Sr. López
En todas las familias hay de todo, pero en la de su texto servidor de lo que hubo más fue de todo, particularmente en la rama paterna, las de Autlán, que en aquél México de mediados del siglo pasado, cuando aún era escándalo el divorcio, cambiaban de hombre como los ricos coche: uno nuevo cada año y contaba la abuela Elena con su mirada sonriente que en el pueblo decían que para enamorar a una de las Michel, había que buscar primero buen abogado.
Se lo cuento porque ahora -con las excepciones, bla, bla, bla-, aplica lo mismo a aquellos que se dedican a la política, con la diferencia de que estos no empobrecen, otro día con tiempo le cuento de tía Carmela, que dejó en la ruina a todos los que establecieron con ella el sagrado vínculo matrimonial.
La vida pública del país ha dejado atrás los enfrentamientos ideológicos y la lucha armada por imponer un proyecto de país, para llegar a esta época de luchas en lodo, torneos de engaños y argucias de leguleyos huizacheros.
Hemos pasado del dominio de la tribu azteca, a la conquista española conseguida por los indígenas. De la colonia sostenida a fuerza de epidemias, a la independencia hecha por españoles. Del despelote santanista al autoritarismo juarista. De la dictadura porfirista al golpe de estado contra Madero. De la tolvanera de soldadotes que fue la Revolución, a los asesinatos sobre pedido (Villa, Zapata, Carranza, Serrano y Obregón). Del cardenismo forjador de instituciones y del priismo imperial, al echeverrismo que exhibió la anemia cívica nacional.
Del desarrollo estabilizador, a Salinas que se creyó dueño del país, pasando del panismo al neopriismo de don Quique Copete, hasta llegar al gobierno transformador de hoy.
Como país fuimos de los arreglos secretos entre facciones masónicas del siglo XIX, a los pleitos armados y la guerra civil; pasamos de los cañonazos de 50 mil pesos, a la época de pactos entre compadres y compinches, que se diluyó entre medianías que heredaron todo y cedieron todo por incapacidad (Zedillo), dando paso al régimen panista que no supo gobernar al México real, tan alejado de sus principios demócrata-cristianos, hasta llegar a nuestro actual gobierno federal que luce cotidianamente su inhabilidad para usar las herramientas del poder y que carece de fogueo hasta para las maniobras en lo oscurito. Dios castiga sin palo y sin cuarta y a Morena, le concedió ser gobierno.
Y así pasamos poco a poco del México de Vasconcelos y Agustín Yáñez, a este México de Delfina Gómez; del México de Rivera, Orozco y Siqueiros, a este México de artesanías mexicanas importadas de China; de Julián Carrillo, Carlos Chávez y Pablo Moncayo, a Maldita Vecindad, los Hijos del Quinto Patio y Los Tigres del Norte. No hay derecho.Aceptemos la evidencia: no es lo mismo el inicio del régimen anterior con Calles y Lázaro Cárdenas, que el actual, con don Fox, Calderón y el Peña, seguidos por López Obrador; como no son lo mismo María Félix que la Márgara Francisca.
Qué bajo hemos caído, porque no me va usted a decir que es lo mismo un tronco de mujer que marchita floreros, altera el pulso, quita el aliento y derrama galanura, mientras colecciona amantes y fortunas (y no lo digo por parentela autleca), que una furcia barriobajera, ebria y descompuesta, recogiendo cigarros pisados del suelo; como tampoco son lo mismo Manuel Gómez Morín y Vicente Lombardo Toledano, que Marko Antonio Cortés y Mario Delgado.
Y viene a cuento por la maniobra cómica de declarar que el Tren Maya es una obra de seguridad nacional, como informó Javier May, director general del Fondo Nacional de Turismo (Fonatur), por lo que según dijo don May, se reanudarán las obras en su Tramo 5 sin violar los amparos que ordenan su suspensión, en tanto no contara con todos los permisos y licencias, en particular la Manifestación de Impacto Ambiental.
Pero en la interpretación a marro del gobierno, si es de seguridad nacional, pueden hacer lo que les venga en gana… y no, no es así.Ya desde noviembre de 2021 se publicó el acuerdo presidencial (día 23 por si es usted de los precisos), que define los proyectos y obras del gobierno federal “asociados a infraestructura”, como de seguridad nacional. Y supone el gobierno federal que eso permite incumplir las normas que rigen a los sectores de comunicaciones, aduanero, fronterizo, hidráulico, turístico y de salud, y por lo visto, bailarse el zapateado en los amparos.
Nada hay en Ley de Seguridad Nacional que permita semejante cosa y si se lee usted su Artículo Tercero y sus seis fracciones, se va a encontrar qué abarca el concepto de Seguridad Nacional: protección de la nación, preservación de la soberanía, mantenimiento del orden constitucional, fortalecimiento de las instituciones democráticas de gobierno, mantenimiento de la unidad nacional, defensa legítima del Estado, preservación de la democracia… o sea, nada, ni retorciendo como charamusca la ley, se puede aplicar a la construcción de un tren turístico.
Y de eso de que por ser de Seguridad Nacional las obras del gobierno federal no se auditan ni respetan las leyes (ni amparos), la Ley citada, en su artículo 4, dice muy claro exactamente lo contrario: “La Seguridad Nacional se rige por los principios de legalidad, responsabilidad, respeto a los derechos fundamentales de protección a la persona humana y garantías individuales y sociales, confidencialidad, lealtad, transparencia, eficiencia, coordinación y cooperación”…. Legalidad… respeto a las garantías sociales…
TRANSPARENCIA…
Eso de la confidencialidad que menciona el artículo arriba citado, no tiene nada que ver con las licencias y permisos, ni con lo que se gasten los burócratas en una obra, sino con que hay gastos imposibles de reportar, por ejemplo, la nómina de espías, orejas y similares.
Bueno, se hará el trenecito maya a contrapelo de la ley y para desgracia de las selvas. Ya tendremos algún día un gobernante que entienda lo que es jurar cumplir y hacer cumplir la ley. Ni modo, mi buen, ahí para la otra.