Con los pies de trapo: La Feria

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SR. LÓPEZ

En nuestra risueña patria tenemos algunas cosas un tanto curiosas (si es igual en otros países es cosa que ignora el del teclado). Por ejemplo, nuestros políticos.

Quién sabe si la palabra “curioso” sea la que mejor les acomoda. Será cosa de meditarlo. Pero de que son especiales, extraños, raros, singulares y hasta sorprendentes, lo son.

Un ejemplo es su inagotable confianza en los poderes mágicos de legislar. Nomás no hay manera de que se convenzan de que a nosotros, el peladaje estándar, nos viene guanga la ley. No se ha dado el caso en 200 años, de que en cuanto algo es prohibido se deje de hacer en todo el territorio. Seguramente el ejemplo está mal escogido, pero ¿sería alguien tan paciente y amable con este López, para explicarle la ventaja de haber tipificado el feminicidio?… o sea, se entiende que a mujeristas y similares (nada que ver con el respetabilísimo feminismo), les complazca hasta la fruición que no se use la palabra homicidio para referirse al asesinato de una dama, pues creen que “homi” al ser declinación de “homo”, se refiere al “hombre”, sin sospechar que “homo” es “humano”, y el sufijo “cidio” viene de “cidium”, “cedere”, matar. O sea: homicidio es matar a un humano… ¡ah!, pero la cosa es más interesante cuando se entera uno que se tipifica como “feminicidio” el acto de matar a una mujer por ser mujer (por lo que, por analogía, “homicidio” sería matar a un hombre por ser hombre). Ya luego habría que tipificar el “celicidio”, matar por celos; el “robicidio”, matar para robar; el “pleticidio”, matar en un pleito… de veras.

Otro ejemplo es su fe inagotable en que cambiando de nombre a las cosas, mejoran. Hágase de cuenta que al tío haragán de su familia (cada una tiene el suyo), lo llevaran al registro Civil a cambiarle el nombre y por eso, se volviera laborioso. No, si el vago se llama Hipólito, será vago si se llama Maximiliano. Es el mismo vago.

Ejemplos de esta simpática costumbre mexicana, sobran. Una de ternura, es cuando le cambiaron de nombre a la FEADS (Fiscalía Especializada para la Atención a Delitos Contra la Salud), porque descubrieron después de arduas averiguaciones, que algunos de sus integrantes trabajaban para los malos de malolandia; ¡y eso sí que no!, así que pasó a llamarse SIEDO (Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada), pero como volvieron a encontrar algunas ovejas descarriadas, pasó a su nombre actual, SEIDO (Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada)… y viera usted qué efecto maravilloso se obtuvo al mover de lugar la “I” y la “E”. Qué bueno que se dieron cuenta.

Sin duda es lo mismo con eso de que la PGR ahora se llama Fiscalía. Portento de los cielos. Todo es mejor, tocamos ya los dinteles de la Gloria.

Y lo mismo sucede con cosas tan importantes como eso que llamamos con toda seriedad, gasto social; a ver, hágale entender a nuestro políticos que dejar de usar el nombre Solidaridad, por Progresa, Oportunidades, Prospera o Bienestar, no cambia en nada la realidad. Es lo mismo con nuevo nombre, tal vez con normas y políticas mejoradas, lo que no deviene del nuevo nombre. En fin, así somos.

Y ya en el asunto del gasto social, algo anda raro. Le han informado a nuestro Presidente de la república, que ya va en 20 millones el censo de familias que necesitan apoyo social. Algo anda raro:

El comunicado de prensa del Inegi, número 251 del 28 de mayo de 2018, informó que en todo el territorio nacional hay 34.1 millones de hogares. Supongamos sin torcida intención, que a cada hogar corresponde una familia (aunque habrá hogares ocupados por un viejito solitario y cascarrabias, que no reúne las características de una familia), pero si la suposición no está muy fuera de proporción y al Presidente de la república le han informado según censo realizado en menos de dos meses, por los novísimos Delegados Federales, que 20 millones de familias requieren apoyos sociales, entonces quiere decir que están en la chilla por ahí de 80 millones de personas (de a cuatro por familia, aunque tampoco es rareza que bajo el mismo techo convivan nueras, abuelitos y un tío que nadie se acuerda de qué lado es).

Como sea. El problema es mayúsculo. ¿Cuánto dinero hace falta?

Estos programas iniciaron en 1988 (Solidaridad), y en 30 años el gasto social anda por ahí de los 824 mil 99 millones de pesos. Ese dinero ya voló. Los pobres no, esos siguen y según el Coneval (al 22 de marzo del año pasado), eran 49.5 millones… algo anda raro: si ya censaron que son 20 millones de hogares los que necesitan apoyos sociales, ya no checa. ¿Los señores Delegados Federales, tendrán los medios, experiencia, métodos y personal capacitado para realizar semejante hazaña en menos de dos meses?… tal vez, no es cosa de dudar de todo. Pero se queda uno pensando si dentro de otros 825 mil millones de pesos vamos a seguir con tanto pobre, ¿no será que el sistema para acabar con la pobreza no funciona?… seamos aparte de confiados, optimistas: ahora sí va a resultar. Por cierto ¿cómo le van a hacer?, el presupuesto para 2019 ya está aprobado… y apenas están terminando de hacer el censo. Bueno, ya se verá.

Y por lo mismo, ahora resulta que según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), señala que en el país hay 2.3 millones de jóvenes (incluye todos los sexos y sus variantes), pero el presupuesto para el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, solo alcanza para 925 mil 926 (40 mil millones de pesos). Faltan casi 60 mil millones más.

Insiste este menda, algo anda raro: según estos nuevos modos, un joven que estudie, recibirá una beca de 2,400 pesos y otro que no estudie ni trabaje, recibirá 3,600… de plano se necesita ser muy tarugo para trabajar o estudiar.

Bueno, no hay que andar de fijados: Roma no se hizo en un día (ni la ciudad ni la película), a través de los montes las aguas pasarán… fe y adelante… además, si falla, le ponemos otro nombre y este era un gato con los pies de trapo.

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