Dos reseñas por placer: Zapping

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VLADIMIR GONZÁLEZ ROBLERO

Uno

Hay una discusión, vieja en realidad, sobre las prácticas de lectura y consumos culturales. Hace tiempo me preguntaron cuántos libros leo al año. La verdad no lo sé, ni los cuento. Trataba de explicar a quien me interrogaba que hay lecturas interesadas y lecturas por placer. Me muevo en ambas. La discusión a la que me refiero es precisamente ésta. Se fundamenta en el marco de la reflexión en torno al arte y la estética.

Es una discusión porque no siempre, y es deseable, hay consenso respecto a lo siguiente. Algunos asumen que el texto literario se lee por placer, es decir, se hace de él una lectura desinteresada porque no acudimos a una novela a aprender o estudiar, sino solamente a disfrutarla. Otros consideran, respecto a los textos académicos, como los científicos y humanísticos, que nos acercamos a ellos para conocer el mundo, aprender de él, buscar información.

Me parece que si bien es cierto se impone la naturaleza de cada obra, sea literaria o científica, en ambas existe una pretensión de lectura interesada y por placer. No me centraré en la literatura, porque decir que disfrutamos sus historias y poéticas es una perogrullada. Hablaré de un par de libros académicos cuya lectura me resultó placentera.

Dos

Martín de la Cruz López Moya escribió y publicó el libro Caleidoscopio Sonoro (Unicach, 2017). Se trata de una obra que aborda las músicas urbanas en Chiapas, principalmente el jazz. Tuve la oportunidad de comentarlo en una mesa redonda llevada a cabo en San Cristóbal de Las Casas. Hice mi propia lectura del libro, más allá de su descripción. Considero que se plantea desde la frontera, es decir, desde la idea de hibridación de las músicas urbanas con las tradicionales y las populares.

Tres circunstancias históricas han posibilitado esta frontera: el alzamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional; las migraciones distintas en Chiapas entre los siglos XIX y XX, y aún más atrás si contamos a los africanos, y la configuración de políticas públicas culturales al menos desde la década de 1950. Estos tres momentos han influido en la música de marimba, el jazz y el rock, expresiones artísticas objeto del libro en cuestión. Las mezclas de ritmos han sucedido si asumimos que cuando migran las personas lo hacen con su cultura. Así la marimba se ha fusionado con el jazz, y el rock con las músicas tradicionales de los pueblos originarios.

El otro espacio fronterizo es la ciudad. La urbe es lugar que muestra las tensiones del encuentro. La proliferación de espacios culturales, cuya vida es sobre todo nocturna, ha posibilitado el desarrollo, o al menos la exposición del jazz y eso que llaman etnorrock; la profesionalización de los músicos en la universidad, expresión ésta de lo citadino, propicia la mezcla de la marimba con el jazz y el blues.

La lectura se volvió más placentera al complementar la experiencia transitando por los media. Así que, mientras leía, busqué en YouTube al menos dos grupos mencionados en el libro: Narimbo y Sak Tzevul. Escúchalos aquí http://ito.mx/LAIBy aquí también http://ito.mx/LAIC.

 

Tres

¿Quién no ha bebido café a sorbitos de poesía? El placer estético no es exclusivo del arte, de esa idea de arte occidental. También lo hay en nuestra cotidianidad. Por ejemplo, la dimensión poética de la cocina. En esa discusión se halla La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas(Coneculta, 2017), de Viridiana Chanona. Se trata de un ensayo sugerente en el que su autora revisa cierta poesía que atisba en la cocina chiapaneca.

El libro, sin proponérselo, implica un par de reflexiones. La primera de ellas es la re-invención de la tradición. Recurre a los poetas recientes ya manidos, pero mira en ellos algo distinto: su relación con la comida como espacio de chiapanequidad. Con ello afirma la tradición poética en tanto inventario de los mismos nombres, pero propone una mirada novedosa, reinventa la tradición.

La segunda reflexión aborda la estética de la cotidianidad. Cabe la pregunta sobre el misterio del proceso poético. En realidad, la fuente de la poesía es la vida misma. Los poetas -cualquiera de nosotros- hacen observaciones del mundo y hallan en él poesía. Degustan café, perciben aromas seductores, disfrutan los platillos. Prosaica le llaman. Después escriben.

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