LA FERIA/Sr. López
La rutilante prima Sofía, de las de Autlán, se casó con un viudo de no malos bigotes, pasadito de rico… y se divorció al año. Sucedió que al regreso de su Luna de Miel por medio mundo, su flamante esposo le pidió que conservara de ama de llaves a la que “siempre” había tenido, que resultó ser la de la difunta. Hasta ahí bien, pero la ama de llaves todo hacía “como le gustaba a la señora” (la finada). Después de varios pleitos con el marido que no aceptaba despedir a la vocera de la muerta, Sofía regresó con sus papás. Luego se casó con otro… pronto (rutilante le dije).
Hoy se inicia el segundo año de gobierno de la presidenta Sheinbaum. ¡Qué difícil le tocó!, pero muy difícil, no tanto por el manojo de problemas que heredó, algunos irresolubles en seis años, sino porque recibió un país en el que el gobierno federal, los gobiernos estatales, el partido, altos mandos de las fuerzas armadas beneficiarios de la 4T y un sector muy ganancioso del empresariado, obedecen una sola voz, la del inicuo de Macuspana.
Muy difícil desplazar la influencia del señor de los abrazos infames, porque marrullero como es y maestro en las artes del albañal, se aseguró la lealtad de la mujer que él designó como su sucesora, no entregándole el control del aparato político y de gobierno. El mensaje, sea o no cierto, es que el redentor patrio es imprescindible, que sin él se tambalea el gobierno del segundo piso.
El que no vive en Palenque, no le entregó a su legataria Sheinbaum, la Cámara de Diputados al menos los tres primeros años, bajo el control de Ricardo Monreal. No le entregó la Cámara de Senadores los seis años, poniendo al frente tal vez al único en quien confía, Adán Augusto López, su cercanísimo secuaz con una larga historia común desde la infancia y compañero de andanzas políticas desde hace 24 años.
No le entregó a doña Sheinbaum, la cartera política más importante del gabinete, la Secretaría de Gobernación, donde colocó a Rosa Icela Rodríguez, su leal subordinada desde la Jefatura de Gobierno del entonces D.F., allá por el año 2000; quien con él en Palacio, fue su secretaria de Seguridad y Protección, la más implicada en el secreto más gordo del sexenio de la tolerancia (en el mejor caso), al crimen organizado.
No entregó la poderosa Secretaría de Educación, a cargo de Mario Delgado, expresidente de Morena, uno de sus mayores cómplices en el cochambroso financiamiento de campañas electorales.
El señor que regala petróleo, tampoco soltó la Secretaría del Bienestar, en la que se hace el enjuague multimillonario de los programas sociales con su presupuesto de 835,000 millones de pesos para este año, y donde se cocina el manipuleo electoral con los padrones de beneficiarios, donde ratificó, él, a Ariadna Montiel, subordinada suya desde hace 23 años, cuando era Jefe de Gobierno del D.F. Tampoco permitió el cambio de Fiscal General de la República en donde sigue Gertz Manero, el reservado Fouché mexica, custodio de los expedientes de lo más fétido del gobierno.
Menos le iba a entregar a alguien de doña Sheinbaum el Infonavit, donde se administran 2 billones 400 mil millones de pesos, que en el sexenio del papá de los chamacos traviesos, recaudó 129,700 millones de pesos de pagos en ventanilla, puesto reservado al hipercómplice, Octavio Romero Oropeza, quien después de acabar de arruinar Pemex, no se iba a quedar sin chamba, faltaba más.
No le entregó Morena, en cuya presidencia nombró por sus tabasqueños calzones a Luisa María Alcalde, su exsecretaria de Trabajo, exsecretaria de Gobernación, su muñequita de ventrílocuo, de todas sus confianzas para estar en el aparador porque en la Secretaría de Organización, puso a su hijo, Andy, para que quede claro que el impudor es su divisa: en el partidazo manda él.
Ni loco le iba a entregar la Ciudad de México, la plaza política más importante del país. Ahí impuso a Clara Brugada, su compañera de andanzas desde el éxodo de Tabasco en 1992, hace 33 años. Mujer probada en las duras y las maduras, lista para arreglar lo que le mande su líder, a las chuecas o a las derechas, de preferencia a las chuecas. Y se acaba el espacio pero aparte de la CdMx, al del pañuelo blanco le deben el cargo 23 gobernadores.
De la clase política en el poder, casi todos, tal vez con excepción de Marcelo Ebrard, le deben todo al que entregó el bastón de puro palo a doña Sheinbaum, y le son leales por conveniencia o miedo.
¿Ya ve qué difícil le tocó a la señora de Palacio?… ¿ya se entiende su permanente alabar y defender a su antecesor?… ¿queda claro que el Kalimán Harfuch -Batman es gringo-, nomás apunta para abajo y no sube la mira para enchiquerar a los verdaderos jefes del crimen organizado?…
Ayer, Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Gobernación que puso el Pejehová, ante el Senado en la glosa del primer informe, soltó algunas frases que a cualquiera sin experiencia le hubieran costado perder la lengua, como eso de que “(…) no tenemos compromisos mafiosos ni pactos con criminales (…). Se solicitan tontos.
Pero por si alguno empezara a pensar que a lo mejor le conviene cambiar de fierro y declararse ‘claudista’, dados los crecientes escándalos cuatroteros, la nueva Rosa de Guadalupe, después de saludar desde la tribuna la presencia de Adán Augusto López y los otros coordinadores, dejó muy claro: “Hoy este régimen se siente y no es cosa de un solo hombre o de una sola mujer”.
Pudo decir es del pueblo, pero dijo que no es de un solo hombre o de una sola mujer, lo que tiene un intenso tufo a recado desde Palenque (o Cuba), o no es recado y lo dijo para aclarar su lealtad al anterior arrimado en Palacio que ya no está al frente del régimen, porque la mujer es doña Sheinbaum, la del régimen es ella, un sola mujer.
Así no se puede, doñita, use ya su inmenso poder, ya verá que si el guango Cárdenas pudo con el broncíneo Calles (que sí mataba), con más ganas usted puede con el de Macuspana, sus hijitos son su garantía, señora, son rehenes de sus propias trapacerías.