Sr. López
Tío Macro, de los de Autlán, hacía honor a su nombre (era enorme); fue un próspero ranchero (rico de pueblo) y de trato amable, pero aun así, tía Mariquita lo dejó y ninguno de sus cinco hijos le hablaba. Ella y todos daban la misma explicación: en todo imponía su autoridad pero cambiaba diario de opinión haciendo la vida imposible; lo abandonaron, total, se tenía que morir y era cosa de esperar sin nervios a heredar. Heredaron.
Un país funciona, cuando simultáneamente funcionan muchas cosas distintas no siempre coincidentes, pero todas articuladas por las leyes, pues sin ellas se impone la ley del más fuerte y nada funciona.
Hay países así, los llaman estados fallidos, pero es demasiado conceder llamarlos estados, no lo son, son amontonamientos de personas libradas a su suerte y a merced de personas que se benefician de la situación sin escrúpulos.
En México la vida nacional se compone de las acciones sumadas de casi 130 millones de individuos; más las de 4 millones 883 mil empresas (10 mil con más de 250 empleados; 29 mil con entre 50 y 250 empleados; 144 mil pequeñas empresas y 4 millones 700 mil micro empresas; cifras a diciembre de 2021); más las acciones de las dependencias, entidades y órganos de gobierno; el ejército; las iglesias; las organizaciones productivas, populares, académicas, culturales, estudiantiles y ciudadanas (ONG’s). Todo, todo, funciona en simultáneo, sin acuerdos explícitos previos pero con el convenio implícito de estar todos sujetos a unas mismas reglas, las leyes. Sí, aun en nuestra risueña patria, en la que no es desdoro no acatar la ley, sorpréndase: la mayoría obedece las leyes, sin por eso dejar de hacer todas las trampas que se puedan hacer, como sobornar a un policía de tránsito o escamotear algunos pesos de los impuestos que se deben pagar.
Pero en los sustantivo, se respetan las leyes, si no fuera así nada funcionaría, no habría planta productiva, no seríamos una de las 20 economías más importantes del mundo (al año pasado, fuimos la 16); el gobierno actuaría a su antojo (se cobrarían los impuestos o no, según el humor que tuvieran en Hacienda; la policía saldría o no a las calles; los jueces dictarían sentencias según su estado de ánimo… imagínese); no tendríamos al 2021 un producto interno bruto de 20 billones 80 mil millones de pesos (500% más que en 1980), del que casi la mitad, 9 billones 900 mil millones de pesos, se exportan (somos el 11 exportador más grande del mundo y el más importante de Latinoamérica… no es poco).Sí, en México lo normal es que la mayoría se sujete a las leyes, sin eso sería imposible que nuestro país tuviera como tiene, trece Tratados de Libre Comercio con 50 países, lo que nos da acceso a un mercado de 1,300 millones de consumidores, que representan el 60% del PIB mundial (datos de la Organización del Mundial del Comercio).
¿A qué viene la catarata de números?… a que vamos para atrás: hasta 2010 fuimos la economía número 12 del mundo, para 2020 ya éramos la 14 y ahora estamos en el casillero 16. No se apresure a echarle la culpa a la pandemia, que todo el mundo la padeció, y sin ningún apasionamiento político, busque al responsable por otro lado: algo no se ha hecho o se hizo mal… o peor: se está haciendo mal.
Economías que en 1980 eran equivalentes a una tercera parte de la nuestra, nos han rebasado (Indonesia, Corea del Sur), mismo caso con India y China, cuyas economías en 1980 eran inferiores a la de México, pero al año pasado, el PIB de la India fue 205% mayor que el nuestro y el de China 1,400% superior.
Y sirve de mucho mencionar a la India y China para atajar el argumento de que todo depende de la educación: no se puede sostener que tengan estudios académicos de alto nivel los 1,413 millones de habitantes de China y los 1,372 millones de la India; y tampoco se puede atribuir a una ‘cultura mejor’ o a un sentido del deber que les sale de su religiosidad (en China el 74.5% no profesa NINGUNA religión, en tanto que en la India, la casi totalidad sí tiene religión). Eso no quita que esos países tienen muchísima gente preparada, pero en porcentaje de la población son una cantidad ínfima.
Vale la pena insistir en que no todo depende de la educación, si fuera así, la Alemania nazi hubiera sido imposible con esa población en la que el profesional que no tiene grado de doctor, da risa. Sí, muy educados, muy educados, pero ya ve a qué llegaron.
El factor determinante en el desarrollo y prosperidad de las naciones, apunta al gobierno. Son las políticas públicas las que expanden o contraen el crecimiento y la obtención de mejores condiciones de vida de las mayorías. Y de entre las políticas públicas, la principal es la seguridad.
No es casualidad que vayamos retrocediendo en los indicadores económicos: la delincuencia va progresando, los números oficiales lo confirman. Si a esa creciente inseguridad pública se suma que desde el gobierno se propicia un clima adverso al capital, a los empresarios y a los inversionistas extranjeros, ya se sabe qué resulta: esto.
El actual Presidente conocía los problemas que enfrentaría. Lo que no se esperaba de él era que intentara resolver todo con un continuo discurso de confirmación de sus personales ideas y a afirmar y reafirmar que él es el único que manda… y eso no es así en democracia como quedó claro el domingo pasado cuando la Cámara de Diputados echó a la basura su iniciativa de reforma al sector eléctrico.
Quedan 29 meses de este gobierno federal. ‘Transformación’ no hubo, no podía haberla cuando se conduce al país erráticamente, sin el mapa que son las leyes, con todo el aparato del Ejecutivo federal atento a las instrucciones de cada mañana. Ahora el peligro es un acto desesperado de gran fin de fiesta que nutra el ego del Presidente aunque comprometa el futuro inmediato de la nación.
No hay excusas para la oposición, lo vieron a lo vivo el domingo pasado, de ellos depende atenuar y contener cuanto se pueda que México se pierda en caminos de extravío