El cántaro al pozo: La Feria

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Sr. López

La abuela Virgen (la de los siete hijos), y el abuelo Armando (el hombre más bien plantado del hemisferio occidental), estuvieron casados 57 años de los que no se hablaron los últimos 50 (rigurosamente cierto). No era raro oír a la abuela decir cosas como “esta no se la paso a Armando”, refiriéndose a algo para ella imperdonable, como que su consorte hubiera dejado la mantequilla fuera del refrigerador; pero no pasaba nada, nomás seguían sin hablarse (muy correctos, eso sí: -Buenos días, Virgen… -Buenos días, Armando… -Buenas noches, Virgen… -Buenas noches, Armando -dormían en recámaras separadas). En cambio, en el centro de adiestramiento en que amaestraron a este menda, la subcomandante Yolanda, era mejor para armar bronca que el Noroñas; y el Jefe de Proveeduría tenía más cintura que Mantequilla Nápoles (el mejor peso wélter de la historia); tenían pleitos bíblicos que remataban aleatoriamente, empacando ella o él; ella diciendo: -Ni muerta regreso a esta casa –él sin decir nada. Jamás ninguno puso un pie fuera. Los de la clase de tropa, la prole, los veíamos sin chistar y nos reíamos a escondidas.
Será por eso que no hacen mella en el ánimo de su texto servidor, las encendidas arengas y protestas de los líderes y agitadores de turno, sobre el escándalo nacional de moda, porque ha presenciado eventos nacionales que a un fuereño harían pensar que el país está al borde la guerra civil o al menos, una asonada, pero los oriundos de él sabemos que nada pasa a mayores, nunca… hasta ahora.
Puede atribuirse esta apatía nacional a que el primer siglo después de independizarnos y un decenio más, nos dedicamos a matarnos y francamente, para quedar igual o más fregados y de luto, mejor ya nomás nos decimos de cosas y sanseacabó.
Mire usted, si duda de la flema tenochca:
En los años 30’s del siglo pasado, después de la Guerra Cristera, era para que jamás se hubieran reconciliado gobierno y jerarquía católica. Y ya ve, decenas o cientos de miles de muertos después, tan campantes.
En la elección de Manuel Ávila Camacho -el 7 de julio de 1940-, el casi canonizado general Cárdenas, de cuatroteros tan admirado, mandó matones a la calle, ametrallaron (sí, con ametralladoras), colas de votantes en las casillas, sólo en la Ciudad de México murieron más de 150, se robaron las urnas y su contrincante, el general Juan Andreu Almazán, bramó que se levantaba en armas. Mucha gente sacó el rosario… don Andreu no se levantó ni de la cama. Silencio en la noche…
Ni quien se acuerde, pero en 1952 cimbraron al país las protestas generalizadas por el fraude en la elección de don Adolfo Ruiz Cortines, protestas que Miguel Alemán, el presidente de turno, reprimió a tiro limpio. Hubo quien hizo maletas pensando que ardería el país: solo ardió el cigarro de Ruiz Cortines (fumaba puros).
Entre marzo y diciembre de 1960, hubo un movimiento estudiantil en Guerrero que puso al estado de cabeza (o sea: normal). El 30 de diciembre de ese segundo año de la presidencia de Adolfo López Mateos, en pleno centro de Chilpancingo, la tropa abrió fuego, murieron entre 17 y 20… el país se estremeció por tal barbajanada, ¡eso no se quedaría así!, ¡habría consecuencias!… ¿de veras?, pues así quedó, no hubo nada, corrieron al gobernador Raúl Caballero… y López Mateos goza de grata memoria.
El 2 de octubre del 68 fue la matanza de Tlatelolco… ¡ay, nanita!, la gente pensó: ahora sí se va a armar, México no es el de antes, el mundo entero nos observa, van a suspender las olimpiadas… y hubo olimpiadas, nadie dijo ni pío, todo siguió igual, el PRI retuvo la presidencia de la república otros 32 años… y la recuperó en 2012.
El 22 de abril de 1992, Guadalajara vio volar por los aires 8 kilómetros de calles; cientos de muertos, miles de desaparecidos, escandalazo nacional, rumores de colusión de ladrones de Pemex y la autoridad, rumores de sabotaje, rumores, rumores… cada quien enterró a su difunto, sacudió su casa… y tan tan. Ah, pero eso sí ¡qué escandalazo!
La nación tragó en seco el 24 de mayo de 1994: asesinaron en Guadalajara, al cardenal Posadas Ocampo… escándalo extra grande, ¡cómo que lo confundieron con un narco! (era más fácil confundirlo con Ninel Conde). Los abogados de la arquidiócesis clamaron que fue un crimen de Estado… con la iglesia topó el gobierno, ora verán el alacrán que se echaron al seno, esta no se las pasan, el Vaticano se limpia con el PRI, allá hablan latín, latón y lámina acanalada… y ¿qué pasó?, nada y a la fecha ni un detenido…
Muertas de Juárez, asesinato de Colosio, matanza de Acteal, Pasta de Conchos, Guardería ABC, asesinato de Digna Ochoa; nos faltan 42; fosas clandestinas por todo el país; 90 mil desaparecidos; más de 100 mil asesinados en lo que va de sexenio; 365 mil desplazados por la violencia; regiones sin ley; más de 450 mil muertes por el Covid19, reconocidas por el gobierno; más de 1,600 niños fallecidos por falta de medicamentos contra el cáncer; y el jueves pasado: 55 migrantes muertos en un accidente carretero… ¿y?… sí, ¿y?
A la vista de la falta de consecuencias por tantas atrocidades, tarugo sería el gobierno en tomarse a pecho la serenata de mentadas de madre por la montaña de cadáveres atribuible a sus inútiles estrategias de seguridad, salud, suministro de medicamentos; por su desatención a deudos de desaparecidos y niños muertos, a mujeres violadas, asesinadas, maltratadas y explotadas… y mucho menos por los migrantes muertos. Saben que nada pasa y que todo pasa en pocos días. Por eso pueden recurrir al burdo encubrimiento de las causas del accidente de los migrantes; ¡qué dolor!, ¡qué pena!, ¡nuestra solidaridad!, ¡el gobierno yanqui no ha actuado con prontitud!… y a la espera de la siguiente tragedia.
El escándalo sirve en países en los que el gobierno tiene vergüenza. No es nuestro caso, pero en esto de la calma chicha en los países, de repente, cuando menos se espera, revienta todo, pregúntenle a Luis XVI que acabó guillotinado… tanto va el cántaro al pozo.

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