El Diablo: La Feria

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Sr. López

Para sobresalto de nuestros hígados se acerca la celebración del Año Nuevo. Ya desde el domingo pasado, los tenochcas prudentes dieron inicio a la restauración de sus vísceras hepáticas, con el régimen alimenticio adecuado que incluye torta de bacalao (aplican restricciones; puede ser torta de sardina y en caso de necesidad económica extrema, de migajón y chile serrano, sal al gusto), pócimas y bebedizos, baños calientes prolongados -para sudar toxinas-, y la ingesta, bajo estricto control, de líquidos con el grado de alcohol necesario para mantener la guardia en alto, que no es cosa de jugarle traición al heroico hígado responsable de purificarnos la sangre, haciéndole creer que han cesado las hostilidades.
Exceptuando menores de edad, el resto de la ciudadanía se encuentra dedicada a esa noble labor de recomposición, porque a celebrar no nos gana nadie. Madres, esposas, novias, hermanas y hasta abuelas, atienden las espantadas vísceras de su parentela masculina, con abnegación de monjitas misioneras… ¿atender leprosos en la India?, ¿cuidar enfermos de Sida en el centro del África?… ¡no señor!, curar crudos en México, ¡esa es gesta!, reconstituirlos para que lleguen en óptimas condiciones a la fiesta de fin de año (motivo de las actividades etílicas previas, posadas y Nochebuena, que son como los partidos de práctica antes de disputar una gran final). Hasta las calles lucen aletargadas, el tráfico es menos intenso; no hay un desalmado que toque el claxon, porque se sabe que aún hay quienes sufren la resaca, origen ilegítimo pero muy justificado del espíritu navideño, todo cordialidad y buenos deseos porque al crudo se le respeta.
En esas pacíficas actividades está la ciudadanía toda, pobres y ricos, chairos y fifís (que la cruda a todos nos iguala y es inductora certificada del auténtico ánimo democrático), sin posibilidad de autodefensa, recobrando poco a poco las características básicas de nuestra especie, en estado de inocencia, sin capacidad ni de tener un mal pensamiento, cuando se anima a hojear (y ojear) periódicos no tanto por informarse como por verificar si se ha recobrado el pulso. Así las cosas y con la capacidad de reacción adormecida se entera uno de las cosas sin poder ni alzar las cejas en señal de sorpresa, ¿quiere verificarlo?, bueno, ahí le va un ejemplo:
El sacerdote Alejandro Solalinde declaró en entrevista a El Universal, dada a conocer este domingo 26 de diciembre, que el Presidente “Está siguiendo las enseñanzas de Jesús. Por eso, veo en Andrés Manuel rasgos muy importantes de santidad. Qué lástima que no lo valoren. Para él son importantes los pobres o, como decía Jesús, “los últimos serán los primeros””.
¿Ve?… no brincó… no aventó nada… no soltó una de carretonero: el Presidente sigue “las enseñanzas de Jesús” y tiene “rasgos muy importantes de santidad”. Si acaso lo que pensó el desprevenido tenochca fue “no vuelvo a tomar de eso”.
Y el apaciguado ciudadano sigue leyendo lo que dijo en tal Solalinde: “Presidentes como López Obrador surgen cada 100 o 200 años”… mmm… bueno… cada cien, porque el país tiene 200 y entonces ya no alcanzaría para otro. Sí, cada cien. La cosa es escoger otro como el que tenemos, no es tan fácil… ¿Echeverría?… no se enoje, era una idea, Juárez está bien si es su gusto, nada más recuerde que el “benemérito” tiene en sus pasivos el cariño que le tomó a La Silla en la que se aplastó de 1858 a 1872, cuando la muerte lo salvó de pasar a la historia como otro dictador, y los tratados McLane-Ocampo, cediendo a perpetuidad el libre paso de los EUA por el Istmo de Tehuantepec, de Guaymas a Nogales y de la frontera de Tamaulipas a Mazatlán, pasando por Monterrey… y si Juárez ya no le gustó, bueno, hay otros peores.
Don Solalinde muy en su papel de pastor de almas, remató de pecho: “Dios nos bendijo con un Presidente como el que tenemos”. Y ¡eso sí que no!, nomás faltaba que ahora resulte que Dios nos lo puso, no señor padrecito, usted es muy libre de colocarse en decúbito prono o ya más franca la cosa, “doggy style” (de perrito), pero no enrede al Creador en sus coqueteos con el poder.
Lo pusimos los del peladaje y bendición no es cuando menos para los millones que cayeron en pobreza por negarse a apoyar a las medianas, pequeñas y micro empresas; tampoco para algunos cientos de miles de familias cuando menos (cien mil asesinados a manos de la delincuencia organizada y 450 mil fallecidos por la pandemia del Covid 19, de los que una buena parte corresponden a haberla atendido y estarla atendiendo con criterio político); y muchísimo menos es una bendición para casi dos mil familias a las que se les murieron sus niños por falta de medicamentos, por no comprarlos, austeridad en grado bizarro que ya se sabe continuará en el 2022. “¡Dios nos bendijo!”… de veras, hay sacerdotes que hacen llorar a Dios Padre.
Quede claro: por uno, sí, que canonicen en vida al Presidente, si quieren, que eso no cambia lo que quedará consignado en la historia, porque la historia es impermeable a la propaganda, las encuestas por encargo y la adulación regalona de los prontitos culiprontos que nunca faltan.
Conste que este gargajo en la cara del tenochca simplex promedio es por cortesía de un cura que quién sabe qué tan sacerdote sea, pero está claro: nada tuvo que ver nadie del gobierno ni el propio Presidente que ¡bendita la hora!, no se ha referido a semejante desafuero ni para pedir moderación pues eso solo sería fatuidad, jactancia imperdonable.
Ya imagina este menda al Solalinde rezando su personal letanía: Presidente, ten piedad; Ejecutivo, ten piedad; Andrés Manuel, óyenos; Señor de Macuspana, escúchanos; Mandatario celestial, ten piedad de nosotros; Espejo de justicia… Trono de la sabiduría… Torre de marfil… Casa de oro (Palacio)… ruega por nosotros.
No es comentario de mala fe pero el Solalinde no está solo, ya antes el chairo de ocasión, Antonio Attolini, comparó en serio al Presidente con Jesús. De veras, modérense, aconseja el Diablo.

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