Juan Carlos Gómez Aranda
La idea de la paz entre los hombres, pueblos y naciones resuena con más fuerza y reviste un significado especial en esta época del año. Incluso en los conflictos bélicos más brutales de la historia ha habido pausas en estas fechas, treguas simbólicas que nos recuerdan que la paz es un anhelo universal y una construcción colectiva de los seres humanos.
Para muchos, la paz es el derecho más elemental: vivir sin miedo, con la certeza de que dignidad y bienes serán respetados. En cualquiera de sus expresiones, es mucho más que la ausencia de violencia; es un estado de armonía, es el valor que nos permite construir y crear en un clima social propicio y extender la mano a nuestros semejantes en lugar de levantar la voz.
A pesar de la existencia de un ambiente guerrero y de conquista en Mesoamérica, los pueblos que la habitaron fueron esencialmente pacíficos. Para estas culturas, la paz tenía un sentido amplio, ligado al equilibrio. En su cosmovisión, todo en el universo estaba interconectado y debía mantenerse en sincronía. La paz no era sólo entre las personas, sino con la naturaleza y con el cosmos. Los mayas entendían que la ruptura de este estado de equilibrio traía consigo el caos y la destrucción, mientras que su preservación garantizaba la prosperidad de la comunidad. Este entendimiento ancestral de la paz, como algo que abarca lo humano, lo social y lo natural, sigue estando más vigente que nunca.
Este mes, en el que miles de luces iluminan nuestras ciudades, así como hogares y corazones, nos invita a reflexionar: ¿qué estamos haciendo como sociedad para garantizar que todas y todos vivamos pacíficamente? No basta con reducir las confrontaciones; es necesario crear las condiciones que garanticen la justicia, la igualdad y el bienestar para todos. El reto es edificar una paz que respete la diversidad, sane las heridas del pasado y garantice que nadie quede atrás. La paz, al fin y al cabo, no sólo es un anhelo del presente, sino el mayor legado que podemos dejar a las generaciones futuras.
La historia de la humanidad está marcada por grandes guerras, conflictos y violencia, pero también por los acuerdos y la construcción de una cultura de paz. Después de la caída del Muro de Berlín, en 1989, el mundo experimentó una serie de transformaciones en el ámbito geopolítico, donde muchas disputas que marcaron la Guerra Fría llegaron a su fin o se transformaron, surgiendo nuevas oportunidades para la diplomacia y la paz mundial.
Mientras que, en México, tras el asesinato del cardenal Posadas Ocampo, en 1993, se desató una ola de violencia y criminalidad que persiste en diferentes expresiones. Por eso toma relevancia la postura de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien desde su toma de posesión dejó claro que su visión de la paz y la seguridad va más allá del combate al crimen: busca atacar las causas estructurales que alimentan la violencia y considera que una y otra son fruto de la justicia. Su estrategia se basa en cuatro pilares fundamentales: atención a las causas; inteligencia e investigación; coordinación interinstitucional y cero impunidad.
CHIAPAS VOLVERÁ A SER TIERRA DE LIBERTADES Y BALUARTE DE LA PAZ, SIN LUGAR PARA EL MIEDO
Frenar y erradicar la violencia en Chiapas y en México sigue siendo un desafío monumental. Durante su toma de posesión el pasado 8 de diciembre, el gobernador Eduardo Ramírez aseguró que en este estado no hay lugar para el miedo y se aplicará la ley para devolver a los ciudadanos la tranquilidad secuestrada.
Como la senda se construye andando, Eduardo Ramírez puso manos a la obra y comprometió que la seguridad de las familias es su prioridad y, como sabe que no depende sólo de las fuerzas policiales, ha puesto énfasis en el desarrollo económico y social, con proyectos que promuevan empleos dignos y mejoren las condiciones de vida en las comunidades más vulnerables.
En congruencia, el Paquete Fiscal que hace tres días envió al Congreso local representa la visión de regresar la seguridad pública en regiones del estado afectadas y en caminos y carreteras. El presupuesto de egresos prevé un incremento histórico de más de mil millones de pesos en materia de seguridad pública, lo que representa un aumento superior al 35% respecto al aprobado en el ejercicio anterior. Asimismo, se contempla un incremento de hasta el 40% en las percepciones de policías estatales.
Con la misma coherencia, el gobernador chiapaneco dispuso desde el día uno acciones en contra de la delincuencia que han dejado decenas de presuntos criminales detenidos y, como en el caso del domingo pasado en Comitán de Domínguez, después de varios operativos también serán procesados 92 policías municipales que, en una acción sin precedentes en la entidad, fueron aprehendidos, incluyendo sus mandos.
Ante las acciones delictivas, el gobierno estatal se asume aludido y actúa en consecuencia, como lo enuncia el gobernador Eduardo Ramírez: “Estoy tercamente empeñado en ganar la paz en Chiapas […] Chiapas no se va a arrodillar”.
La paz no se decreta, se construye colectivamente. En México, la paz es un compromiso nacional que requiere atacar las desigualdades, restaurar la confianza y ofrecer oportunidades. En Chiapas, este compromiso se traduce en aplicación de la ley, reconciliación, diálogo y una visión que prioriza a las personas: el humanismo chiapaneco que se impulsa desde la Nueva ERA.
La paz es un derecho y un deber colectivo. También es el mayor legado, porque brinda propósito y esperanza.