De maciza: La Feria

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SR. LÓPEZ

Tío Tavo (Octavio, rama materno-toluqueña), probablemente fue el hombre más guapo de América, en su tiempo; aparte, simpático, talentoso, buen bailarín, muy decente… y más rico que decente, muy, muy rico, lo que siempre ayuda (algo), ya imagine usted por su cuenta el desempeño que de soltero tuvo en cuestiones genito-lúdicas. Tuvo tres hijos y tres esposas. No logró superar nunca los dos años de casado, según él porque ‘a las mujeres solo les interesa el dinero’; según toda la familia, por el único defecto de tío Tavo: era más codo que el avaro de Molière (comedia en 5 actos; estrenada el 9 de septiembre de 1668; Teatro Palacio Real, rue Saint-Honoré, París; como sabe). Ya grande el tecladista, conversando con la primera exesposa de tío Tavo, tía Cristina, en plan de confidencia, soltó: -Como hombre… ¡ay, hijito!… era insuperable… ¡cómo lo extrañé!… pero no se puede vivir así, pobreteando siempre… no era vida –y sí, no es vida.

Nuestro Presidente insiste en la enorme importancia del desarrollo, incluso por encima del crecimiento de la economía (del PIB para decirlo concretito).

Es cierto: el crecimiento del desarrollo entendido como calidad de vida de la población, es sustancialmente superior al crecimiento de la economía. ¡A… fuerza!

El Inegi publicó el jueves pasado -por obligación normativa-, el reporte del desempeño de nuestra economía al cierre del tercer trimestre del año (a septiembre, pues). Conviene recordar: el Inegi es el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, organismo público del Estado mexicano, responsable por ley de los censos nacionales; del sistema de cuentas nacionales y estatales; y de elaborar los índices nacionales de Precios al Consumidor, e Índice Nacional de Precios Productor, que es la medición de cuánto varían los precios de una canasta fija de bienes y servicios representativa de la producción nacional; conviene recordarlo… el Inegi no es el Club de Toby, ni una ONG yanqui de intenciones por determinar: es un organismo de nuestro gobierno nacional.

Bueno, en su reporte, en resumidas cuentas, el Inegi señala que nuestra economía (el PIB), va para atrás y que se contrajo por primera vez en diez años (el 0.4%). Esa noticia a cualquier individuo de la especie humana le eriza los pelos: las necesidades económicas de los países crecen año con año: la población crece, la masa que llega a edad de trabajar, también, el número de viejos y pensionados, igual. La economía (el PIB), tiene que crecer, punto. Si no crece es muy mala noticia. Muy mala.

Pues si a cualquiera ese informe oficial, le pone los pelos de punta, a nuestro Presidente, no, nada, lo que el viento a Juárez. El viernes en su conferencia de prensa diaria, manifestó su desacuerdo e insistió en que “vamos muy bien, vamos muy bien”.

Explicó que la economía está como está, debido a que “estamos poniendo orden”, a que “ya no se gasta por gastar ni se otorgan contratos a diestra y siniestra”. Dijo más cosas pero insistió en que habrá crecimiento y “sin duda llegaremos a la meta” (4% anual… bueno, menos este año, piensa uno con candidez). Lo más importante, lo mero bueno fue que reiteró su insistencia en distinguir entre crecimiento económico y desarrollo, entendido el desarrollo como bienestar, que es lo que interesa a su gobierno. Bueno… pues tiene razón.

Sí, tiene razón (no sea fifí): un país en teoría, puede tener un buen crecimiento de su economía (de su PIB), y matar de hambre a su población. Por supuesto. La economía que crece sin traducir su crecimiento en mejores ingresos para la gente, mejores servicios públicos y más abundante oferta de bienes, crece a lo tarugo, sin sentido, y rumbo al abismo del desorden social. Cierto e indiscutible: puede haber crecimiento del PIB sin crecimiento del desarrollo.

Peeero… (por favor, que alguien ayude a nuestro Presidente, explíquenle con calmita, es señor de buena fe, nomás ténganle paciencia):

Sin crecimiento del PIB es imposible que haya crecimiento del desarrollo.

No es trabalenguas: si no hay qué repartir, nadie recibe nada. Primero se genera riqueza, luego se puede pensar en qué rayos se va a hacer para que disminuya la pobreza, se achique la brecha entre pobres y ricos, crezca la clase media, el gobierno pueda dar excelentes servicios públicos… pero si no hay qué repartir… pues ni sentarse a hacer cuentas, ¿de qué?

Otra cosa que debe decirse es que por más desigual que sea el reparto de la riqueza, siempre se disminuye el nivel de pobreza de la población cuando crece la economía… a ver: SIEMPRE.

En nuestra sonriente patria hay enorme desigualdad, sí, pero no aumentó la esperanza de vida promedio de 34 a 75 años de 1930 a ahora, por obra y gracia del Espíritu Santo, no, sino a que mejoró, primero, la economía y luego: alimentación, servicios de salud y lo demás.

Por supuesto al gobierno toca ocuparse (en serio), del bienestar de la población… pero población somos todos, los ricos también y sin ricos, los pobres se hacen más pobres.

Los ricotes que nos caen tan mal, son los que aportan más dinero al fisco (55%), más que todos nosotros los del peladaje juntos, porque aparte de todo, sí pagan sus impuestos (busque por ahí: ‘Paying Taxes 2019’, elaborado en conjunto con The World Bank Group: la Tasa Total de Impuestos y Contribuciones -TTCR, por sus siglas en inglés-, que pagan las empresas situadas en México es el 53%, frente al promedio de 40.4% que pagan en promedio en otros189 países).

No despreciamos el cariño sincero sin mentiras ni maldad, de nuestro Presidente; es cierto, el amor cuando es sincero, se encuentra lo mismo en un castillo que en humilde vecindad. Se agradecen sus esfuerzos y las tallas que se pone, que esté limpiando al gobierno de ladrones pero aunque tal vez sea cierto que el dinero no es la vida, es tan solo vanidad, como dice don Raúl, tan sabio él: -“El dinero no te hace feliz pero te deja a una cuadra”.

La mayoría de sus electores, señor Presidente, no aguantan un sexenio de pura lengua, le van a exigir de maciza.

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