LA FERIA/Sr. López
Tía Angus (no, no era una res de gorda, se llamaba Angustias, en serio), era de veras intachable y como ama de casa, impecable. Con tres hijos, su marido empezó a no llegar de vez en cuando y luego, ya era raro que durmiera en el domicilio conyugal: tenía “casa chica” (y en el mismo barrio). La tía lloraba mucho y se quejaba más, diciendo que no sabía que “había hecho mal”, hasta que la abuela Elena se aburrió de tanto lamento y palabras más, palabras menos, le dijo; -No es nada que hiciste sino lo que no hiciste, todo le tolerabas, todo le aguantabas, todo le permitías y ahora, lo recibes si le da la gana ir a dormir contigo -la tía, preguntó qué debía hacer: -No sé tú, yo cambiaba la chapa de la puerta -dijo la abuela. No la cambió y el esposo acabó por dejarla… con otros cuatro hijos.
Se llama Ece Temelkuran, tiene 51 años de edad; es turca (aplausos, aplausos); es licenciada en Derecho; tiene doce libros publicados; escribe columnas de política; dos veces se le nombró la columnista más leída de Turquía; la publican The Guardian y Le Monde Diplomatique; la entrevistan las más importantes televisoras de Occidente. No es una pelagatos.
Doña Ece que se sepa no está muy al tanto de lo que sucede en esta nuestra risueña patria, todo sugiere que de nuestros asuntos nacionales no está muy enterada, más bien parece que le importan un pito.
Lo anterior, para que no se ponga usted en guardia ni suponga que la señora la trae contra este nuestro México, lindo y querido, por ser autora de un libro que lleva por título ‘Cómo perder un país’ (Editorial Anagrama; está en internet, en español y gratis, vale la pena leerlo).
Plantea la autora que un país se pierde en siete pasos. Al no estar escrito ni dedicado a México, más merece leerlos y reflexionar. Para que tenga una idea y saque sus conclusiones (o no, cada quien), le hago un resumen a marro:
Primer paso: crear un movimiento con una orientación política nutrida de percepciones sencillas, ordinarias, pueblerinas, que se asuma como única y verdadera voz del pueblo real, el oprimido, pobre y explotado, hasta implantar la “ignorancia politizada”.
Segundo paso: trastocar la lógica. Negar evidencias, no temer la puerilidad, minimizar tropiezos, errores y problemas, respaldar las explicaciones infantiles con propaganda, medios pagados y redes sociales.
Tercer paso: mentir sin vergüenza, subordinar la verdad a la ideología, desechar el sentido común, invalidar el conocimiento histórico y científico; distorsionar deliberadamente la realidad, imponer las creencias personales, la ‘posverdad’. Sin miedo al ridículo, así sea sostener que la Tierra es plana o que el virus del Covid no existe o se cura con conjuros religiosos.
Cuarto paso: desmantelar los mecanismos judiciales y políticos. La imposición de cualquier régimen populista o autocrático, es imposible si prevalece el Derecho. Este paso es fundamental, se implanta un régimen así, destruyendo el concepto básico de justicia, el mínimo de ética y moralidad que exige la vida en una sociedad libre.
Quinto paso: diseñar al “nuevo ciudadano”, acudir a la defensa de los débiles como coartada, definir un “pueblo bueno” frente a los otros, sus enemigos, hasta sustituir con individuos de ese “pueblo bueno”, a los mandos políticos, las autoridades de gobierno, a los integrantes de tribunales y diplomáticos. Todo ha de ser ocupado por el ciudadano nuevo, el que acepta el régimen, el “bueno”.
Sexto paso: ante tragedias, errores y fallos, disminuirlos, frivolizarlos, fomentar el sarcasmo, la negación grosera y burlona.
Séptimo y último paso: construir un nuevo país. Imponer el concepto de país del régimen, un país excluyente en el que no tengan lugar los que opinen diferente, los que se opongan, asimilarlos a traidores a la patria. Que la gente se resigne, acepte o se vaya del propio país. Sobran.
El libro de doña Ece se publicó en 2019, en los inicios del régimen “transformador” que ahora padecemos, no fue escrito en contra de él. Sin apasionamiento, sin pensar con el hígado, no se puede negar que esos siete pasos se ajustan a lo que hacen y seguirán haciendo los cuatroteros -no su chusma, la masa nunca es consciente-, sino su dirigencia, por más que en ella misma haya peleas a navaja, porque aparte de los pocos convencidos sinceros (los “duros”), los demás luchan por una mayor rebanada del pastel del poder y el abundante dinero que se les permite robar, sabiéndose impunes, intocables y con acceso a complicidades con el inmenso negocio del crimen organizado.
Una noticia le tengo: ni usted, ni usted y su familia con el vecindario, pueden nada en contra de esto. Los movimientos sociales, las revoluciones o grandes mutaciones de la historia, jamás salen de abajo, de la muchedumbre, son siempre inspirados, organizados, financiados y dirigidos, por los sectores de la sociedad que pueden, claro, porque tienen posibilidades sociales y económicas para resistir, enfrentar, suprimir o derrocar el régimen que prevalece en cualquier nación. Revise la historia, verá que así son las cosas desde la noche de los tiempos.
La ruta en que está México, es responsabilidad de esos que pueden y por miedo o interés, no actúan o peor, colaboran. Le han fallado a México los partidos políticos y los políticos; también la iglesia católica que sin meterse en política podría ser un muro insalvable. Estelarmente ha fallado al país la clase empresarial acomodaticia y voraz que todo permite a cambio de sus platos de lentejas.
No se propone el financiamiento de guerrillas ni levantamientos armados. No, así, no, no más sangre. Pero no hay régimen que resista una huelga general de impuestos.
Como estos han hecho confianza, abusan cada vez más y con menos pudor. La triste historia de nuestro país, en dos siglos, es que siempre que caemos en el despelote general, los EEUU se entrometen y ponen orden, el que les conviene.
No saben los cuatroteros que el tío Sam ya los tiene en la mira. Por eso lo de los aranceles, que son solo otro apretón.