Sr. López
Creo haberle contado de tío Manolo (de los del lado materno-toluqueño), quien en vida gozó fama cierta de ser el hombre más mentiroso del mundo. No era mitómano, era mentiroso siempre y en todo, por la dicha inicua de engañar… y eso le costó la vida, porque la única vez que dijo la verdad, varias veces, tía Tinita, su esposa, no le creyó y luego el doctor dijo que sí había sido un infarto. Toda la familia exculpó a la tía, porque ¡para saber que esa vez decía la verdad!También antes le he comentado que en esta nuestra risueña patria, la verdad es rareza, y sin saber si es así toda la especie humana hemos de reconocer que en México, la mentira alcanza niveles de alta escuela. No se enoje.
No se refiere el del teclado a la mentira personal que se puede hasta considerar natural, porque no se puede andar por la vida diciendo siempre la verdad y hay casos en los que mentir es acto de caridad (-¡Qué lindo bebé!), o legítima defensa (-La conozco de vista, ni su nombre sé).
Tampoco alude su texto servidor a la universal mentira histórica en que los gobiernos incurren para tener héroes, ocultar vergüenzas y crear mitos, que también se comprende, porque ni modo que a los niñitos yanquis les enseñaran en la escuela las barbajanadas que su país ha hecho en América Latina, ni a los nuestros les contaran que en esta tierra de hombres cabales hemos discriminado, perseguido y hasta legislado en contra de los chinos (no me crea, usted averigüe qué pasó a principios del siglo XX), hasta matanzas hubo… sí, a veces hay que maquillar la historia.
La permanente epidemia de mentiras colectivas y oficiales, es lo que llama la atención de este López, que insiste en ignorar si es así en el resto del planeta Tierra (que le decimos así aunque casi el 70% de su superficie sean océanos, por lo que en rigor deberíamos llamarlo planeta Agua… en fin): en México es muy difícil conseguir información dura y confiable sobre casi todo.
Hace algunos años el del teclado ilustró esta afición nacional a escamotear la verdad en cosas tan elementales como la extensión del país (no se asombre), que el INEGI consigna 5 millones 114 mil 295 kilómetros cuadrados, pero Conagua (chéquele), nada más 1 millón 964 mil 375, que es la verdad porque el Inegi suma a la tierra firme la zona exclusiva de mar que nos corresponde según los tratados internacionales (para explotarla, cosa que ya se verá cuándo).
Usted por su cuenta piense si de veras sabemos cuántos mexicanos somos (cada vez que se hace el censo, no pocos gobernadores le hablan bonito a los del INEGI para que inflen los números, pues de eso -entre otras cosas-, dependen las participaciones que reciben de Hacienda); piense, piense nomás si de veras sabemos cuánto se recauda de impuestos federales, estatales y municipales; cuánto petróleo y gas se extrae y vende cada año; cuánto de verdad se roban los “huachicoleros”… o cuántos tenochcas realmente laboran en los tres niveles de gobierno (solo recuerde que en abril de 2019, el Presidente López Obrador anunció la realización de un censo de maestros como parte del proceso de federalización del sistema educativo, cuando con ver la nómina que pagan cada mes deberían saber cuántos maestros hay en la SEP… impúdicos).
Es por eso que nos debería dar risa el escándalo que se arma en la prensa cada vez que pescan mintiendo a un funcionario público… ¿cómo de qué se asombran?, no vienen de Noruega ni son marcianos: son de los nuestros, simples tenochcas simplex con cargo.Igual con los políticos. Los medios de comunicación y la gente común, enfurecemos al saber de sus engaños… ¡por el amor de Dios!… los ciudadanos dedicados a la cosa pública son el producto estándar de la bonita familia mexicana. No se ofenda, no son ganas de insultarlo, pero los políticos, los partidos políticos y la vida política de cada país, son el espejo de su población, que cuando no es así, los derrocan, fusilan, cuelgan o hacen con su carne la estatua de Robespierre, para que los demás tomen de ejemplo al mártir aquél (como dice el tango “Wamba” de la zarzuela “El bateo”; música, Federico Chueca; libretistas, Antonio Paso y Antonio Domínguez; estreno, 7 de noviembre1901, ¡cómo olvidarlo!).
Esa furia colectiva, no es verdadera. Recapacite en lo que pasa en cada temporada de cosecha de votos: se hacen campañas en las que participan multitudes que aparentan fervor por el candidato, siendo que todos sabemos que no siempre ni todos, pero sí frecuentemente muchos, son “acarreados”, gente que cobra por asistir al acto político. Piense si de veras la gente (usted por ejemplo), cree las promesas y compromisos de campaña. Y lo mismo con las encuestas y análisis con que se nos obsequia a todos: mentiras, muchas mentiras y allá como agua de mayo, alguna verdad. Y los políticos más peligrosos mienten con la verdad: dicen cosas ciertas, aseguran que las corregirán y ni locos lo harán.
Los ciudadanos de la tercera edad (edad de tercera, sería más veraz), recuerdan que “antes” no era así; que habitualmente los políticos eran gente seria y hablaban poco: cierto, pero “antes” no se necesitaba conseguir votos, les importaba un pito lo que pensara la gente y la prensa solo tenía un cliente (el gobierno). Claro que “antes” se hacían cosas muy buenas, pero también muy malas, así que como de sentir nostalgia no es la cosa.
Ahora se observa un descontento creciente con el gobierno y el Presidente y hay empresas que llevan la cuenta de cuántas mentiras nos ha dicho del 2019 para acá. Está bien aunque es un ejercicio inútil. Lo primero que debemos aprender rapidito es de qué va esto de la vida cívica que exige en primer lugar conducirse en lo personal, con decencia y junto con eso: informarse (sí, qué pena, pero hay que leer), y votar, votar todos, responsablemente.
Si seguimos como vamos nos vuelve a engañar cualquier listo y solo nos queda el consuelo bobo de quejarnos sin ver que fuimos la ocasión de lo mismo que culpamos. Hay que apurarle a aprender a respetarnos.