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El florido municipio de Zinacantán, ubicado en el estado de Chiapas, es un lugar reconocido por su intensa actividad en la floricultura, convirtiéndose en un destino imperdible para los amantes de las flores y las tradiciones indígenas.
Es hogar de la etnia tzotzil, que ha mantenido una profunda conexión con sus raíces indígenas a lo largo de los siglos. Anteriormente conocido como “k’al Ojov” (Señor Negro) y luego como “Sots’leb” (Lugar de murciélagos), su nombre actual proviene del náhuatl, debido a la conquista mexica en 1481.
Los tzotziles conservan vivas sus tradiciones, desde la vestimenta hasta sus prácticas religiosas, como el culto a los muertos, considerados protectores del pueblo.
Pero es en este municipio, donde la floricultura es el pilar de la economía; y es que, en Zinacantán, de acuerdo a datos oficiales, cerca del 70 por ciento de sus cultivos, están dedicados a las flores. Las variedades más comunes incluyen rosas, crisantemos y claveles, reflejando la riqueza y belleza natural del lugar.
Mucho de este trabajo agrícola, se realiza en invernaderos, estructuras cerradas hechas de materiales transparentes como plástico, diseñada para proteger las plantas de condiciones climáticas adversas y proporcionar un ambiente óptimo para su crecimiento, ya que las bajas temperaturas de los altos de Chiapas, podrían dañar a la producción.
El invernadero, permite el paso de la luz solar y retiene el calor, creando un microclima controlado. Esto facilita el cultivo de plantas fuera de temporada y mejora la eficiencia de la producción agrícola al controlar factores como temperatura, humedad, ventilación y luz. Los invernaderos son utilizados principalmente en horticultura, floricultura y para la producción de vegetales, frutas y plantas ornamentales.
La indumentaria tradicional es un reflejo de esta conexión con las flores. Las mujeres, por ejemplo, visten faldas y blusas adornadas con flores, complementadas con un moxib (chal) para el frío, el que, para muchos, semeja la forma de un murciélago.
Visitarlo es adentrarse en un mundo de color y tradición, donde los visitantes pueden pasear por sus calles y ser invitados a las casas de los locales, donde se les ofrece pox (bebida tradicional), café, queso y tortillas, así como una gran gama de textiles y artesanías. Aquí, las mujeres muestran su habilidad en la artesanía textil, permitiendo a los visitantes adquirir sus productos directamente.
Zinacantán es un lugar mágico, lleno de cultura y color, donde la floricultura no solo sustenta la economía, sino que también se entrelaza con la vida cotidiana a través del arte y la tradición.
(Con texto e imágenes de Noé Farrera)