Beber o derramar: La Feria

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SR.LÓPEZ

Tía Pepa (Josefina), era de las toluqueñas del lado materno, mocha 12 grados Richter, que rezaba todo el santo día y si se le batía el arroz decía que ‘por algo’ Diosito lo había permitido: todo era según ella, por designio del Todopoderoso. Su marido, tío Chencho (Inocencio), era un tamaulipeco grandote, simpático, fresco de modos, nada rezador, que le quitó el rosario y el escapulario a la tía con la frecuencia necesaria para tener nueve hijos y se divertía con el constate acudir de su esposa a la ‘voluntad de Dios’, por lo que a veces le decía delante de la visita o ya terminando alguna fiesta familiar: -Al rato te digo una cosa que sí es voluntad de Dios, Pepa, en nuestra recámara te digo –y la tía se ponía colorada.

Contra lo que alguna gente imagina, la democracia es más bien reciente sobre la faz de la Tierra, pues la ‘democracia’ griega (Pericles… ¡ay! Pericles), que se alega existió desde el siglo V a.C., era un sistema electoral que no permitía votar a más del 95% de los que vivían en la idílica ‘polis’ (esclavos, mujeres y metecos, que vivían en Atenas pero no eran nacidos ahí), y encima, solo permitía que fueran elegidos los de ‘clase superior’ (los de más dinero).

Realmente se implantó la democracia como paradigma todo terreno, al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando desde la ONU, mangoneada por los EUA y adláteres, se impuso como algo incuestionable junto con los derechos humanos, sin distinguir bien a bien qué es democracia (fuera de la tontera de que la libre elección garantiza que el pueblo entregue el poder a quien elige, para que lo gobierne como quiere, sin recapacitar que el pueblo escoge de entre un limitado menú de candidatos, puesto a disposición de la ciudadanía por un más limitado sistema de partidos, en procesos que cuestan toneladas métricas de dinero, lo que estrecha más la posibilidad de que se cuele cualquier pelado por sabio y querido que sea); y también sin saber de a de veras que son los llamados ‘derechos humanos’, se implantaron mediante una Declaración Universal que todo fue menos universal y pregonan antes que nada una grandísima mentira: ‘Todos los hombres nacen iguales’… sí, cómo no, ni en derechos, ahí le pregunta a un bebito tarahumara.

Como sea, es el mundo actual: hay que ser democrático y hay que defender muy convincentemente el respeto a los derechos humanos.

Lo malo es que la ‘democracia’ se coopta con dinero y es muy manipulable, no solo con carretadas de propaganda, sino también con certeros disparos de corrupción (y a veces, de pistola), de manera que en estos tiempos, no son tan pocos los dictadores que muy orondos exhiben los resultados electorales que los tienen montados en el poder, siendo realmente, dictadores y autócratas, a menos que no le parezca sospechoso cómo se reelige Putin en Rusia (para no hablar de los regímenes de China, Corea del Norte, Cuba y Vietnam del Norte, Argelia, Ruanda, Guinea Ecuatorial, Siria, Uzbekistán, Azerbaiján, Turkmenistán, Kazajstán, Burundi, Ruanda y otros que da flojera mencionar por chiquitos… todos con procesos electorales realizados y asombrosamente favorables a los que tienen el pandero y no lo sueltan). Si a esos países suma los que tienen monarquías de las de antes, no hay duda que la democracia no reina en todo el planeta.

Igual y como sea: ya discriminados los países en que la democracia es una mascarada, revisando solo los que sí se toman en serio el asunto, habría que ver las peculiaridades de cada lugar; mire, por ejemplo: en la Gran Bretaña, contra lo que uno se imagina, la gente no vota para elegir Primer Ministro, eso lo decide el partido ganador, la raza (son raza aunque hablen inglés), elige solo a su parlamentario. En Italia los procesos son un plato de espagueti y su política un albañal. En los EUA puede ganar el que saca menos votos. En el norte de Europa, no es general la votación universal. En África las cosas no raramente se arreglan a machete. En América Latina aún se observan situaciones esperpénticas y prevalecen sobre de la población estamentos sociales, económicos o militares (o su mezcla al gusto de cada país).

Lo que sí debemos tener claro es que la democracia hoy por hoy suele ser coartada para los vivos y perversos que gustan de la cosa pública (no necesariamente para robar, que a algunos les basta con la dicha inicua de tener el bastón de mando).

Así las cosas, ‘haiga sido como haiga sido’, ya elegido y montado el mandón de turno, queda por saber si gobernará ‘democráticamente’, respetando igual la ley siempre y en todos los casos, procurando las mejores condiciones de bienestar a sus pueblos, ejerciendo eficientemente el gasto de los caudales del erario… sin corrupción.

En el caso de nuestra risueña patria fuera del discurso, estamos lejos (no tanto pero sí más de lo aceptable), de vivir bajo el cobijo de las santas consejas que dicta la democracia genuina, los fraudes electorales de brocha gorda del siglo pasado han pasado a la historia, sí, pero el imperio de la ley es una aspiración y las condiciones de vida del 60% de la población ponen los pelos de punta a un ‘homeless’ londinense que en invierno duerme al raso con temperaturas bajo cero.

Sume usted a lo anterior, que la materia prima de una democracia, cualquier democracia, es la ciudadanía y no se vaya a molestar pero en México ya cumplidos los 18 años de edad y obtenida la credencial de elector, los verdaderos ciudadanos, con sentido cívico y social, que entienden su obligación de respetar la ley y pagar impuestos, no son todos y parece que son pocos.

Por eso sigue funcionando nuestro peculiar presidencialismo. Por eso nuestros presidentes tienen tanto poder legal y extralegal (metaconstitucional lo llamaba López Portillo), pero en compensación cargan a pelo con la responsabilidad de todo: de un bache a la pensión de una viejita en Tingüindin, del equilibrio de las finanzas públicas a los estragos de un terremoto. Por eso nuestro actual Presidente la va a beber o derramar.

 

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