Desatinos y disparates: La Feria

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Sr. López

Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, entró a trabajar al inmenso abarrote que tío Mario administraba en nombre de sus cinco hermanos, todos herederos a partes iguales. Como se puede imaginar, Pepe tejió pronto una red de corruptelas muy productivas. Una vez, ya grande este menda, le preguntó cómo era posible que el tío no se hubiera dado cuenta nunca y me dejó boquiabierto con la explicación: -Le daba yo la mitad de lo que me robaba, a espaldas de sus hermanos –tan fácil.
Suena a exageración eso de que en las elecciones del próximo 2 de junio, nos jugamos el destino del país. No lo es.
Dejando siempre de lado al esquirol sonriente, la elección presidencial se definirá entre las dos sabidas candidatas. El peligro es doña Sheinbaum, no porque sea mala persona -que no parece serlo-, ni porque esconda aviesas intenciones -que no las esconde-, sino porque representa la manifiesta continuidad del actual gobierno, porque ella cree a pie juntillas en su admirado López Obrador, su proyecto de nación, sus métodos y objetivos… y sí es de izquierda (lo que sea que eso signifique en estos tiempos).
Pero debe advertirse que si llegara a Presidenta de México, NO sería marioneta de López Obrador; no estamos ante un posible Maximato del señor de Macuspana; la señora es muy inteligente y de carácter muy fuerte. No cederá un ápice de poder a nadie.
Ella, si llegara a Presidenta, no sería un Emilio Portes Gil, presidente interino y títere de Plutarco Elías Calles que le nombró a todo su gabinete; ni un Pascual Ortiz Rubio, Pascualito, presidente electo (es un decir), que no aguantó subordinarse al Jefe Máximo de la Revolución Mexicana, Calles, claro, y renunció al cargo (último que se ha bajado de La Silla por su gusto); tampoco será un Abelardo L. Rodríguez, presidente sustituto nombrado por el Congreso (léase, por Calles), que se dejó mangonear mientras terminaba el periodo del que botó la chamba (haciéndose muy rico, eso sí).
Pero mucho menos ella será nunca un Lázaro Cárdenas, que expulsó a Calles del país y terminó con el Maximato; eso, jamás. Doña Sheinbaum admira sinceramente a su mentor y tanto por formación familiar y personal, como por convicción, cree en la ideología de López Obrador. ¡Ah!, y no se le pase: no se va dar un tiro en el pie, ventilando nada de este gobierno menguante, pues ha participado en los cuestionables tejemanejes de su líder, pues consideran que no es corrupción tomar dinero del erario para gasto político. Eso, ni modo, es una necesidad para el bien del país, así lo ven.
Lo interesante sería saber cuál es la ideología de López Obrador. A veces parece ser de derecha, como dama de la Liga de la Decencia, lo que explica su permanente evasiva a definirse en temas como el aborto, la legalización de las drogas o los matrimonios de personas del mismo sexo; por eso lo suyo es hablar de la Cartilla Moral, de los viejos valores y las buenas costumbres, la bonita familia mexicana y del bienestar resultado de las buenas acciones. Sí, no es raro que hable como un buen padre, más bien como el abuelo patrio, con su paternalismo ‘ad nauseam’ con los pobres, esa clase, los desposeídos, que redimirá. Tan parece ser de derecha que los líderes evangelistas del Partido Encuentro Social, se unieron a él. Con su pan…
Pero también aparenta ser de esa izquierda marxista pasada de moda y arrumbada en todo el mundo, que lo de Venezuela, Cuba o Nicaragua es bandolerismo no marxismo. Nada más que él no habla de lucha de clases, no, que eso espanta al vecino del norte y a los inversionistas; él habla del pueblo bueno que sufre los daños de la oligarquía, dos categorías en las que a brocha gorda mete a todos los mexicanos: los buenos son el pueblo, los malos, los oligarcas, los ricos (pero se desayuna con Carlos Slim y se palmotean los lomos, como muestra de su coherencia y amplitud de criterio… sí cómo no). Así, lo que haga el pueblo es por definición, correcto y lo que haga la oligarquía, sin dudar es siempre malo.
Y pensando así, instaló su Consejo Asesor Empresarial, en el que para que haya crecimiento y bienestar en México, se reúne con Ricardo Salinas Pliego -¡ese!-, Bernardo Gómez (copresidente de Grupo Televisa); Carlos Hank González; Miguel Alemán; Daniel Jesús Chávez (dueño de emporios turísticos); y otros que no recuerda su texto servidor, todos parte de la crema y la nata del dinero duro de este país. ¡Chulada de izquierdismo!
Pero le da lo mismo, él está siempre del lado de los desposeídos (¡primero los pobres!), por lo que monopoliza la autoridad moral de la nación y por eso, está por encima de la ley y su voz es la voz del pueblo, la voz de México, y no acepta ninguna crítica a sus decisiones ni a sus actos de gobierno, porque va contra el pueblo.
No es un marxista tropical, es un marxista de Macuspana que no ha leído ‘El Capital’ de Carlos Marx, ni sospecha que existe ‘¿Qué es la propiedad?’, de Proudhon, quien acuñó lo del ‘socialismo científico’, que es la exacta desacreditación de su gobierno voluntarista, opuesto a la soberanía de la razón. Ni lo sospecha, mejor para él.
En este batidillo ideológico, lo único cierto es que López Obrador es un priista de viejo cuño, de aquél PRI imperial en el que el partido era el Estado, con su visión monolítica de México cerrado a todo lo extranjero, anclado en el liberalismo del siglo XIX, el de Juárez, sin sospechar que el liberalismo de estos tiempos ni se parece a esa antigualla, pues el contemporáneo tan variopinto, propone unos cuantos principios no negociables, como el respeto sin condiciones a la ley a la que todos se deben someter por igual; la limitación de los poderes del estado; la libertad del individuo y el libre mercado. Ni le digan, que anda malito del corazón, le vaya a hacer daño.
Nos quedamos entonces con la pregunta: ¿de eso nos van a construir el segundo piso?… usted decida el 2 de junio, pero estamos claros, esto no tiene pies ni cabeza, este es un gobierno de desatinos y disparates.

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