Chueco

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LA FERIA/Sr. López


Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, como ya sabe usted, tiene (vive), una inteligencia preclara. Sin tomar apuntes ni estudiar nunca, se tituló en Ingeniería Eléctrica con promedio de 10. Lo buscaron una empresa alemana y dos yanquis; Harvard le ofreció becarlo, pero se metió a trabajar al gobierno, se hizo líder de un sindicato oficial y se forró de dinero. Ya grandes, este menda le preguntó si no hubiera preferido hacer carrera en alguna de esas empresas o estudiar en el extranjero, y muy tranquilo respondió: -Parece que no me conoces, me gusta lo chueco… lo derecho me aburre –ni quien diga nada.

Ayer temprano, en la CdMx, fueron asesinados la secretaria particular y un asesor de la Jefa de Gobierno de la capital nacional. En un país en el que se mata diariamente a un promedio de 65 personas, pareciera que no debería ser noticia: dos fiambres más no alteran la estadística oficial.

Esa estadística que es lo único que importa al gobierno federal, para informar que la cosa va bien, manipulando las cifras con triquiñuelas como reclasificar los homicidios, de doloso a culposo, o a “otros delitos que atentan contra la vida” (¡ay, cuánto ingenio!), y pero-por-supuesto, sabedores de que sin cadáver no hay asesinato, se incrementa el número de desaparecidos y para evitar que crezcan desmedidamente, también se reclasifican como “otros delitos que atentan contra la libertad de las personas” (¡ay, cuánto ingenio!).

Pero nunca es tan fácil. El mundo observa. Apenas el pasado 2 de mayo, el Banco Mundial informó que entre 193 países, México ocupa el tercer lugar en el índice de crimen organizado y que en la región de América Latina y el Caribe, somos el país con mayor participación de mercados ilícitos (de 15, México tiene 13; le siguen Brasil y Colombia con ocho).

El Banco Mundial se añadió que en México, grandes porciones del territorio están bajo el control de grupos criminales que monopolizan mercados legales e ilícitos y con coerción y violencia, cobran impuestos y sustituyen al gobierno en la provisión de seguridad y justicia, “a menudo a solicitud de la ciudadanía”. Y que todo esto es posible gracias a que los grupos criminales se asocian o manipulan actores gubernamentales federales y estatales.

Así estamos. Que doña Sheinbaum y su Batman Harfuch, sigan muy entusiasmados informándonos lo bien que van cosas, según las estadísticas (sus estadísticas). ¡Padre!

Los gobiernos anteriores al actual -iniciado en diciembre de 2018 y continuado a la fecha-, si no fueron mejores, no fueron cínicos, respetaron al Poder Judicial, se sujetaron al escrutinio de los órganos autónomos, sometían el gasto público a auditorías y a la fiscalización de la Auditoría Superior del Congreso y no alardeaban de que para ellos la ley no era la ley.

Ogaño (si quiere con ‘h’), este gobierno del segundo piso, igual que el del Señor de los Abrazos, no realiza a cabalidad ninguna de sus más importantes obligaciones (salud, educación y la primerísima, la seguridad pública). Goza del poder y abiertamente no cumple… y no pasa nada.

Con descaro oculta -con la excusa hilarante de la “seguridad nacional”-, las cuentas públicas blindando la corrupción estructural que ha instalado y cuando algo revienta (caso Segalmex, 17 mil millones estafados, sí, 17 mil millones), el para vergüenza nacional, entonces Presidente protegió al responsable y explicó “pues hubo un desfalco”. ¡Y listo!

Este régimen cuatrotero, nos desapareció el Poder Judicial, los órganos autónomos que contrapesaban las desmesuras del gobierno, colonizó la Auditoría Superior de la Federación y el INE, hoy empeñado en una parodia electoral, experimento intencionado de los comicios por venir, de este menda se acuerda.

Y no pasa nada. El gobierno somete a la sociedad a su insaciable exacción, permite la hemorragia de recursos de sus obras descabelladas y endeudó al país hasta llegar al 51.4% del valor total de la economía nacional, alcanzando un monto de 17.4 billones de pesos (17.4 millones de millones), la mayor deuda desde que Hacienda tiene registro. Y no pasa nada.

¿Cómo hemos llegado a este extremo?… ¿cómo?… pues porque México es un país invertebrado: el gobierno va por su lado y la gente por el suyo. Unos hacen como que gobiernan y los otros como que obedecemos. Hacemos como que no sabemos que roban y hacen como que les pagamos impuestos completos (total, si les falta dinero, nos endeudan a nosotros, que ellos no pagan un peso de las deudas que nos echan al lomo).

Así somos de siempre. Antes del virreinato, sojuzgados por jefes de tribu caníbales (sea mesurado, no les diga reyes ni emperadores); en el virreinato -nunca fuimos colonia-, porque no había manera de llevar gobierno a tanto territorio; en nuestro siglo XIX porque fue un despelote casi perpetuo y en el XX, porque nos sometimos a un régimen que a cambio de mantenerse en el poder sin sobresaltos, benefició (mucho) a la raza de bronce, sin ni pretender que pueblo y gobierno, iban en la misma dirección.

Desde los años 90 del siglo pasado y hasta el 2018, parecía que ¡por fin!, los asuntos nacionales iban por caminos andaderos, con problemas, con defectos, pero ya incorporado el país a un régimen democrático y al bloque económico-comercial más poderoso del mundo.

En esas estábamos cuando en 2018 se eligió (sin duda), un Presidente que con la anestesia del asistencialismo, intentó una copia del echeverriato de sesenta años atrás, pero la historia nunca se repite y lejos de construir un régimen, dejó cascajo.

Logró el Señor de los Abrazos, el triunfo de su sucesora designada, con carretadas de dinero y corrompiendo políticos de toda laya como sabe hacerlo el gran corruptor que es, pero desdeñan el principal problema nacional que no se controla repartiendo efectivo: la inseguridad pública. Ya les mataron a dos muy cercanos al más alto nivel de gobierno, ¿qué sigue?… nada mejor y les falta el apretón de tuercas del tío Sam… pero no corregirán, no saben y además, les gusta así, chueco.

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