Carcajadas

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LA FERIA/Sr. López

Milagrosamente, a principios de los años 60 del siglo pasado, regresó de la URSS un tío al que toda la familia daba por muerto. Fue voluntario de la Legión Azul de España y participó en la Segunda Guerra Mundial del lado de Alemania. Estuvo en la batalla de Leningrado, cayó preso, sobrevivió a los inviernos rusos y al Gulag soviético más de diez años. Este menda tendría unos once de edad y le parecía fascinante lo que el tío contaba en esa sobremesa de domingo en casa de los abuelos. De repente, alguno dijo a la abuela Virgen (la de los siete embarazos), que no pusiera cara triste y como reaccionando, la buena viejecita, dijo: -¡Y cómo no!… si se me fue la lavandera -¡dioses!

Desde el Salón Oval de la Casa Blanca, el 17 de enero de 1961, pronunció su discurso de despedida, televisado a toda su nación, el presidente Dwight Eisenhower, héroe indiscutido de la Segunda Guerra Mundial. Se esperaba un discurso nostálgico de un viejo militar, pero escucharon una enérgica advertencia: “(…) debemos protegernos de la adquisición de influencia injustificada, ya sea buscada o no, por parte del complejo militar-industrial. El potencial para el desastroso ascenso del poder fuera de lugar, existe y persistirá”.

Lo dijo. Pasó. Y ese nada patriótico complejo militar-industrial, hizo y deshizo, hace y deshace. Para tener una idea, se dice que esa amalgama de inmenso poder bélico-militar, mató el 22 de noviembre de 1963 al presidente John F. Kennedy, por querer sacar a su país de Vietnam, como anunció públicamente Pierre Salinger, secretario de Prensa de Kennedy, la tarde del 2 de octubre; como ratifica quien fue su secretario de Defensa, Robert McNamara, en su libro de memorias ‘In Retrospect’ (en el capítulo 3, para que no batalle).

Otro que en su discurso de despedida, el 15 de enero pasado, dijo algo que llamó la atención, fue Joe Biden: “(…) quiero advertir al país sobre algunas cosas que me preocupan profundamente (…) la peligrosa concentración de poder en manos de muy pocos ultra-ricos, y las peligrosas consecuencias si no se controla su abuso de poder”. También dijo: “(…) ya lo hemos visto antes, hace más de un siglo. Pero el pueblo estadounidense se enfrentó a los magnates ladrones de aquel entonces y desmanteló los monopolios”.

No es secreto que esas duras palabras don Biden las dirigió al grupo de poder que respalda al fétido Trump. La cara más conocida de esos “magnates ladrones” en torno al Trump, es el Elon Musk, con sus tres nacionalidades: sudafricano, canadiense y estadounidense (desde el 2002); otro es Peter Andreas Thiel, también con tres nacionalidades, alemán, estadounidense y neozelandés (desde 2011); también David Sacks; en EEUU los llaman la ‘PayPal mafia’, porque en esa empresa coincidieron a fines de los años 90. Hay otro, Marc Andreessen. Todos multimillonarios, metidos en cosas del poder político, de abuso del poder político.

No hay espacio para dar detalles, pero nada más una probadita de cómo piensan: el Thiel, en la revista Cato Unbound, en un artículo del 2009 dice: “(…) no creo que la libertad y la democracia sean compatibles (…) el sufragio femenino ha asegurado el triunfo de un ‘demos’ irreflexivo (‘demos’ entendido como gobierno).

Todo esto le comento porque ayer don Trump se echó para atrás por 90 días, con lo de los aranceles a todo el planeta (sí dejo el 10%), excepto a China que le zambutió el 125%.

Pensará alguien que entró en razón. No. Los grupos de poder en los EEUU no son como los de acá que bailan al son que les toque el Presidente. Allá las cosa son en serio y hay fortunas que nos resultan difíciles de imaginar y del todo autónomas del poder político. Y esos grupos que no forman parte de los que impulsaron al Trump y le fijaron su agenda arancelaria, sin gritos ni sombrerazos, le dieron su baño de realidad a la Casa Blanca.

En esta ocasión, le apretaron las tuercas al Copetón del Salón Oval, unos que llaman “bond vigilants” (vigilantes de bonos), que son inversionistas en deuda de EEUU, más poderosos que todos los amiguitos del Trump, juntos.

Desde que el Trump ganó su reelección, los que saben advirtieron que si las autoridades monetarias y fiscales no lograban poner en orden en las finanzas públicas de EEUU, ya lo harían los “bond vigilants”, que pueden inundar al planeta con ventas masivas de Bonos del Tesoro de EEUU, de renta variable, dislocando las finanzas, la deuda y las tasas de interés, junto con una debacle en los mercados accionarios. China no puede, tiene solo el 2.1% de los bonos que hay, no le alcanza, a esos otros, sí, sobradito.

Los Bonos del Tesoro de EEUU son refugio de todos los inversionistas del mundo. La venta masiva de bonos de renta variable, obliga a los EEUU a detener la hemorragia, pagando interés más alto, lo que dispara la deuda yanqui, disloca todos los mercados y manda todo a volar. Y ese precio no lo paga el Trump, ni nadie en sus cabales.

Lo que sí quedó como una duda de esas que matan es si el Trump lo hizo por consejo de sus magnates ladrones, para tirar las bolsas de valores, comprar barato y enriquecerse más.

Ya ayer en la Cámara de Representantes, se lo echaron en cara a Jamieson Greer, representante comercial de EEUU, le dijeron que todo había sido una “manipulación del mercado para beneficiar a los inversores multimillonarios”. Lo negó, claro.

Pero eso parece y más por los mensajes en Truth Social del Trump, diciendo: “Este es un gran momento para hacerse rico, más rico que nunca antes”. Lo dicho, magnates ladrones.

Mientras el planeta estaba muy atento a estos asuntos que lo pueden destorlongar, en el Senado de México, los siempre patrióticos y avispados cuatroteros, aprobaron una moción para pedir a la ONU que sancione a su presidente del Comité contra la Desaparición Forzada, Olivier de Frouville, por haber solicitado información a nuestro gobierno sobre eso, para iniciar (o no) el procedimiento. Iniciativa del Noroñas. Qué pena con la ONU.

Y qué pena por México, hasta acá se van a oír las carcajadas.

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