Agua de borrajas

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LA FERIA/ Sr. López


Dijo Claudia a sus discípulos: “El poder es humildad, el poder se ejerce con humildad”… y del techo del salón tesorería se oyó una voz con acento tabasqueño: “Esta es mi hija muy amada en quien tengo contentamiento”. La teofanía cuatrotera.

Lo dice y repite la Presidenta: “el poder es humildad, el poder se ejerce con humildad”… ¿de veras?… ¿así piensa?… ¿lo dice porque se oye bonito?… ¿anda de cachondeo?

Revise usted sus libros de historia y busque biografías de grandes personajes sobre los que se mencione su humildad: de ninguno.

Alejandro Magno, Julio César, Cleopatra, Ciro, Darío, Genghis Khan, Aníbal, Escipión (el Africano), Atatürk, Churchill, Franklin Roosevelt, Gandhi, Golda Meir, Adenauer, Anwar Sadat, la Thatcher, Angela Merkel… y tantos más. De ninguno se insinúa siquiera si fue humilde. Cero. Nada.

Tampoco, nadie se fija si fueron humildes Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles, Herodoto, la inmensa Hipatia, Tomás de Aquino, ni Gustavo Bueno. ¿Importa algo saber si Newton fue humilde… o Einstein? Y ya en estas, ¿alguna vez ha oído usted a una viuda ponderando la humildad de su difunto?… y tampoco dice que no tenía mal aliento, no era flatulento ni se comía los mocos. Son cosas sobreentendidas, ¡caramba!

La humildad es algo tácito y es parte de la templanza, esa capacidad personal de moderar la autoestima, controlar deseos, contener impulsos, acciones, apetitos, de modo que la humildad no es sentirse el tonto de la familia ni la vida frugal, no, ni en lugar de ir a Europa, disfrutar de las playas de Xochimilco. Nada que ver. La humildad resultante de la templanza es asumir las propias limitaciones, aceptar y corregir errores, oír otras opiniones, sopesarlas, tomarlas en cuenta al decidir.

Por eso la templanza es exigible a los hombres de Estado junto con la justicia, la prudencia y la fortaleza, enseña Platón. Y por cierto, sin justicia no vale ninguna de las otras virtudes.

Pero, cuidado, si alguien piensa de sí mismo que es humilde, eso es soberbia; y si piensa que es soberbio, eso es humildad. Para no enredarse viene en nuestra ayuda la Teresona de Ávila: la humildad es la verdad (ella lo dijo bonito: “la humildad es andar en verdad”).

Si es usted refractario a santas y santos -vicio bobo y no tan raro-, ahí está lo que dijo Ezra Taft Benson (1899-1994), el muy destacado político y funcionario de los EUA y en su vida personal, un santo varón: “El orgullo tiene que ver con quién tiene la razón. La humildad tiene que ver con lo que es correcto” (traducción a marro de “Pride is concerned with who is right. Humility is concerned with what is right”). Y es cierto, en particular en cosas de gobierno: no es importante tener razón, hacer lo correcto, sí.

Pero no es de creer que la señora del bastón de juguete, se ande metiendo en honduras ni filosofías.

Seguramente cuando dice “que el poder se ejerce con humildad” se refiere a hacerlo con modestia, con recato, a que el poderoso viva con sencillez y moderación. El problema es la dificultad en poner los límites: para un Rey, es una inmensa humildad servirse él mismo el caviar y abrir la botella de champán; mientras que para un pelagatos es una enorme arrogancia comer con tenedor y cuchillo (si siempre ha hecho cucharitas con la tortilla).

Como sea, no es humilde exigir en público, “cuando yo llegue me respetan” (doña Sheinbaum a Durazo, el 11 de junio de 2023); no es humildad calificar a su partido como el más importante “de todo el mundo, de todo el planeta”. No, no es humildad. Tampoco vivir en un palacio, el Palacio Nacional.

Pero, todo hay que decirlo, los que han trabajado con ella, afirman que sabe escuchar, que siendo dura, irascible y muy seria, es educada en su trato y no se aferra a sus opiniones (lógico, es científica y de altos vuelos); estas cosas y su rechazo a que le achaquen haber ganado un Premio Nobel (“fuimos muchos los que participamos”, ataja), apunta a que como corresponde a no ser un tonto de capirote, la soberbia no es su vicio dominante. Menos mal.

Pero la señora tiene un problema: imitar (tal vez sin darse cuenta), a su antecesor. Cuidado. Una prueba incontestable es eso de dar diario una conferencia de prensa, las mañaneras… o hablar de humildad al hablar de su partido o del gobierno, eso es de su mentor, señora.

Ella tal vez no, pero el anterior arrimado en Palacio, lo hacía por su ansia de ser primera y última palabra en todo. Porque ese que NO vive en Palenque, sí está dominado por la soberbia. Y así le fue a México. Él nunca se equivoca y nunca se echa para atrás (menos cuando pagan otros, nosotros los del peladaje… total).

Si no fuera un simple prófugo de Tepetitán (1,485 habitantes en el censo de 2020, imagínese en 1953, año del infausto nacimiento del que regala petróleo), si no fuera un político chancla pata de gallo, el Señor de los Abrazos sería candidato firme a la galería de los soberbios en la historia, por ejemplo Lucio Tarquino, último emperador romano que quedó para siempre como Tarquinio el Soberbio (así sería), o Nerón.

No son ganas de denostarlo, es un hecho. Solo padeciendo soberbia crónica, se puede decir (mañanera del 2 de febrero de 2024), que su autoridad moral y política estaba sobre la ley… y lo dijo. Solo con una soberbia incurable y progresiva, se pueden despreciar todos los estudios del Instituto Mexicano del Petróleo (del gobierno), que concluían que no era viable la ubicación de la refinería en Dos Bocas… y ahí se hizo. Y la prueba última que hace indefendible su soberbia es cuando el 25 de junio de 2019, dijo: “No crean que tiene mucha ciencia gobernar” (ni sacar petróleo dijo en otra ocasión).

Quiera el Buen Dios que la Presidenta deje de imitar a su héroe. Que lo siga queriendo y admirando, muy su asunto, pero que ella asuma con la seriedad que estudiaba física, su responsabilidad y que nunca olvide que su trabajo es respetar y hacer respetar la ley. Sin eso, por humilde que sea, su gobierno será como el de su antecesor, nada, agua de borrajas.

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