Con reproches y con llanto: La Feria

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SR. LÓPEZ

Tío Neto, primo de don Víctor, Jefe de Proveeduría y Disciplina del campo de adiestramiento y doma en que fue amaestrado este López (otros niños les decían ‘papá’ y ‘casa’), era esposo de tía Toña, espectacular señora originaria del Puerto de Veracruz (ciudad que por la tía, merecía ser cinco veces heroica, no solo cuatro). El caso es que a pesar su genuina sangre de Autlán (C negativo, de Colt 45), tío Neto era un flan, carecía del menor rastro de carácter y hacían de él lo que querían su esposa (espectacular como ha quedado dicho), y sus cinco hijos, dos mujeres y tres hombres, ya todos adultos. Una vez, con pena, muy mortificado, fue a pedir consejo y si se podía, apoyo, al progenitor de este menda, contándole que su señora cada vez más frecuentemente se quedaba a dormir con ‘una prima’ que él no conocía; sus hijas, también (con otras primas); y que sus hijos todas las noches organizaban en su casa -con mucho éxito-, jugadas clandestinas de póker, con servicio de bebidas, servidas por señoritas que atendían muy impropiamente vestidas. Don Víctor, siempre de pocas palabras y ninguna pulga, le respondió lacónico: -Cámbiate de casa, no les des la dirección –y lo hizo. Hay veces que solo queda huir.

Después de décadas dedicado con paciencia de entomólogo a observar los ires y venires, los decires y ‘mentires’ de algunos que se dedican a lo que ellos creen que es la política y hasta ocupan cargos públicos en vez de celdas, se aprende a intuir por dónde sopla el viento y sin dotes de clarividencia, se puede afirmar que a este gobierno el cielo se le está encapotando (tormenta tropical que evoluciona rápidamente a huracán, categoría 5, escala Saffir-Simpson).

No podía ser de otro modo. Para empezar, Morena no es partido político y si alguna vez lo es, depende de la voluntad y decisiones de una sola persona y su sino fatal es ser un instituto político lábil, precario, inestable. Las instituciones públicas prevalecen precisamente por ser eso, instituciones, no organizaciones personales. En menos de diez años, Morena será un partido morralla, refugio de extremistas y violentos fundamentalistas de nada (digo, su fundador, líder y supremo rector, tiene 65 años de edad y su actual puesto de hiperpresidente de la república, desgasta a Superman, cuantimás a una persona normalita, de Macuspana, de no muy buena salud).

Morena consiguió el poder echando mano de lo que fuera y aceptando a quien fuera, para robustecer el empellón electoral. Lo lograron, ampliamente, pero siguen con pocos leales sinceros a su líder y los demás, la inmensa mayoría, solo  aprovecharon la circunstancia y se subieron al carro. Si no, que alguien nos explique la inclusión de tan destacados integrantes del PRI, partido insignia de lo que nuestro Presidente denomina la mafia del poder… y también del PAN, faltaba más (Morena en todas sus sedes podría colocar un letrero que anuncie: ‘Se recibe cascajo’).

Por mencionar solo a algunos conspicuos priistas de larga e inocultable trayectoria, hoy orondos morenistas: Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Bartlett, Esteban Moctezuma, Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Alfonso Durazo, Miguel Barbosa y tantos, tantos más.

Ahora está de moda el pleito de pastelazos estilo Viruta y Capulina entre Monreal y Batres. Hay otros pleitos, soterrados, con menos reflector, pero con tanta patada por abajo de la mesa se están dejando en carne viva las canillas.

Solo esto bastaría para mitigar el optimismo irreductible de quienes no acaban de curarse la cruda por la borrachera de su triunfo, pero hay más:

Por un lado, los grandes temas que constituyeron la espina dorsal de la campaña electoral: inseguridad, educación, salud, reactivación económica (con la pura honestidad esto iba a ser el Edén desde el 1 de diciembre, dijeron), y todo pendiente, todo diferido, todo atorado, por su responsabilidad o no, eso a la gente le importa poco.

Por otro lado, se expidió precipitadamente el acta de defunción del PRI y el PAN:

Por más que el actual PRI sea la extraña versión que de ese partido dejó Peña Nieto, por más que esté en tal vez su peor momento político, sigue siendo el partido que más mexicanos gobierna: 42.6 millones, pues conserva los gobiernos de Campeche, Coahuila, Colima, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Oaxaca, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas; doce entidades no son moco de pavo. Y el PAN gobierna en otros doce estados: Aguascalientes, Baja California (ya nomás tantito, y pasa a Morena), Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Nayarit, Querétaro, Tamaulipas y Yucatán. Morena gobierna a 34.2 millones de la CdMx, Chiapas, Puebla, Tabasco y Veracruz.

Ojalá entienda el que tiene que entender, que no le alcanza el ya no tan absoluto poder presidencial, para aguantarles un envión a 23 estados (ya sin Baja california).

Así las cosas, no se entiende que sigan abriendo frentes con los maestros, los indígenas, la iglesia católica; y porfiando en reflotar a Pemex con un plan de ‘Alicia en el país de las Maravillas’; la ejecución de obras inmensas de resultados muy discutibles a las que se oponen millones de pobladores (nada más los indígenas, haga cuentas); y mucho menos a seguir rascándole el extremo inferior de sus sistemas digestivos a los inversionistas extranjeros (pleitear los contratos de los gasoductos; atropellarlos en lo del aeropuerto de Texcoco; suspender las licitaciones de campos petroleros).

Este año terminará con malas cuentas, en todo. Queda 2020 para sacar de la cuneta al país. En 2021 hay cambio de diputados federales y de gobernadores en trece estados. Y en 2022 esperamos resultados contra la inseguridad. Sí señor: no hay plazo que no se cumpla.

La base dura de Morena son más o menos 15 millones de electores. No son pocos, pero no son suficientes si no se prueba que el pueblo está feliz, feliz, feliz.

Canta Consuelito Velázquez: ‘Que seas feliz, feliz, feliz…’, nada más que en estas cosas las despedidas son con reproches y con llanto.

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