La Feria/ Sr. López
Por sus mentiras estaba castigado (¡otra vez!), este menda texto servidor de usted. Llegó de visita el primo Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, magistral mentiroso impune -siete años mayor que el supradicho reo-, y enterado, fue a ver al sentenciado sin debido proceso (otros tiempos), y lo aconsejó: -Que tus mentiras sean cortitas… te enredas solo -tenía razón y más con su exhortación final –y mejor di la verdad, eres muy bobo –él dijo otra palabra que rima con cangrejo. ¡Cuánta razón!
Con este nuevo gobierno federal, que lleva menos de un mes de inaugurado y ya se siente como si fuera en el quinto año, hay quienes ya se preguntan si la nueva Presidenta, cree todo lo que dice o lo dice porque aún no tiene bien tomados los hilos del poder.
Puede ser una cosa o la otra… o las dos. Parece difícil que una señora de cuya inteligencia no se puede dudar, ya con pleno acceso a la información, se trague los cuentos de la pasada administración en cuestiones de seguridad, salud y economía (sin mencionar la educación pública en la que no es sostenible el apapacho a la fétida dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación), rubros los tres primeros en los que si no se corrige el rumbo, va al fracaso y el país al desastre. La liga siempre termina reventando.
Las suposiciones anteriores (que no se crea todo lo que dice, que sepa todo y aún no pueda ni empezar a corregir, rodeada como está, de gente del antiguo huésped de Palacio), pueden ser ciertas pero hay otra más simple: que mienta, confiando en el método de su mentor y padre político, que mintió a un promedio de 100 embustes diarios, sin pagar el precio.
Este junta palabras, opta por la segunda: miente. Y no lo hace por capricho sino en apego a la ‘lex parsimoniae’, la ley de parsimonia, conocida como ‘La navaja de Ockham’, por el fraile y filósofo Guillermo de Ockham (1285-1347).
Tal principio postula que ante dos teorías en igualdad de condiciones y con las mismas consecuencias, la teoría más simple es más probable que sea la correcta. Y no es ninguna tontada: los modelos teóricos científicos, se apegan a este principio… hasta que hechos verificados prueban lo contrario. Claro.
Así que siendo las mismas consecuencias para el país y el gobierno de doña Sheinbaum, podríamos concluir lo más simple: miente.
Pero como en cuestiones de política en nuestro risueño país, la realidad rebasa los límites de la lógica y la ética, hay otra posibilidad más grave: que mienta y crea que puede engañar a todo mundo. Vano afán, eso nunca pasa.
Y hay otra posibilidad de terror: que la Presidenta esté engañada no por las mentiras de su antecesor sino por sus convicciones ideológicas. Sería muy mal asunto. No se resuelven asuntos de seguridad, salud y economía, con ideología, aferrándose a necedades de una izquierda marxista con aromas de naftalina, que ha probado ampliamente, ser causa de tragedias y miseria (busque por su cuenta una excepción en la historia, una sola, de algún país marxista exitoso).
Sea lo que sea, como legado recibió el país en llamas y no resolverá nada con seis años más de cubetadas de babas matutinas. Y ojalá esté consciente de que antes de mucho, todo será de su responsabilidad. El tenochca simplex, no se anda con bromas a la hora de buscar quien se la pague, aunque no se la deba.
En lo que el tiempo apremia para enfrentar la realidad, porque hay fecha (en 2026), es en lo económico. La pertinacia en seguir con la absurda reforma al Poder Judicial y la inminente desaparición de los órganos constitucionales autónomos, la lleva a un choque de trenes con el gobierno de los EEUU y a consecuencias económicas para las que no hay remedio ninguno: la economía nacional estalla si no se continúa con el T-MEC… y eso lo saben doña Kamala Harris y el insoportable Trump.
Ayer se ratificó que de este gobierno no se puede esperar sensatez. La Suprema Corte presentó el proyecto del ministro Alcántara Carrancá, que atiende, legalito, las demandas de acción de inconstitucionalidad, legalitas, presentadas por partidos políticos nacionales, uno local y parlamentarios de un estado.
El proyecto propone invalidar parcialmente la reforma al Poder Judicial, manteniendo la elección popular de los propios ministros de la Suprema Corte (y así ya no vale eso de que son juez y parte, tarugos no son), junto con todos los del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), y de magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial.
Pero el proyecto invalida los “jueces sin rostro” y el despido masivo de jueces y magistrados, por buenas y varias razones, así como los comités de evaluación, que elaborarían las listas de candidatos porque obviamente, no dan certeza sobre quienes estarán en esas listas masivas, lo que impide un voto informado, como exigen la ley y el sentido común.
Imposible resumir aquí el proyecto, pero si confía en su texto servidor, créale que es sensato. Otra cosa es si en el Pleno de la Corte será aprobado.
Pero lo que no se vale y ratifica la perseverancia en el error de algunos destacados cuatroteros, ansiosos de estar bien en el ánimo de la Presidenta, al precio que sea y le pase al país lo que le pase, es lo que ayer mismo declaró el caballero de las mil máscaras, Ricardo Monreal, quien antes de que la Corte apruebe o no el proyecto de don Alcántara Carrancá, lueguito brincó para decir que no acataría la sentencia en materia de reforma judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Los alegatos de don Monreal son mendaces y acusó al Ministro de cometer bárbaros actos inconstitucionales y agregó que por supuesto no acatarán lo que resuelva la Corte porque un Ministro “no tiene competencia, ni tampoco jurisdicción, ni tiene facultades”. Esto, damas y caballeros es romper el estado de derecho y los va a regresar al carril un manotazo de quien sea que quede de Presidente de los EEUU. ¡Qué pena!
Igual, don Monreal es autor de una novísima figura del delito, el desacato preventivo.