Sr. López
Tía Lolita, de las de Autlán, más que muy hermosa, era un definitivo mentís a la virtud de la castidad, capaz de sacarle resina a un poste de telégrafos abandonado en el desierto de Altar, Sonora, y nació “inquieta”. Tuvo cinco maridos aparte de meritorios, temporales, interinos y auxiliares. Ya sesentona (y seguían volteando a verla), platicando con otras señoras de la familia, dijo de uno que había sido el peor de todos, porque: -Fue el único que sí me hizo creer que me quería… y no, solo para… bueno, ya saben -¡vaya!
Ya es el último mes en que estará hospedado en Palacio Nacional el dicente transformador patrio, 28 días más sin contar este. Tal vez fuera oportuno promover que Televisa realizara el concurso ‘El peor Presidente de México’; seguro tendría más ‘raiting’ que ‘La casa de los famosos’ (¡No se lo pierda!, secretos, vicios presidenciales, intimidades, ¡trepidantes revelaciones!… se recomienda discreción). Tal vez.
Habría sorpresas, una, que la inmensa mayoría de la gente no tiene la menor idea de la calaña de los presidentes del siglo XIX, nuestro siglo trágico, en el que un fuerte competidor por el título del peor Presidente de México, pudiera ser el tal Benito Juárez, por sus mañas para perpetuarse en La Silla, su afición por el dinero y los lujos, y por encima de todo, por el Tratado McLane-Ocampo (firmado el 14 de diciembre de 1859), tratando de conseguir el reconocimiento y apoyo de los EUA, al precio de sujetar a México a una perpetua servidumbre con ese país. Tratado que para vergüenza nuestra, no entró en vigor porque lo rechazó el Senado de los EUA. De pena ajena.
Otro buen candidato sería Porfirio Díaz, por la metódica satanización con que lo obsequió el priismo imperial durante 70 años, para crear y mantener el mito de que la guerra civil que llamamos Revolución Mexicana, fue contra él y por su culpa. Mentira, el señor renunció el 25 de mayo de 1911, menos de siete meses después de iniciado el levantamiento maderista, luego don Panchito fue electo Presidente, lo asesinaron y empezó la fiesta de las balas entre caciques, bandidos y asesinos, que duró oficialmente hasta 1920, pero con episodios ya aislados, se prolongó al menos hasta 1929 y varios años más. Don Porfirio tuvo la mala suerte de ser longevo, que si se muere terminando las fiestas del centenario de la independencia, sería nuestro mayor héroe. Él sí transformó al país, de una ruina miserable, en un país respetado por el mundo entero, sin negar sus pifias.
Pero del siglo XIX, el peor Presidente es el pigmeo político, cobarde ‘summa cum laude’, Manuel de la Peña y Peña, quien en los siete meses que fue presidente interino (del 16 de septiembre al 13 de noviembre de 1847, y del 8 de enero al 2 de junio de 1848), se las ingenió para vender en cómodas anualidades, más de la mitad del territorio a los EUA, diciendo que era el mejor arreglo para terminar la guerra con ese país. Así cualquiera consigue la paz. (Y no proponga a Santa Anna, se equivocaría; es otro satanizado por la historia oficial).
Del siglo XX, para sorpresa de críticos ramplones del priismo imperial, prófugos del ácido fólico, casi todos los presidentes, desempeñaron el cargo correctamente, lo que permitió construir un país entero, de casi cero, con mejoras que parecían impensables, al grado de que en Europa empezaron con eso del “milagro mexicano”. No fueron santos, ninguno, que eso no existe, pero sí trabajaban para México y su “última ratio”, su defensa final, es el enorme aumento de la población y del promedio de vida. Algo se hizo bien.
De los presidentes priistas no son rescatables Luis Echeverría y López Portillo. Hicieron mucho daño a la economía del país con su irresponsable gasto inflacionista que endeudó sideralmente al país. Aparte, sus pésimos fines de sexenio, uno expropiando tierras a tontas y a locas y el otro, “nacionalizando” la banca. Pero… no son los peores. Si revisa usted todo lo que se hizo en sus administraciones, verá que no.
Y no se vuelva a equivocar proponiendo a Salinas de Gortari como el peor; de ninguna manera; la obsesiva campaña del señor de Macuspana explica en buena parte el repudio que recibe el Carlos, siendo que su gobierno explica el paso del México que recibía cascajo a potencia comercial, sin ese señor no seríamos el principal socio de los EUA… se dice fácil.
Así llegamos al siglo XXI, con el Chente Fox y su chabacanería (“comes y te vas”), cuya principal falta fue quitar a México la fe en la democracia; se celebró su inesperado triunfo como señal de que los tiempos mejores llegarían sin duda con la democracia (falacia indefendible); y no, el señor pasó sin pena ni gloria, aunque se debe decir también, que no toqueteó las instituciones.
Siguió Felipe Calderón, señor decente y honesto que cometió el inmenso error de aceptar la estrategia de guerra propuesta por los EUA contra el crimen organizado. Fatal error que inició el camino de la violencia general. Pero tampoco puso a temblar al país haciendo charamuscas con la Constitución. Ahora a la vista de los acontecimientos, su figura crece.
Llegamos a Peña Nieto. Don Quique Copete, un buen candidato a la presea pero no por la corrupción que se le achaca (digo, lo de la Casa Blanca es de jardín niños, comparando con las atrocidades de ahora), sino por su inmensa frivolidad y desinterés por el futuro del país, que abrió el paso franco a las hordas que tomaron el poder (la persecución del candidato Anaya, no se olvida), sin siquiera intentar terminar él su sexenio. Entregó el país, a él debemos la llegada del actual.
Andrés Manuel López Obrador va de puntero a ser el peor presidente de nuestra historia, no por charlatán y embustero; no por la inmensa corrupción de su gobierno; no por su fracaso en todos los rubros; sino por haber engañado a tanta gente diciendo de que él sí quería a México, cuando la verdad es que solo se quiere a él mismo, por lo que ahora sabotea a su sucesora. Primer Presidente que arruinará dos sexenios. ¡Campeonísimo!