Sr. López
Sabido es que hay distintos sistemas de medición, como el anglosajón o el métrico decimal. Sin embargo en nuestra risueña patria tenemos nuestro sistema métrico mexicano (smm), que no raramente usamos y todos comprendemos, muy útil cuando se dificulta el cálculo de algo.
Las unidades del smm son varias, una muy usada es la ‘madre’, cuyas variables permiten conocer con buen grado de precisión el tamaño de algo, que no hay connacional que confunda ‘madre’ con ‘madrecita’, ‘madral’ o ‘madrero’ (es una ‘madrecita’, se dice del inferior al metro y medio de estatura; cuesta una ‘madre’, de algo muy barato; duró una ‘madre’, si algo fue muy breve; un ‘madral’ de gente, para una nutrida concurrencia, siendo ‘madral’ inferior a ‘madrero’, que se usa como sinónimo de inmenso o incalculable).
Y nadie educado en esta tierra de personas cabales, confunde la unidad de medida ‘madre’ con su uso adjetivo, que “vales madre”, nunca se dice por barato ni chaparrín, sino por inútil; ni cuando se aplica como sustantivo de sobresalto (¡en la madre!), cuantimenos como onomatopeya del violento choque de cuerpos: ¡y, madres! Ejemplo de las bondades del uso del smm, es el cálculo de asistencia a la marcha del domingo pasado, en la CdMx: unos afirman que marcharon entre 10 y 12 mil entusiastas tenochcas; otros, que 300 mil; y hay quienes después de calcular el área que cubrió la manifestación y estimando la cantidad de personas que iban caminando apretujadas en cada metro cuadrado, aseguran que acudieron 640 mil decentitos manifestantes que no rompieron un vidrio, no pintarrajearon un monumento ni asaltaron un Oxxo (son fifís).
Para casos de cálculos tan desiguales, viene en nuestro auxilio y en servicio de la objetividad el smm (sistema métrico mexicano): en la CdMx marchó un ‘madral’ de gente y tomando en consideración que marcharon en un ‘madral’ de ciudades (dicen que 30, también que 65), resulta que la concurrencia fue un ‘madrero’ (‘madral’ por ‘madral’ igual a ‘madrero’ que es mucho más que ‘madral’ al cuadrado… nosotros nos entendemos).
Al tenochca simplex le basta con eso porque sí fue un ‘madral’ de gente en la CdMx y en el país, un ‘madrero’. Y al verdadero político le importa un reverendo y serenado cacahuate que los paniaguados en su nómina le informen que fueron apenas unos pocos a la manifestación, porque si de verdad es un experto entendido en los fenómenos sociales y políticos, le basta con echar un vistazo a cualquier fotografía de la marcha para saber que no se podrá torcer la voluntad de semejante muchedumbre que representa una indudable mayoría y que imponer la decisión contraria a tanta gente tendrá un precio político impagable o más bien, a pagar irremediablemente en las urnas.
Para dimensionar lo inútil de las cifras cuando de evaluar las implicaciones y consecuencias de la expresión tumultuaria de las convicciones sociales, veamos dos ejemplos: La Toma de la Bastilla, en Francia el 14 de julio de 1789, fue el anuncio del inicio de la arrolladora Revolución francesa. Imagine que los aduladores del rey Luis XVI lo hubieran informado (sin mentir), que el asalto a la fortaleza-prisión (había siete presos), lo hicieron no más de mil personas (informe oficial de 1982 de los Vencedores de la Bastilla -“Vainqueurs de la Bastille”-, en el que se consigna que fueron entre 600 y menos de mil). Imagine que el Rey hubiera dicho: -¡Son una minoría! –y sí, eso eran pero representaban el hartazgo del pueblo francés que arrasó con su gobierno y lo decapitó a él, a su esposa y centenares de nobles… y por cierto, cuando sí hubo una muchedumbre fue cuando le cortaron la cabeza a María Antonieta, sin los insultos contra ella que consignan los desvelados defensores de la Revolución, sino en absoluto silencio; multitud que se dispersó de inmediato, sin un grito, como avergonzados de la villanía cometida en la señora, bajeza indigna del pueblo, de la Revolución y de Francia. Ni modo.
Otro caso que viene al pelo es el Asalto al Palacio de Invierno, de parte de las tropas bolcheviques, el 8 de noviembre de 1917, que señaló la caída del zarismo. El cine y la literatura han presentado el hecho como una lucha heroica pero la verdad monda y lironda es que tal cosa no sucedió y fue una docena de soldados rojos que entró y sin gritos ni sombrerazos, recibió la rendición del Palacio que ya ni era la residencia del poder de Nicolás II (y afuera, rodeando el Palacio, había entre 500 y 700 personas). Al Zar poca gracia le hubiera hecho que le informaran de la ridícula minoría que le había plantado cara.
No señor, serían pocos, muy pocos, pero representaban el descontento general que consiguió derrocar una dinastía de más de 200 años. Esos dos importantísimos eventos históricos no pierden trascendencia ni importancia contando el número real de asistentes.
Mil personas en Francia, 700 en San Petersburgo… ¿y?… ¿encarnaban o no el sentimiento de sus respectivas naciones?… Lo mismo, ‘mutatis mutandis’, cambiando lo que haya que cambiar, se puede decir de la caída de Porfirio Díaz.
Después del asedio a Ciudad Juárez por parte de menos de dos mil revolucionarios, don Porfirio decidió entregar el poder y poco más de mil personas se manifestaron en su contra afuera de la Cámara de Diputados el 25 de mayo de 1911, cuando presentó su renuncia.
No alegó el dictador que eran muy poquitos los inconformes, no, era tiempo de marcharse. Por cierto, ¿quién declaró que la marcha del domingo fue una especie de ‘striptease’ político?; y que no hubieran llenado ni la mitad del Zócalo.
Sí, el Presidente que no sabe que la aritmética es mala defensora de un gobierno.¿Y quién dijo: “Puedo con toda sinceridad decir que el servicio no ha corrompido mis ideales políticos y que creo que la democracia es el único justo principio del gobierno (…)”? Sí, ¡Porfirio Díaz! (entrevista con James Creelman, marzo de 1908 en la revista ‘Pearson’s Magazine’)… Bueno, ahora se habla de ‘striptease’, y sí, esta marcha los dejó encuerados.