Sr. López
Tía Chelita padeció largos años estar casada con Gómez, del que este menda nunca supo su nombre de pila porque en la familia le decían así, siempre con desagrado. Más chaparro que mediano, cuerpo de sapo, sin cuello y ojos saltones que amargó la vida de la tía siendo rico como Creso gracias a su infame oficio de usurero, razón primera del desprecio general. Una peculiaridad tenía Gómez: cómo celebraba su cumpleaños. Era de no creerse. Salones de fiestas inmensos, tres orquestas, pista de baile, cantantes de moda, comediantes afamados, buenas viandas, abundante bebida y aparte de la tía y sus hijos, mucha gente, pero nadie de su familia ni la nuestra: todos los invitados eran contratados a un sindicato de burócratas que le retacaba su fiesta cada año. Él pagaba todo, lo vitoreaban, le aplaudían, le echaban porras. Ya viuda la tía, este López se vino a enterar que cada domingo, Gómez organizaba comilonas en su casa, con invitados también contratados. “Solo así estaba contento”, explicaba tía Chelita que entregó completa su herencia a un orfanato de monjitas. La mantenían sus hijos, bien.
Para que vea de lo que es capaz su texto servidor, hoy viernes 17 de marzo, le comenta lo sucedido mañana sábado en la capital del país.
No tiene el junta palabras el don de profecía ni trata con la Sibila de Cumas (la mera adivina que con sus libros de vaticinios trajo a rienda corta a los romanos casi ocho siglos); ni hay vanidad al asegurar que sabe con precisión lo que ocurrirá mañana, tan fácil de saber, como los inevitables sucesos de una noche de bodas, desde días antes de los hechos. Imposible equivocarse (aplican restricciones… se dan casos).
El evento de mañana para conmemorar la llamada expropiación petrolera (que no fue eso, léase el Decreto de Cárdenas), será en el Zócalo de la CdMx, a las 17:00 horas y fue convocado personalmente por el Presidente de la república:
“Adelante, estamos invitando a toda la gente, que asista al Zócalo. Todo aquel que está a favor del cambio, de la transformación, de las libertades, de la justicia, de la democracia, de la soberanía, en contra de la corrupción, de la impunidad, del clasismo, del racismo, es bienvenido. Y va a llegar mucha gente el 18”.
¡Qué nervios! Emociona que no sea solo celebrar lo del petróleo sino la confirmación masiva de que el pueblo (también aplican restricciones: pueblo en este sexenio, es exclusivamente quien está de acuerdo con el Presidente, no con el gobierno, no se haga, ¡con el Presidente!), evento en el que el pueblo -repito- confirmará que está a favor del cambio (ya se definirá, no coma ansias), la transformación (leer anterior paréntesis), las libertades, la justicia, la democracia (aplican restricciones, esos del INE, ni se alboroten), de la soberanía (¡sí se puede!), contra la corrupción (¡qué lata!, otra vez aplican restricciones: Martín, Pío, Pepín, Felipa, Manuela, Concepción, la señora Adams, Bartlett, Nahle, Ovalle, Ana Guevara, Delfinita… exentos), y contra la impunidad, el clasismo y el racismo. Ni modo de oponerse a tan nobles propósitos. ¡Viva, viva!
El Zócalo se llenó a reventar. Seguro. Para eso se organizaron. Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, lo anticipó: “(…) se va a abarrotar el Zócalo y algunas calles aledañas al mismo”; los comités estatales de Morena estimaron apoyar con 280 mil personas y el recio Ignacio Mier, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, confirmó que los legisladores de su partido pagarán el traslado de los participantes desde diversas partes del país, con su dinero.
Así fue, no es necesario que verifique usted lo sucedido, así fue, no podía ser de otra manera, imagínese el papelón del gobierno federal si llegaran al Zócalo unos cuantos, nomás por eso se le esfumarían sus esperanzas a doña Claudita ‘La Corcholata’ Sheinbaum. Además, para garantizar que los asistentes no fueran a retirarse antes de escuchar el galano discurso del líder del país, hubo artistas, cantantes, de los que le gustan a la gente, anunció el Presidente. ¡Qué bonito es lo bonito!
La cantidad de personas puede sonar disparatada considerando que en el Zócalo, retacado, caben 138 mil (mide 192 por 240 metros, 46,080 metros cuadrados con tres tenochcas por metro, apretaditos para sentir más bonito); pero la calles que desembocan al Zócalo se llenan con 50 mil patriotas más y eso suma 188 mil, póngale, 190 mil… y los otros 90 mil para llegar a la cifra prevista por los organizadores, esos, bueno, esos llenaron Reforma, desde Tlatelolco a Las Lomas, sin duda, ¿por qué dudar?
Interesante es que los gallardos legisladores de Morena pagan el traslado (y seguro los de sus partiditos rémora cooperan, seguro). No interesante, interesantísimo: esa masa se mueve en unos 5,600 autobuses (de a 50 gentes en cada uno), que de a 24 mil pesos viaje redondo (promedio porque llegan de todo el país), son poco más de 134 millones de pesos; le toca poner a cada gallardo tribuno (son 275), la bicoca de… 487 mil pesitos por cabeza… y lo pusieron ¡encantados de la vida!, no se puede ni dudar: sus convicciones dan para eso y más.
¿Y más?, sí, hay más, porque comen los 280 mil patriotas, ponga usted un lonche (gacho) de 30 pesos (ya de plano), y son otros 8 millones 400 mil pesos… y si a los enardecidos asistentes les pagaron “algo”, una motivación extra, pongamos bajita la mano, unos 200 pesos (les pagan 350, pero no seamos severos), hay que sumar otros 56 millones de pesos.
Sí, ya muy chiquiteada la cosa, sin coordinadores, músicos, cantantes, sonido, estrado, escenarios, torres de iluminación, servicio sanitario, camiones de carga, ambulancias, seguridad, vallas y lo demás, el evento salió en casi 200 millones de pesos, de los que los diputados (los senadores dijeron que nones), pusieron 134 millones y los otros 66 millones Dios sabrá quién los pagó, pero es una ganga comparado con los 15,151 millones de pesos por aclarar en Segalmex.
Eso y más vale que a su líder, el pueblo pueda refrendar su cariño verdá’.