Con quién andas

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LA FERIA/ Sr. López


Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, ha quedado dicho que era (es), inteligentísimo. Siete años mayor que este menda, siempre se le veía con catedráticos, gente mayor y de respeto y unos santos curas. Una vez le pregunté cómo era eso posible siendo el gandalla que era (ya no es), y sonriendo dijo: -Para bajar mi fama –le digo, era (es), inteligentísimo.

Este texto servidor de usted, siempre al último grito de la moda, acepta su condición de somnífero de lectores (el simple plural ya es soberbia), y le informa que allá por el siglo IV a.C., Platón dijo que la democracia era una birria y que Aristóteles pensaba parecido, bueno, no tanto.

Platón en ‘La república’, dice que la democracia es el gobierno de la multitud, del vulgo, que se deja llevar por la ignorancia, dominado por el “alma del vientre” y sin “alma de la razón”, lo que anula la virtud de la justicia que requiere del dominio de la razón sobre los apetitos. Don Platón en el cuarto de sus ‘Diálogos’, afirma que la democracia es el peor gobierno. Pero debe advertirse que al parecer, la muina de Platón contra la democracia era porque la asamblea de Atenas (por escasa mayoría), condenó a muerte a su maestro Sócrates. Hizo un colerón.

Aristóteles por su lado decía que el peligro de la democracia era que derivara en demagogia. El señor desconfiaba del gobierno de la mayoría, pero con ese su enorme cerebro, no propuso nunca que se desechara. Dice en su obra ‘Política’: “Es un problema decir qué parte de la ciudad (el Estado), debe tener la autoridad: la masa, los ricos, los bien dotados, el mejor individuo de todos, o un tirano. Bien, todas esas posibilidades suponen, al parecer, descontento”. Pero don Aris, listísimo que era, afirmaba que la sociedad debe tener clase media, tan amplia como sea posible, para evitar la sedición de los pobres y el abuso de los ricos.

Igual, la democracia durante milenios, fue un modo de gobernar poco fiable, mal visto, rechazado.

Ya más acá, en el siglo XVIII, Juan Jacobo Rousseau sostenía que la democracia es posible solo en un ‘pueblo de dioses’, en el que priven la virtud y la igualdad, y como los hombres son corruptos, es mucho mejor la monarquía, el gobierno fuerte. Y también dijo: “Todos los gobiernos del mundo, una vez revestidos de la fuerza pública, más tarde o más temprano usurpan la autoridad soberana” (o sea, se vuelven autócratas o tiranos; caso de estudio, el dictador Maduro en Venezuela… o los castristas en Cuba). Algo sabía don Rousseau.

Así las cosas y por razones de larga explicación, apenas el siglo pasado la democracia se impuso en el mundo (occidental), como un dogma indiscutible (aunque haya tantos países en los que no hay… ni habrá en mucho tiempo… o nunca). Pero los que la conocen y viven en democracia, siguen desconfiando de ella; por eso es tan acertado eso que dijo Churchill en su discurso ante la Cámara de los Comunes, el 11 de noviembre de 1947 (para que lo cheque, no anda uno inventando): “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, a excepción de todos los demás”. Cierto, son así los asuntos humanos, ya dentro de algunos siglos se inventará otro sistema, mientras, democracia, democracia y más democracia, con todo y sus defectos.

Sin embargo, en estos nuestros tiempos de cinismo, chabacanería y juicio grueso, hay quien se pone ingenioso y define a la democracia como el sistema mediante el cual el pueblo se reserva el privilegio de elegir periódicamente un nuevo grupo de amos. Qué feo pensar así… ¿o sí es cierto?

Otros rinden culto a lo mínimo, de revista del Oxxo (‘La guerra de los cien años’ -duró 116-, en tres párrafos, profusamente ilustrados), y dicen que la democracia es un sistema en el que los partidos pierden elecciones. ¡Ay, cuánto ingenio! (pero si lo piensa, es cierto).

Igual, gracias sean dadas al Buen Dios, sigue habiendo pensadores muy serios. Uno no muy conocido en nuestra risueña patria, es el académico Adam Przeworski (vive, 84 añitos), polaco nacionalizado en EEUU, sabio en teoría política, cargado de reconocimientos y premios, que estuvo en México a principios del 2023, para hablar de “La mecánica del retroceso democrático”, conferencia que impartió en el INE.

Es imposible resumir las no pocas verdades como templos que sin hablar de México, dijo don Adam, pero aplicables a nuestra trepidante realidad cuatrotera; quédese con esta frase de él: “La cancelación de las posibilidades de triunfo de la oposición implica la cancelación de la democracia misma”… y esa es precisamente la intención política de precisamente Morena & Asociados, del señor que NO está en Palenque y de la señora que está en Palacio. No lo ocultan, “vamos a gobernar por décadas el país”, dijo el Noroñas en Mérida, el viernes pasado. Así piensa, eso quieren. A cualquier precio. A cualquier precio.

Y su proyecto va muy bien, van consiguiendo sus intenciones. Ya tienen en un puño los tres Poderes, sin disimulos, y el otrora digno INE, acude a Palacio a pedir “lo que sea su voluntad” a la Presidenta, aunque sea la Cámara de Diputados la única instancia legal para disponer del erario. Habían de cuidar las formas.

El expresidente Zedillo que del poder sabe, el viernes pasado en un seminario del ITAM, soltó: “Los ciudadanos fuimos a votar para escoger a nuestros nuevos representantes en un país democrático, no se fue a las urnas para decidir que la democracia mexicana tenía que ser destruida, no fuimos a las urnas para decir: transfórmese la democracia mexicana en una tiranía”.

Tal vez por todo eso es que a este junta palabras le llama la atención la indignación de tantos comentaristas por la presencia de un representante oficial del gobierno de doña Sheinbaum en la ceremonia oficial de usurpación del cargo del dictador Maduro. ¿Qué les sorprende?, así son y se les nota, por eso estuvieron tan a gusto en esa farsa del Maduro, acompañados por dictadores y asesinos, sin que les importe un reverendo y serenado cacahuate aquello de “dime con quién andas”.

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