Demagogos y déspotas: La Feria

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Sr. López

Primero, lo primero. El sexto y último informe presentado por el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, el domingo pasado en el Zócalo de la capital nacional, merece un detallado comentario: … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … (Bue’… no se ha dejado sin mención nada de lo muy importante y rigurosamente cierto que dijo el señor de Palacio. Servidos).

No le voy a repetir en qué consisten las reformas constitucionales que se cocinan en la Cámara de Diputados, mismas que con ansia loca esperan en la de Senadores para también aprobarlas (chapulín mediante o ausente oportuno por el llamado de la naturaleza, total, están a un voto de contar con la mayoría calificada de dos tercios de tribunos, el 66%, para poder hacer charamuscas con la Constitución).

Los indudables triunfadores de los comicios del pasado 2 de junio, no se cansan de repetir que ganaron. Pues sí, ganaron. Con ese triunfo en las urnas y gracias a nuestras absurdas normas electorales para la asignación de legisladores de representación proporcional (los pluris), morenistas y similares, le-ga-li-to, se agenciaron el casi 74% de las curules de diputados y quedaron a una sola para tener la mayoría calificada en la de senadores (y los panistas y priistas que están trompudos por ese reparto-agandalle, durante largos años se beneficiaron del mismo y entonces les parecía a todo dar… bueno, que apechuguen por no haber pensado antes en nosotros los del peladaje sino en sus intereses… igual que hoy).

Como sea, morenistas y asociados, infatigablemente restriegan en la cara a los partidos de oposición que van a imponer al país las reformas del Plan C, no a priistas, panistas y emecistas, no, se las van a zambutir al país. Su argumento mayor es que su triunfo electoral se los permite y que la gente que votó, votó por eso. No es cierto, al menos no tan cierto, pero sería un esfuerzo inútil tratar de enseñarles a ser veraces, honestos… no está de moda… cae uno mal.

Lo cierto es que en democracia, la mayoría manda y lo segundo cierto es que los cuatroteros ganaron la mayoría. Otra cosa es lo que pretenden (y conseguirán).

Mire usted, como la mayoría manda, ellos podrían hacer otra reforma a la Constitución (le-ga-li-ta), para que el partido que gane la mayoría de votos de legisladores, se quede con todo el Poder Legislativo (y aunque usted no lo crea, algunos lo están pensando, de Ripley).

El argumento es sencillo, si con un solo voto se gana el Poder Ejecutivo, que es el más poderoso y el más grande, por qué no es igual para el Congreso. Si un partido obtiene más votos que los otros, está clara la voluntad ciudadana: quieren que ese partido legisle (dicen). Y de esa manera, se evitarían el disgusto de tener que oír en tribuna a los opositores, lo que a fin de cuentas para ellos, es una pérdida de tiempo porque igual van a perder la votación como les corresponde por ser minoría.

Claro, de inmediato brincarían no pocos a decir que eso deja sin voz a las minorías, cosa cierta, pero que nada vale cuando la mayoría lee el periódico, ‘chatea’ en el celular o platica con el vecino, mientras los minoritarios opositores se desgañitan en la tribuna, para acto seguido, como son mayoría, votar aprobando sin contemplaciones ni modificaciones, las iniciativas que les mandó su patrón. Así será en el Congreso actual. ¡Aquí se hace lo que manda la mayoría! Y es legal. Punto.

Como se podrá usted imaginar, en política es difícil encontrar algo que no se haya experimentado y estudiado antes.

Esto que ogaño pasa en nuestro risueño país, se parece (mucho), a lo que en el 200 a.C., los griegos (Polibio, para darle crédito), llamaron oclocracia, gobierno de la muchedumbre, que según ese señor, es “el último estado de la degeneración del poder (…) el peor de todos los sistemas políticos”. ¡Vaya!

Juan Jacobo Rousseau -siglo XVIII-, dice en el ‘El contrato social’, que oclocracia es “la degeneración de la democracia” que desnaturaliza la voluntad general en cuanto la usa para imponer los intereses de alguno o algunos, como cuando a una iniciativa no se le cambia ni una coma o cuando los morenistas advierten que la iniciativa se va a aprobar, diga lo que diga la minoría, que así resulta que no es parte de la voluntad general, que no es parte del pueblo. Son oclocráticos, son turba, en la segunda acepción, no en la primera -estiércol revuelto con carbón- (ahí le avisan al noroñas, se vaya a molestar).

Otra cosa parecida, muy parecida, es la tiranía de la mayoría. El enorme sabio británico del siglo XIX, que fue John Stuart Mill en ‘Sobre la libertad’, dice que la tiranía de la mayoría es cuando el gobierno de la mayoría impone sus intereses y consigue sus objetivos, por sobre las minorías y a sus expensas, siendo así que se oprime a la minoría igual que hace un déspota, autócrata o tirano.

Don John, añade que eso sucede cuando se centraliza el poder, ya sea en una persona o un gobierno y que lo evita la regla que otorga poder de veto a las minorías o crear la necesidad de que solo las súper mayorías puedan tomar decisiones; que fue precisamente lo que previeron los que redactaron la Constitución de los EUA, dividiendo el poder y en la actualidad, con la creación de órganos ajenos al gobierno con poderes sobre él, como nuestros órganos constitucionales autónomos, que por eso el señor de Palacio, quiere desaparecerlos.

Por último y para que vea que no hay nada nuevo bajo el sol, también del siglo XIX, el inmenso Alexis de Tocqueville, en su obra ‘El Antiguo Régimen y la Revolución’ (en el tomo II, página 100, para que no batalle), parece que habla de México cuando dice: “Lo que más confusión provoca en el espíritu, es el uso que se hace de estas palabras: ‘democracia’, ‘instituciones democráticas’, ‘gobierno democrático’. Mientras no se las defina claramente y no se llegue a un entendimiento sobre su definición, se vivirá en una confusión de ideas inextricable, con gran ventaja para los demagogos y déspotas”.

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