Sr. López
Gallardo doncel fue a pedir la mano de la prima Lucrecia, allá en Autlán. Su papá, tío Macro, ese que estaba hecho a marro, le dijo que por él sí, pero le advertía que su hija estaba enamorada de otro que la dejó plantada. El pretendiente, enceguecido por la belleza de Lucrecia y ya apalabrado con ella, insistió. Fueron muy infelices. Una vez que se quejó el desdichado, tío Macro le dijo: -Aguántese, bien sabía que esa yegua tenía jinete –y se aguantó.
Supongamos que ya pasó el 2 de junio del próximo año. No, mejor vamos a suponer que ya estamos en el 1 de octubre del 2024 y que asumió el cargo de presidenta de México, Claudia Sheinbaum. No se encorajine, es suposición. Fíjese:
Lo primero que tal vez debería hacer doña Sheinbaum, desde antes de asumir el cargo, como Presidenta electa, sería poner a trabajar a algunos de los suyos en el Congreso y los medios de comunicación, para impulsar la idea de eliminar de nuestra Constitución la revocación de mandato. Pero rapidito, sin medias tintas (ni zigzagueos), tiene que, debe de, quitarse de encima de la cabeza esa espada de Damocles.
La espada de Damocles, nunca mejor dicho, tanto, que acomoda contar a grandes brochazos la leyenda del tal Damocles (si la quiere completa, ahí búsquese ‘Disputaciones tusculanas’ -‘Tusculanae Quaestiones’, V, 61-62-, de Cicerón, está editado en español por la UNAM; o las Odas de Horacio; ambos copiones del historiador griego Timeo de Tauromenio, al que no dieron su debido crédito por inventarse ese cuento allá por el siglo III a.C.).
Como sea: el Damocles era miembro de la corte del sanguinario, todo poderoso, tiránico y afamado por desconfiado rey de Siracusa, Dionisio ‘El viejo’. Bueno, pues Damocles vivía adulando al Dionisio, pero a ‘El viejo’ le molestaba tanta coba que embozaba una enorme envidia. Entonces para darle una lección inolvidable, Dionisio le dijo al Damocles que lo dejaría ser Rey por un día para que disfrutara de todo lo que él gozaba. El Damocles le arrancó la palabra al Rey.
Al siguiente día, Damocles ocupó el trono, toda la servidumbre lo obedecía; mandó que preparan un gran banquete y lo pasó en grande el Damocles (había muchachas… y muchachos). En plena francachela, Damocles vio hacia arriba y se le bajó la borrachera: colgaba sobre su cabeza una gran espada sostenida por un pelo de la crin de un caballo. Dijo a Dionisio que ya no quería estar en su lugar, pero el rey lo obligó y Damocles tuvo que seguirle pero atenazado de miedo, sin disfrutar trono, ni banquete ni chamacas (eran chamacos).
Por eso nuestro diccionario, con precisión y economía de palabras, define ‘espada de Damocles’ como “amenaza persistente de un peligro”.
Bueno pues doña Sheinbaum que de tonta no tiene un pelo, ya debe haber asumido que su líder y guía, piensa entregarle el poder con la espada de Damocles de la revocación de mandato sobre su cabeza.
La revocación de mandato presidencial, procede al término del tercer año del gobierno. Está detallada en el artículo 35, fracción IX de la Constitución y en su ley reglamentaria. No es fácil conseguir que el INE la organice porque se necesita que la solicite cuando menos el 3% del de los inscritos en la lista nominal de electores de al menos 17 entidades de la república y luego, que participe en la votación un mínimo del 40% del listado.
Nada fácil, pero el Presidente saliente no piensa dilapidar su capital político (el que sea que tenga o que le quede ya instalado en la hamaca de su finca, esa de nombre tan ingenioso), y no es una fantasía imaginarlo moviendo los hilos para darle un buen susto a su sucesora si le parece que no le es todo lo fiel que él supone debe ser, que él está convencido debe ser. Y además, para caso de apuro cuenta con el rencor reconcentrado de Marcelo Ebrard, al que no le sería muy arduo convencerlo de que sería elegido por el Congreso para terminar el periodo; digo, de nada a ser Presidente tres años, Ebrard se volvería loco de contento.
Ojalá doña Sheinbaum no se crea su discurso de que Morena es monolítico, de una pieza, sin tribus. Eso fue sin duda al ser fundado por López Obrador y al alcanzar la presidencia, cuando fue dador de toda gracia, pero cada vez menos y ahora Morena ya está dividido y no solo por el Carnaval Mapache de la selección de ella como candidata a la presidencia, sino también por todos los lastimados que dejará la selección de candidatos a diputados, senadores, gobernadores y alcaldías. Son más de 20 mil cargos y no hay manera de que todos los que aspiran a una candidatura se sientan tratados equitativamente en el reparto de beneficios, prebendas, poder… y dinero (¡oh!, sí, lamento abollar su candidez).
Que el Presidente en funciones sabe eso, que la disciplina de Morena se va a desordenar, y que no es tan difícil que doña Sheinbaum caiga en algún ‘zigzagueo’, está claro, muy claro, por eso en su idioma ese de mandar menajes cifrados, se refirió a que Cárdenas se equivocó al nombrar a su sucesor, Ávila Camacho, disque por “presiones de la derecha, de los conservadores”.
López Obrador sabe que Cárdenas dejó la presidencia conservando una enorme fuerza política y así y todo, Ávila Camacho, sin despeinarse, lo mandó a volar, dio marcha atrás a su política de izquierda (izquierda en serio), eliminó de la política a los militares, revirtió la educación socialista, se contentó con el clero y se puso de mano sudada con el tío Sam… sin ni acordarse de la lealtad jurada a Cárdenas. Ya en La Silla, don Ávila toreó sus toros y olvidó las orejas y rabos que cortó el anterior. Nadie ejerce la presidencia al servicio del que se fue.
Mal haría doña Sheinbaum si se cree eso de que el actual Presidente se corta la coleta y abandona las lides de la política: es imposible, va contra su naturaleza y encima, se cree forjador de una nueva patria transformada y no va a dejar al viento su “legado histórico”; le entregaría la presidencia sintiéndola propia, de él y nada más de él, porque el señor se siente estatua de bronce.