. Y es cierto, ha subido mucho y sin provocar inflación, pasó de 88 pesos al día en 2018, a 248 pesos diarios en 2024, un nada despreciable 113%… y hay pobres. La subida de ese salario puede ser un asunto de justicia, pero no remedio de nada.

La población económicamente activa (PEA), en edad de trabajar, en México, son 61.4 millones de personas (más o menos), el 31%, según el Inegi en su Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ganan salario mínimo, unos 19 millones de tenochcas. Muy bien, pero el 54.2% de la PEA, o sea, unos 33 millones, trabajan en la informalidad, sin salario de ley, sin prestaciones sociales, sin nada: su lanita del día y ¡abur!

No es con salario mínimo ni programas sociales -cuantimenos socialistas-, que vamos a eliminar la pobreza. No. La única posibilidad es dejar de combatir la pobreza y fomentar la creación de riqueza. Con más ricos, más fuentes de empleo. Entre más ricos, menos pobres. Diría Arquímedes: ¡Eureka!

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